La conjura de los necios
Además de malos perdedores como ellos mismos se han definido, los «revolucionarios» desalojados el año pasado de alcaldías y gobernaciones han resultado ser sorprendentemente necios. Desde Caracas hasta San Cristóbal su reacción ha sido la de tratar de impedir la actuación de las nuevas autoridades ocupando sus sedes por la fuerza o, más raramente, mediante artilugios legales. Se supone que con ello buscan desprestigiarlas frente a los electores, pero lo cierto es que así terminan perjudicando a todos los ciudadanos; como estos no son tontos, no es descartable que tales acciones terminen revirtiendo en contra de quienes, irresponsable pero también neciamente, las propician.
Según el Diccionario Vox de Sinónimos y Antónimos, la necedad es ignorancia o tontería, acompañada de presunción. Lo ilustra el emblemático caso del ministro de Infraestructura, seguramente portador de un mayor rencor por tocarle enfrentarse a quien lo derrotó en la disputa por la Gobernación del Estado Miranda: ha hecho de todo para provocar el fracaso del plan Pico y Placa que este último implementó la semana pasada en la carretera Panamericana, desde la burla y la amenaza hasta el desplazamiento de guardias, fiscales y tanquetas a la vía, buscando amedrentar no se sabe a quién. No se le queda atrás el Alcalde del Municipio Libertador cuando, ante la pregunta de un periodista que lo interroga por su reiterada inasistencia a las sesiones del Consejo Metropolitano de Gobierno, institución claramente establecida en la ley y presidida por el Alcalde Metropolitano, responde algo así como: por casa estamos todos bien.
En espera de comprometer a las autoridades nacionales en una política de más aliento y mayor alcance geográfico, sus promotores entendieron siempre el Pico y Placa como un paliativo transitorio, pero hasta ayer la respuesta de las autoridades chavistas fue la burla y el sabotaje insolente. Ahora, para sorpresa general, el ministro Cabello termina diciendo que Si ese plan, después de todos los estudios es factible, no tendremos inconveniente en difundirlo en toda la ciudad Capital». Bienvenido, pero no conviene olvidar la lapidaria sentencia que mi padre atribuía a mi abuela Flor de María: hace el necio al fin lo que el tonto al principio.