Opinión Nacional

La candidatura múltiple

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Difícil, pero no imposible, procesar el llamado urgente a la unidad de los factores, fuerzas y corrientes de la oposición. Ocurre en Táchira y en Anzoátegui, gracias a las diligencias que realizan los socialcristianos César Pérez Vivas y Leonardo Guzmán, la nominación de la candidatura unitaria a la gobernación está respaldada por una plataforma programática con la que pueden identificarse y luchar los más variados sectores sociales en reclamo de la democracia, la libertad, la descentralización y la solución de los problemas más urgentemente padecidos.

Ocurrirá seguramente en otras entidades federales del país, una perspectiva realista puede marcar y marca las pautas orientadas hacia la conformación de sendos gobiernos de amplitud democrática, intentando superar viejos traumas y malos entendidos no sólo entre los más firmes aspirantes a gobernar y parlamentar regionalmente, sino entre los partidos y las organizaciones intermedias de la sociedad. No obstante, al lado del adecuado procesamiento de las naturales diferencias, reparemos en la repetición de un fenómeno, irremediablemente sufrido por el chavezato y tan afín a la centralización y acumulación de poder que paraliza cualquier intento democrático en su seno para seleccionar a sus abanderados a las gobernaciones, alcaldías y consejos regionales.

En efecto, la existencia del candidato múltiple, presto para lanzarse a cualesquiera de las gobernaciones, alcaldías e instancias parlamentarias, dice mucho del absoluto irrespeto a la voluntad de sus propios electores. Por ejemplo, no se trata nada más de “sonar” para el Táchira o Aragua, sino que el alcalde menor de la Caracas que no lo tuvo efectivamente, está o dice estar moralmente autorizado para aspirar en esta o en otra entidad, dada su incontestable influencia en el aparato partidista y condición de dirigente nacional fundamental del PSUV, tal como puede esgrimirlo un diputado nacional del Táchira para considerar y decidir la posibilidad de domiciliarse en la Caracas que no lo conoce desde sus dramas.

Antiguamente, la mejor opción presidencial salía de la Caracas con direcciones partidistas ultracentralizadas y el mejor paso era pertenecer al aparato de decisión y brillar en el parlamento, sin necesidad de probarse en una gobernación. Mucho agua ha pasado por debajo del puente, por lo que se entiende que COPEI – el caso que mejor conozco – tenga claramente reglamentada la selección de sus candidatos desde la propia entidad que elegirá, sin que se le permita a su dirección nacional suplantar las otras instancias, salvo se trate de una situación súbita, muy concreta y harto excepcional. Empero, el aparato partidista del oficialismo nos devuelve a las etapas ya superadas.

Creemos que en los sectores francamente y convincentemente opositores, sin un ápice de influencia o ejercicio de poder estatal, tienden a resolver con más facilidad el problema del candidato múltiple, pues lo único que haría posible la mera consideración de un nombre para la gobernación, alcaldía o parlamento de dos o más estados o municipios, sería la condición de magno dirigente nacional de algún partido político o agrupación de naturaleza social: simplemente, no soportaría la libérrima competencia de los liderazgos regionales y locales que piden medirse democráticamente.

La enorme dificultad que encuentra el candidato múltiple en la oposición, siempre listo, constituye una gran ventaja frente al oficialismo. Y dibuja mejor lo que ha de ser el sentido y la naturaleza de los comicios descentralizados.

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