La corrupción, tragedia nacional
El inicio del año es una buena oportunidad para recordar la tragedia que significa para cualquier nación la corrupción. El corrupto no es otro que aquel que usando su posición de poder utiliza los recursos del Estado en beneficio propio o de otros. Los venezolanos hemos visto ya por décadas como su incremento es constante y cada vez abarca más sectores de la sociedad sin límites por la falta de instituciones capaces para enfrentarla. Es una conducta humana que se separa de valores fundamentales como la ética, la moral, el imperio de la ley y la virtud ciudadana. Es un hecho de la más alta significación política y económica que debemos afrontar y especialmente desde los Gobiernos que son los más permeables ante la rapiña por la indebida utilización de los bienes del Estado para fines personales.
Sin duda que la lucha no es exclusiva de un sector, sino de la sociedad en su conjunto. La corrupción crece y desde ya hace muchos años penetra nuestros valores sin lealtad, sin hacer distinción de clase, sin ética y mermando la capacidad desde el Estado para combatirla en su justa dimensión.
La debilidad institucional, la fragilidad de los recursos humanos que cumplen altas funciones y el facilismo con que muchas personas entran a la gestión y administración del Estado, contribuye marcadamente a que se cree el terreno propicio para que germine la inmoralidad y la falta de ética de muchos servidores públicos que se prestan a ser corrompidos o a facilitarle a otros el aprovechamiento de los recursos del Estado de una manera fácil.
Cuando un Estado debilita sus instituciones, cuando la burocracia es permeada por personas sin capacidad, incompetentes y en donde el clientelismo político tiene preponderancia sobre el estamento académico y ético, simplemente estamos abriendo las puertas al facilismo que con el tiempo se traduce en el peaje seguro para la corrupción.
La corrupción no es sólo una cuestión de dinero mal habido, sino que ella incluye actos tan aparentemente nocivos como la aceptación de un cargo público, sin preparación para ejercerlo, hasta el soborno mismo a la autoridad, sea esta de cualquier nivel. El que corrompe una vez corromperá muchas veces. El que soborna una vez, sobornará hasta el infinito.
@bernalette1