Opinión Nacional

La cosecha de marxistas y curas venezolanos: atraso y pobreza

En Araguaimujo y San Francisco de Guayos, los indígenas venezolanos viven en pleno siglo 21 exactamente igual a como vivían en 1492, cuando Cristóbal Colón descubrió América—usted no tiene que leer en los libros de historia de Venezuela, lo que eran las “encomiendas” mediante las cuales el Rey español Fernando VII, le entregaba a los curas un “puñado de indios” para que los evangelizasen y poniesen a “producir la tierra”—usted puede ir hoy a esas dos “misiones” capuchinas del estado Delta Amacuro, para verlas a plena luz del día.

Aunque ya la modernidad no le permite a Benedicto décimo-sexto, incluir en “el índice” (libros de prohibida lectura) de la Iglesia Católica, a los libros de Harry Potter, no se puede contener diciéndole a sus “ovejas” que no los lean—aunque esos libros son el único fenómeno mundial, que ha logrado despegar, a infantes y adolescentes, de la televisión y de los video juegos, e iniciarlos en el vital hábito de la lectura—y sus “pastores” venezolanos (a) le retiraron un premio a una fundación por “promover el uso del condón”—la forma más económica y masivamente asequible a los menos educados y de menores ingresos—de evitar las muertes por SIDA y la destrucción de las vidas de las adolescentes que quedan embarazadas; y (b) se reunieron en conferencia para estudiar los proyectos chavistas de ley de educación y de código penal—no porque quieran aportar soluciones del siglo 21 para Venezuela—sino porque esos proyectos legislativos podrían vulnerar sus intereses: los jugosos subsidios gubernamentales a sus universidades, liceos y escuelas; y legalizar ciertos tipos de aborto adicionales al terapéutico, aunque esto último le permita a una adolescente violada no tener que verse obligada a criar al hijo de su violador; o que una madre—bien informada por la tecnología del siglo 21—evite dar a luz a un niño con síndrome de Down.

Los curas, a más de 500 años de haber llegado a Venezuela, siguen viendo a los venezolanos como salvajes que deben ser enseñados a “tener temor de Dios”, y por ello gustosamente estimulan ritos “paganos” bendecidos por el símbolo del cristianismo, como los Chimbangles de San Benito, el baile de San Juan Guaricongo (disfrazado de San Juan Bautista) al acorde del curbatá, el quitiplás, el tambor redondo y la mina; y a los Diablos de Yare, escenificar la derrota del “demonio” a las manos de “Dios”—para hacerles creer a sus “rebaños” que sólo pueden tener acceso al Todopoderoso, a través de sus iglesias—como si para ello hubiese necesidad de gestores o intermediarios—que se aprovechan de esta “representación” de Dios en la Tierra, para exigirle a sus “ovejas” determinados comportamientos políticos, como ponerle la otra mejilla a los déspotas y sátrapas de turno.

Como si se tratase del “Satiricón II” de Woody Allen, hoy podemos ver—en pleno siglo 21—a marxistas venezolanos “internados en la montaña” en un “frente bolivariano de liberación” que secuestra, extorsiona y ejecuta a civiles indefensos, sólo porque ya no existen unidades militares de contra-insurgencia como las que en la década de 1960 les hicieron morder el polvo de la derrota. Sin vergüenza ni sonrojo, volvemos a ver a la guerrilla castro-comunista asolar a nuestro país—a pesar de que sus combates del 4 de febrero de 1992, duraron—no la década que duraron las guerrillas de 1960-1970—sino menos de doce horas antes de que su comandante se entregase mansito “por ahora”; para después mintiendo a diestra y siniestra, engañar a los electores prometiéndoles freír en aceite las cabezas de sus camaradas (los adecos “puntofijistas”) que redactaron la constitución SOCIALISTA de Venezuela de 1946, que generó—como en todo otro socialismo real—despilfarro, corrupción y atropello a los derechos humanos—que este nuevo socialismo real que insulta al radical liberal que fue Simón Bolívar, para agigantar a todas esas plagas que inevitablemente producen las falsas teorías económicas y políticas del—hace ya 122 años muerto—alemán, Karl Marx, para realizar el enésimo e inútil intento socialista de “combatir al capitalismo” con las mismas fracasadas recetas de la CEPAL de antaño, ahora rebautizadas como “cooperativismo”, «cogestión» y “desarrollo endógeno” que no son más que el disfraz que viste al sempiterno “Estado” estalinista, absolutista y totalitario, que sueña nuevamente con una nueva “Internacional” que haga morder el polvo al “imperialismo yanqui”. Hasta los marxistas románticos como Teodoro Petkoff, Manuel Caballero y José Luis Farías—asombrados ante el totalmente público atropello a toda forma de legalidad del actual régimen (lo que confunden con “revolución”)—creen que lo único que hace falta para que el Socialismo ¡por fin! funcione en Venezuela, es reemplazar a quien ellos llaman falsamente “militarista” por los “intelectuales” que aún creen que el “socialismo humanista” de Alexander Dubãek, es posible, a pesar de que el déspota de turno repite cada domingo—como todo otro déspota socialista—en su “aló presidente, la oxidada frase de un olvidado monarca francés, le état c’est moi(el estado soy yo).

Mientras estas dos plagas (marxismo y catolicismo) continúan destruyendo a Venezuela, sigue creciendo el mundo inmaterial. Las tecnologías de la información y la digitalización, siguen profundizando y extendiendo una nueva “revolución industrial” tan profunda como las causadas por la electrificación, el motor de combustión interna y la línea de ensamblaje, que incrementa la prosperidad y la libertad en las naciones sensatas, sin que aparentemente, ningún venezolano se de por enterado… ¡todo lo contrario! deliberadamente se falsean las estadísticas, para ocultar el hambre, la indigencia, los atropellos a los derechos humanos y la ilegalidad crecientes.

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