La dama fracturada
En Viena, la hermosa capital de Austria, frente a la sede del Parlamento está colocada una imponente escultura de la Dama Ciega, la diosa de la Justicia, que la muestra con su atuendo clásico, los ojos vendados, en señal inequívoca de que el derecho es tal, sólo si actúa de forma imparcial, sin atender a otros criterios distintos a la objetividad, la ecuanimidad y la independencia. La majestuosa talla se encuentra dando la espalda al Congreso. Los austríacos, amantes de un humor cáustico, dicen que se sitúa así para no ver las maniobras que se cocinan en el foro político. Si esa “dama” viniese a Venezuela, más que mostrale el dorso al Parlamento, se le fracturaría la columna viendo los desmanes de Hugo Chávez y sus obedientes servidores de la Asamblea Nacional.
La farsa del Comité de Postulaciones que contempla la nueva Ley del Tribunal Supremo de Justicia ya alcanzó niveles grotescos. Quien lo preside es Pedro Carreño, ese talentoso jurista que vio a Vladimiro Montesinos camino a la quinta paila del infierno, lugar que seguramente le tiene reservado el Señor, y que descubrió cómo la CIA, aprovechando la tecnología de Directv, espía los hogares venezolanos.. Con semejante personaje al frente del equipo encargado de seleccionar a quienes, con motivo de la ampliación, pasarán a formar parte del TSJ, se han animado a postularse los diputados del MVR Luis Velásquez Alvaray y Omar Meza Ramírez, la procuradora general de la República (o sea, la abogada de Hugo Chávez), Marisol Plaza, y el presidente del CNE, Francisco Carrasqueño, quien cumpliendo eficazmente la órdenes de su jefe político, el Presidente de la República, coloca todos los obstáculos imaginables al referendo revocatorio. Es probable que todos estos abogados integren el nuevo TSJ, con lo cual desaparecerán los tenues trazos de justicia que aún quedan en el país.
Hay que admitir que Chávez ha ido más lento que otros autócratas en eso de tomar por asalto el Poder Judicial y someterlo a su voluntad. Fidel Castro, el ídolo de los sueños y vigilias de Chávez, en apenas un par de años logró capturar el aparato judicial. Todos los jueces que no estaban con la revolución, empezando por el presidente de la Corte Suprema de Justicia, fueron decapitados, y muchos de ellos tuvieron que abandonar apresuradamente la isla. El fusilamiento en paredones como el que operó en la fortaleza La Cabaña, mediante juicios sumarios, en los que el juez muchas veces era ese santón frío, cruel e implacable apodado Che Guevara, no habría podido llevarse a acabo con un sistema judicial independiente, que velara por lo derechos humanos de los “contrarrevolucionarios”. Tampoco habría podido avanzar la “reforma urbana” y las nacionalizaciones de las empresas del “imperialismo norteamericano”, en realidad agresivos ataques a la propiedad privada. No habría ocurrido la brutal persecución contra la disidencia, que se vio obligada a refugiarse en las montañas del Escambray, donde fue aniquilada por el déspota que poco antes había bajado victorioso de Sierra Maestra. Fidel necesitaba de una “justicia revolucionaria”, es decir, de unos esclavos que obedeciesen sus órdenes y le tendiesen la alfombra para implantar la sociedad policial en la que sería el amo absoluto del poder.
Como Fidel, antes habían logrado el mismo propósito Stalin, Hitler, Mussolini y Mao. Todos acaban con la justicia independiente y la sustituyen por una caricatura que busca cumplir los designios del “nuevo orden”; de la patria “refundada”. El hombre de Barinas, que siempre ha tenido conciencia de la importancia del Poder Judicial para atornillarse a Miraflores, recorre una hipérbole más larga. Sin embargo, después del triunfo épico que fueron los reparos, sabe que si se duerme en los laureles su futuro político será un calvario. El país no puede perdonarle que haya acabado con la mayor riqueza que le haya ingresado a gobernante alguno; que haya propiciado la destrucción de las Fuerzas Armadas y de Pdvsa; que haya apañado el saqueo de las finanzas públicas, abusado del poder de la forma obscena como lo ha hecho, y cometido crímenes y delitos como los del 11-A o como los que continúa perpetrando contra los habitantes de Los Semerucos. Él y sus cómplices saben que cuando pierdan el revocatorio, la sociedad les cobrará la enorme deuda que tienen con e país. Por eso abonan el terreno para tratar de escaparse, para que reine la impunidad, o, en el caso de tener éxito el fraude y las trampas que preparan, para que los nuevos “magistrados” seleccionados por Pedro Carreño hagan lo mismo que hacían y siguen haciendo los jueces designados por Fidel Castro: apuntalar el poder del tirano.
La preparación organizativa para triunfar de forma contundente en el referendo revocatorio, no ha permitido que la oposición formule la denuncia y despliegue la resistencia que debe mostrarse ante la destrucción intencional y calculada del Estado de Derecho. En este frente de batalla el Comandante avanza sin mayores obstáculos. La decisión de no participar en el Comité de Postulaciones parece acertada. No era conveniente cohonestar esa opera bufa montada por el oficialismo. Sin embargo, la gravedad de lo que está ocurriendo con el desmantelamiento del Poder Judicial es cancerosa. La eliminación de la Corte Primera en lo Contencioso, el ataque de los subalternos del Poder Moral (Rodríguez, Russián y Mundaraín) a los magistrados de la Sala Electoral del TSJ y la destitución de Arriechi, representan apenas señales de lo que Chávez está decidido a hacer para dar el giro que coloque al Poder Judicial bajo su exclusivo dominio. Hay que pararlo.