Opinión Nacional

La candidatura de Chávez

Chávez sólo debería ser candidato con una condición: que una junta médica debidamente calificada presente ante el CNE un informe sobre su salud, que certifique que el cáncer ha desaparecido en lo esencial y que ya el paciente no corre peligro alguno de ser inhabilitado por la enfermedad, y se encuentra virtualmente curado.

Chávez hasta ahora ha venido engañando al país y manipulando a sus partidarios con su enfermedad. El secreto que él ha mantenido en torno a su mal ha configurado un engaño al país; si se presenta como candidato y si, en efecto, sus condiciones le impidieran ejercer sus funciones, habría terminado por estafar política y moralmente a sus compatriotas, en particular a aquellos que lo siguen.

Lo que está ocurriendo en nuestro país es bien posible que no tenga ningún precedente en el mundo. Todo lo contrario, existen países donde los candidatos a los primeros cargos son incluso examinados por médicos especialmente designados para tal fin. Por ejemplo, en Estados Unidos se llega al extremo de examinar órgano por órgano a los aspirantes.

Y es natural que los pueblos, en todo el mundo, quieran saber cómo está de salud su candidato. En nuestro caso tal aspiración se comprende mucho más debido a que, al menos, es perfectamente conocido el hecho de que Chávez padece de cáncer, aunque no sepamos nada de las particularidades de la enfermedad. Pero nadie ignora que el cáncer, donde quiera que se localice, es una dolencia especialmente letal, para la cual todavía la ciencia no ha logrado encontrar la curación, salvo aquella que se obtiene por prolongadas sesiones de quimioterapia y radioterapia, las cuales, sin embargo, en demasiados casos no logran su cometido.

Sin embargo, tanto el Presidente como sus voceros más conspicuos han venido insistiendo en que Chávez presentará su candidatura el próximo 11 de junio. O sea, la decisión pareciera tomada. El CNE, por una parte, en un insólito acto de dejación de sus responsabilidades (no legales, porque no existe ley sobre esta situación, sino morales), se hace el loco ante la realidad del enfermo candidato y, por el otro, se dice que instalaría un toldo y un escritorio en las afueras de su sede, «para que el paciente no tenga que caminar mucho». De ser cierto no sólo sería muestra de la gravedad de la enfermedad sino un acto de adulancia extrema.

Por otra parte, Chávez va a ser derrotado por Capriles. En la medida que pase el tiempo y corra la campaña, los electores irán sabiendo, cada vez más, de qué se trata con la salud del candidato. ¿Cuánta gente estaría dispuesta a votar por alguien del cual se podría sospechar que, en el mejor de los casos, de no fallecer antes de las elecciones, estaría seriamente limitado en sus movimientos, tal como ahora? La conmiseración tiene un límite: el que impone el sentido de responsabilidad de los venezolanos para con su país.

Tal vez una porción muy fanatizada de sus seguidores lo acompañe, pero es bien probable que otros partidarios se nieguen a votar tan insensatamente.

 

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