La carta al Gordo del comandante
Se presume que esta fue la respuesta del «Co-mandante Bolivariano» a la petición de Antonini Wilson de un millón de dólares. Las herméticas condiciones en que la carta debía ser leída y luego destruida, fue vulnerada. Se sospecha que al personal que realizó la trascripción le adeudan aumentos salariales desde hace 3 años y de ese resentimiento se materializó que pudiera sobrevivir su contenido.
«Guido Alejandro Antonini Wilson
Distinguido compatriota:
Nadando en las profundidades de su pedido dinerario, pude auscultar un poco los pensamientos y los sentimientos de quienes están con nuestra revolución por el lado de los negocios, la concusión, el concierto de funcionarios públicos y de la dirección empresarial.
Aunque le mentiría –y lejos estoy de esa baja costumbre-, si le digo que es de mi agrado el que exista el sector privado de bienes y de lo que suelen llamar los vendepatrias la economía de mercado, que en mi opinión, no es de mercado sino de venenosos mercaderes. Sin embargo, querido compatriota, soy materialista dialéctico, y si he dicho que hay que defender a todo trance “el proceso” aun en el caso de que andemos desnudos, muriéndonos de hambre y sin un piche bolívar fuerte en el bolsillo, con muchos más motivos los que nos quieren ser útiles para construir el socialismo por el lado de las transacciones sucias, el peculado, el soborno, las comisiones y un moderado saqueo de la renta petrolera, pues bienvenidos sean a los cuadros revolucionarios y batallones bolivarianos.
Como una vez se lo expresé a un gran camarada preso en Francia,’ todo tiene su tiempo: de amontonar billetes, o de regalarlos, de decir embustes o de quedarse callado para no dañar la revolución; de avanzar dialécticamente uniendo lo que deba unirse, como con Ud, Antonini, y los bolivarianos de aquí, de la Argentina de San Martín, en fin, una u otra clase y propiciando el enfrentamiento con el imperio entre todos según la tesis de Iván Locher Ilich Ulianov’.
Dos cosas debo reclamarte. ¿Cómo es eso de que quieres un millón de dólares por tu silencio? ¿No te das cuenta ¡vale!, de que nos desacreditas? ¿No ves que eso es una cantidad de «mierda»? Esta es una revolución pacífica y desalmada, de acuerdo.
¿Pero acaso has oído que estamos en la carraplana? No es prudente que nos trates como si todavía fuéramos tripones descalzos, o como si viviéramos del presupuesto del compañero Ortega. Pida el doble, que a veces puede que nos falte cariño y comprensión, pero real, ¡carajo!, nos sobra hasta para comprarnos una revolución.
Y otra cosa, tienes que calmar a esa alma frágil y buena de Rafael Ramírez. No te cuesta nada echarle una llamadita. Desde el lío de la maleta, el pobrecito, no quiere ni probar bocado, no ha hecho otra cosa que deshidratarse, hace pucheros, en un lloriqueo largo, triste e inconsolable. Convencido se encuentra, que su primera gran prueba como revolucionario fue un fracaso al descubrirse la ventolera. ¡Lo vas a matar, compadre!
Cree, tal vez, que va a perder el sueldo y su Pdvsa. Pero no se quién le ha metido esas ideas. Pues ni Dios lo quiera, si tenemos que salir de aquí de prisa, me llevo mi peluche».