La Chavecíada
***The answer is blowing in the wind…
Bob Dylan
1
Un fantasma recorre a Venezuela: el fantasma del (%=Link(«/bitblioteca/venezuela/punto_fijo.asp»,»puntofijismo»)%). Desde los más polvorientos rincones de la república bolivariana hasta los entornados despachos miraflorinos, pasando, como es lógico, por las sedes de los revolucionarios neorrepublicanos, una sombra entre tenebrosa y divertida hace muecas, asusta, eleva sus difusos brazos ocultos por una sábana verdiblanca de ancestrales tiempos de por allá, del 58. Siguiendo la estética hollywoodense, tan auxiliada estos últimos tiempos por la informática y los milagros de la computación, nuestro simpático fantasma cambia de rostros y perfiles según se encuentre aprisionado en la sede del (%=Link(«http://www.4f.org»,»MVR»)%) en la Libertador, en la colonial escenografía de la Casa Amarilla, en una oficina edilicia del trágico estado Vargas, en un discreto apartamento de la Plaza Altamira donde vive su retirado ascetismo el señorial patriarca, o en gobernaciones, alcaldías y cuarteles. Así, ora se aparece tras la deshilachada sábana un lechoso contorno como alfarouceriano, ora otro medio opalino lusinchibañesco, ora uno que recuerda protervos perfiles catonianos, ralos y engominados.
Vaya, caballeros: que el fantasmín pillín de este recién fallecido cadáver llamado en vida adocopeyismo, puntofijismo, partidocracia, cupulismo, dedocracia, sindicalerismo, cuantohaypaeso y pónganmedondehaiga corre de un lado al otro, haciendo maluquerías juguetonas como las que suele depararnos Aristóbulo el travieso, poniéndole la carne de gallina a más de un iluso que dudaba de la existencia de los fantasmas.
Y así, deben andar esos ingenuos electores de la VR gritando: Ghostbusters! Help! O en criollo: «cazafantasmas, a por Miki y Juanvi!». El griterío y las risotadas que brotan en fumarolas desde los polvorientos archivos de la Procuraduría y desde desteñidas carpetas de la Fiscalía llegan hasta la silla del µvila. Son las carcajadas de los corruptos del pasado que duermen el sueño de los granujas entre papeles notariados, facturas de carreteras chimbas, puentes que no van a parte alguna, licitaciones de aseguradoras prósperas y fotocopias de cheques por comisiones, que de pronto se ven obligados a hacerles hueco a los nuevos clientes de la VR.
Señores: a llamar a los cazafantasmas. ¿Cuánto hay pa’eso?
2
Los detalles ya los conoce Ud., pacientísimo lector, que este modesto columnista no tiene entre sus atributos el de ponerlo al corriente de los últimos chismes, dimes y diretes que recorren los pasillos de la anegada casa de la VR. Pero aun así: cambures diplomáticos, jugosos contratos a dedo en el CSB, jóvenes contratistas de rancia estirpe, pólizas y polizontes, imprentas del entorno que realizan el milagro de imprimir una constitución y violarla al mismo tiempo, entrega a dedo de contratos mil millonarios en dólares que huelen a rancio y corrupto gas del pasado, tráfico de influencia para montar casinos, favores entre contertulios por encargos presidenciales, asesinatos por ambiciones políticas frustradas. La cosa suma y sigue, como en los mejores tiempos de aquellos cocidos adecos, copeyanos, convergentes, masistas y causerristas en que el sabroso pimentón daba ese toque digno de Egdar Leal, el joven chef de las noches caraqueñas. Un mini Falcon Crest que aunque mini deja enana cualquier referencia conocida.
Pero no nos llamemos a engaño: en los tiempos en que gobernaba la secretaria de aquel bonachón y risueño presidente de cuyo nombre no quiero acordarme, la guisamentazón llenaba de sabrosos olores los fogones del Poder sin que sus detalles vieran la luz pública por sus propios cocineros. Para eso estaban los incorruptibles columnistas de entonces, hoy enlodados por sus celosos ex comilitones. Una bien ventilada campana de extracción se encargaba de privarnos a los simples mortales de saber de sus esencias: la Disip enseñaba los dientes, requisaba periódicos, allanaba moradas y hasta sembraba demoníacas sustancias entre enemigos y competidoras para no dejar huellas. Vano intento! La grasosa y ya maloliente nube despedida por los últimos gobiernos de la fenecida IV República terminó por asfixiar todo sano resquicio y dar al traste con tradicionales parapetos culinarios.
He ahí la novedad de esta VR: los cocineros no se entienden, los pimentones se detestan, los guisadores son lenguaraces y feroces y el tufo comienza a poner cada día más nebuloso el cielo que el Gran Chef nos tiene prometido. De resultas de lo cual el asombro mantiene estupefacto al soberano, patidifusos a los contertulios, emperrados a los contendientes, desconcertadas a las desordenadas huestes de la lactante oposición y engolosinados a editores, columnistas, fablistanes y correveidiles del recién parido establishment.
Una esperpéntica figura, de desgarrados trapos como de tragicomedia griega, recorre los ateridos espacios del Poder gritando con acento gutural: El puntofijismo ha muerto. Viva el Puntofijismo! O con albricias shakespereanas: The King is dead. God save the King!
