La caja que lastima
Según la mitología griega la primera mujer creada por el dios Zeus, Pandora, al igual que la Eva bíblica, no pudo contener su curiosidad. A pesar de la advertencia de no abrir un ánfora que contenía todas las desgracias que podían aquejar al ser humano, Pandora sucumbió a la tentación y los habitantes de la tierra dejaron de vivir en armonía, conociendo el dolor, la locura, la pobreza, y otros males trascendentes en el tiempo y el espacio. De ahí la expresión “Abrir la Caja de Pandora”, que implica, acciones que nos conducirán a nada bueno.
James Cameron, en su film Avatar creó un planeta llamado Pandora surtido de una naturaleza mágica – desarrollada gracias a la tecnología visual más avanzada – y pensó que ese mundo le dejaría, no solo millones de dólares, sino también, el honor del Oscar y otros premios. Sin embargo, se le cruzo en el camino su ex esposa, quien al parecer aprendió y supero su maestría como director, y abrió otra caja, una que explota (Hurt Locker es en jerga militar actual, la caja que lastima, es decir, una bomba), llevándose con su película traducida al castellano como Zona de Miedo, las estatuillas de mejor película en Gran Bretaña y en Estados Unidos. ¡Avatares de la vida, James!…
Lo importante de The Hurt Locker venciendo a Avatar en el Óscar, es que una película de poco presupuesto y sin pretensiones de grandiosidad, filmada en un estilo que incluye el género documental, y que trata sobre soldados en Irak, no ha generado fastidio a quienes están hartos de ese conflicto bélico y son pocos los que han criticado de que este film no trate el asunto con ángulos políticos. El merito es el guion escrito por Mark Boal – un periodista independiente que acompaño a un escuadrón de desactivadores de bombas en Irak, – y de Kathryn Bigelow, la premiada directora, cuyo objetivo fue, el de hacernos sentir como esos soldados cuando tiene que realizar su difícil misión. No es fácil transmitir la incertidumbre, la sensación de caos, y el miedo de esas brigadas, que mientras intentan cumplir su misión, no piensan en Bush ni Saddam Hussein, ni si estar Irak es correcto o no; sino en cumplir los objetivos y salir vivos.
¡Un momento! Sin embargo el soldado James, el protagonista de esta historia, extrañamente no siente miedo y hasta parece disfrutar al desactivar bombas. Y esta es una de las claves del film, pues este hombre sensible que se ha vuelto adicto a la guerra, se transforma casi en un autómata – a diferencia de sus compañeros, y los civiles expuestos a las bombas colocadas por terroristas para matar a soldados o iraquíes inocentes –y asume con placer las situaciones límite de la guerra. La contradicción y la paradoja son elementos claves de la vida real que esta película también recoge.
The Hurt Locker molestará a quienes le busquen la moraleja, y desconcertará a quien trate de comprender la complejidad de James – no el de Avatar, sino el entrenado para desbaratar bombas – y es bienvenida con gratitud, por quienes apreciamos el buen cine, en sus formas y como representación de la realidad, generalmente llena de incertidumbres y situaciones a las que no podemos definir ni encapsular con definiciones ni opiniones simplistas.