La crisis del Chavismo: demócratas o totalitarios
El discurso oficial post 3-D y el sometimiento absoluto de todos los poderes a los designios autocráticos del presidente con el objetivo inmediato de imponer un régimen dictatorial en Venezuela ha espantado no sólo a la oposición. Ha causado una profunda preocupación en el seno del propio chavismo. Al grado de que nunca como ahora el régimen estuvo más asediado por sus profundas contradicciones internas y amenazado de fracturas irreparables. Con dichos anuncios, Hugo Chávez arriesga la absoluta soledad del despotismo. Su propuesta podría quedar engarzada en la añeja y extemporánea Venezuela del gomecismo.
El punto de arranque de esta crisis, solapada por los anuncios más estentóreos del presidente de la república, en particular el cierre de RCTV y su programa de estatizaciones como inicio de la carrera por el aplastamiento de la propiedad privada, fue el inminente cierre de todos los partidos aliados, dando paso a un partido único, sometido verticalmente a los dictados del teniente coronel.
Un proyecto ya en vías de materialización que se tradujo de inmediato en varias remociones ministeriales y la conformación de un gabinete clonado de la figura presidencial. Castrismo puro. De sus dos vertientes: la de Cipriano y la de Fidel, su versión caribeña remozada.
El divorcio entre Hugo Chávez y las dirigencias y militancias de los partidos que le han acompañado hasta ahora es un hecho objetivo, así conveniencias matrimoniales lo oculten ante la opinión pública. El salto al vacío autocrático que protagoniza Chávez dejará en el camino a muchísimos cadáveres, fracturando incluso a su entorno más inmediato. Como lo atestigua la salida de José Vicente Rangel, un histórico. Y el ninguneo de otros importantes capitostes del entorno.
Porque una cosa es un parapeto semi dictatorial que viva y deje vivir, siguiendo una tradición venezolana de democracias a medias como las que han preparado el sendero a esta torva realidad que hoy vivimos, y otra muy distinta transitar al más allá de una ruptura histórica y existencial bajo coordenadas copiadas del sistema totalitario cubano. Estalinismo puro. Y del duro. Del anterior al XX Congreso del PCUS.
Si a ello se le agrega el terror que habrán causado en la llamada boliburguesía los anuncios de una lucha frontal contra la riqueza y un pase de aplanadora igualitaria que le pondría un fin violento a la danza de los millones que conformara los nuevos apostalados del régimen – en el viejo estilo del primer carlosandresismo – , se tiene un panorama del terremoto que amenaza a las huestes chavistas. Sin mencionar los cadáveres que entre gobernadores, alcaldes y concejales dejaría regada la reordenación territorial. Se acabó lo que se daba.
No extrañan por ello las palabras de algunas prominencias del chavismo, buscando respaldo “democrático” para una lucha contra la pesadilla que ya avizoran. De pronto emergen esquistos que dejan ver la crisis profunda del chavismo, desgajado entre demócratas y totalitarios. Una nueva clasificación del terreno ocupado por el adversario que podría apuntar a nuevas coaliciones y alianzas en el panorama político nacional.
No importa cuánto tarde: podríamos estar hablando del comienzo del fin.