3
La monstruosa avalancha de La Guaira no termina por asentarse y ya está nuevamente anegado el despacho del Gran Comandante. Luis Miquilena, sabio patriarca que hizo durante años de sensato y discreto apaga fuegos, se encuentra él mismo en el centro de la borrasca, lo mismo su aventajado discípulo José Vicente Rangel y tres de sus uniformados preferidos. Y agarrados a ellos sus ínclitas familias y entornos. La pandemia se hace fuerte en Miraflores y no hay tiempo para salvadoras cuarentenas: esta dinámica electoral nos tiene aprisionados a todos y las apetencias, deseos, hambres y ambiciones no dejan lugar al necesario reposo del guerrero. El incendio -y perdonen, queridos y ávidos lectores, la balurda redundancia- está que arde. Para usar un símil de epidemiólogos: pica y se extiende. Lo peor del panorama que comienza a parecer un óleo de Bruegel el Viejo, aquel que pintaba dantescas imaginerías medievales, es que los lavanderos de los trapos sucios -procuradores, fiscales y supremos jueces- pertenecen a la misma familia y también hieden.
Tan magro es el botín, tan escuálida la bolsa, tan vacía la botella que un observador distante como el que esto escribe no logra entender las pasiones que su futura posesión desata. Tiene en esto -y sólo en esto- razón la maltrecha oposición, al asomarse con desinterés al fogón donde hierve el cocido de los nuevos tiempos. Vea Ud. sus ingredientes: un Estado en ruinas, calamidades y pandemias, odios fratricidas, cesantía al por mayor y un desconcierto como de navegante en el mar de los sargazos.
4
La metáfora del navegante no es gratuita, queridos y pacientes lectores. Este viernes, una vez más en horario estelar y sin previo aviso, el Gran Timonel nos ha recordado a Homero, a Camoens, a Virgilio, a Alonso de Ercilla y Zúñiga. Incluso salió a relucir Julio César y su famosa Guerra de las Galias. Faltó Plinio, pero quien sí estuvo fue Flavio Josefo y el asedio sangriento a los judíos de Massada por las corruptas huestes del invasor romano. A la cita televisiva sólo faltó el Dante, porque esta vez el Gran Comandante se encontraba hablando directamente desde el Averno -según denuncian sus antiguos hermanos de ideas y armas-. Y como bien señala la sabiduría popular: no se menciona la cuerda en casa del ahorcado.
Dos horas de cadena nacional que bien podrían corresponder a un buen primer volumen homérico: La Chavecíada. Cual bardo invidente, cual Homero sabanero, cual Hesíodo en sus mejores días y ocios, cual inspirado Virgilio contó de antiguas proezas, de dolorosas aventuras, de rituales iniciatorios, de huestes escogidas, de Néstor, de Aquiles, de Agammenón. Obvio: él no podía ser menos que el cuarto en disputa: Ulises. Ulises Chávez habló no de una o de dos, habló de tres travesías por tórridos y abrasadores desiertos. Habló del Exodo. Emergió bíblico de parajes agrestes, desmelenado por la furia del vendaval, convertido en camello y transmigrado en León del desierto por consejo de un patidifuso y anonadado Federico Nietzsche, que no entendía para nada, sifilítico como culminó sus días, qué demonios hacía allí, invitado un siglo y medio después de muerto en un salón azul de un modesto palacio de una república caribeña. Para culminar, nuestro Julio César, nuestro Ulises, nuestro Cid Campeador convertido en lo que, modestia aparte, considera ser: el Abraham de nuestro achaparrado soberano.
El llanto y el dolor por la muerte de la cofradía de los templarios de la V República llegó al alma, robó emociones dignas de Jorge Manrique: «despierte el alma dormida, avive el seso y despierte contemplando, cómo se muere la vida, cómo se viene la muerte tan callando». Nerudiano: Francisco, Jesús, Joel, farewell…
Pero faltó el segundo de estos homéricos tomos ya vividos, Comandante: la Chavisea. Se olvidó mencionar en su elegía funeraria a los que se quedan: se olvidó de Príamo, se olvidó de Eneas, se olvidó de Clitemnestra, se olvidó de Tíndaro: gozosos estarían sobándose sus nada callosas manos por este triunfo pírrico que celebran mientras las emprendía Ud. ahogado por su contenida furia espartana contra los traidores del 4F. Nada dijo Ud. de sus cuestionados ministros civiles, que ni con el pétalo de una rosa. Mucho dolor por los héroes perdidos, Presidente, pero demasiada indulgencia con la granujería que sus antiguos cofrades denuncian.
Como diría otro héroe, éste más doloroso, más existencial, más ambiguo, más dudoso, más vacilante y, por todo ello, mucho más cercano a nosotros llamado Hamlet: hiede en Dinamarca. El pañuelo es útil en estos casos, Presidente, no para secar las lágrimas, sino para llevárselo a la nariz. El olor comienza a ser nauseabundo. Y como nuestro desgarrado príncipe de Dinamarca estará Ud. en estos momentos preguntándose frente a su espejo: to be or not to be? Otro bardo, éste judío y neoyorquino, llamado Robert Zimmerman y mejor conocido como Bob Dylan, le respondería en su más bella balada: The answer, my friend, is blowing in the wind. The answer is blowing in the wind.