Opinión Nacional

La bipolaridad ambiental

Uno de los asuntos de mayor importancia en el mundo actual, lo constituye la problemática ambiental. No existe en todo el temario humano, una materia que sea tan intrínsecamente globalizada como la ambiental, en particular en la coyuntura mundial del incremento del calentamiento de La Tierra. Es de pensarse que en esa materia, todos los humanos deberíamos estar de acuerdo, ya que se trata ni más ni menos que de la salud del hogar que habitamos todos. No son justificables, ni tan siquiera bajo el prisma de la diferencia ideológica, los argumentos tendientes a mantener el status quo de la contaminación, el derroche de la energía y de los recursos, la extinción provocada de especies animales y vegetales, con la excusa de la falsa economía o el inefable progreso. Sin embargo y aunque parezca paradójico, hay Estados que asumen un discurso ajeno a la opinión y al sentir de sus naciones. Ejercen un mandato que se hace impermeable ante la cada vez más multitudinaria exigencia de rectificación del gran público, ya que la vida en todas sus expresiones no puede estar subordinada a intereses económicos o intereses de poder, los cuales deben estar subordinados a su prioridad suprema, la de la propia vida. No podemos dejar de pensar que intereses económicos muy poderosos se coloquen detrás de estos hombres de estado y hagan que el discurso corporativo prevalezca sobre el de la mayoría. Recordemos que el poder es efímero, ocasional, oportuno. Cuando intenta colocarse de espaldas a los valores sociales sucumbe. Puede tener éxito incluso para el resto de la vida manteniéndolo, como si fuera parte de la vida misma, pero al final de esa vida que lo acaparó secuestrando el deseo permanente de cambio inherente a la naturaleza humana, las cosas vuelven a su nivel natural. ¿Pueden estar los intereses económicos por encima de los intereses sociales, de los derechos individuales inalienables como la vida humana? Desde esta parte del mundo nos es muy difícil comprender que el valor de la vida dependa de la raza, del color o del género de una persona. Por el contrario, todo lo que surge con vocación hegemónica es contrario al propio ejercicio de la libertad que supone el respeto a la vida.

La Tierra está pidiendo a gritos que le respeten su vida. Que la ayuden a mantenerla. La Tierra está solicitando con urgencia a todos los seres humanos que viven en su superficie, que sean racionales, que dejen de agredirse entre sí, que compartan sus verdades, porque al igual que los derechos, éstas terminan donde comienzan las de los demás, y para eso, muestra sus bosques arrasados, sus glaciares deshielados, sus cumbres sin águilas blancas, sus mares con menos peces, sus lagunas con menos anfibios. Y le pregunta al ser humano: ¿Habrá algo más importante que tu vida y la de los demás, tu vida y la de las criaturas que te acompañan? ¿Pueden tu soberbia, tu carencia de humildad, y tu artificial orgullo, tu sed de predominio, ser más fuertes que tu deseo de vivir ? . Lo que la Tierra jamás pensó, fue que su hijo mayor, como el Saturno mitológico, ejecutara su propia extinción devorándose a sus propios hijos para que nadie reine sin él, para intentar evitar reproducir en él, la muerte de su progenitor Urano que murió en sus manos parricidas, sin pensar que al hacerlo, perdía la fórmula de la inmortalidad que tanto desvelos le produjo.

Hemos hecho este salto de plano a la literatura mitológica griega-romana, para colocar en la perspectiva de la íntima valoración humana, el problema ambiental. Existen, desde luego, intereses predominantes que, a pesar de que el mundo sensibilizado pida genuinas respuestas al problema, no verán a éste como su problema y en el mejor de los casos, serán indiferentes ante la situación; prefieren seguir viviendo en la psicotimia del placer o el gozo sin salud, el disfrute a pesar de las muertes que ocasione, el aplauso del coliseo romano ante el sacrificio de hombres, mujeres, jóvenes y niños que mueren en el África por el hambre, en América Latina por la violencia callejera o en el hogar, o en el aula de la universidad norteamericana donde el estudiante puede ser acribillado por la ametralladora sin que el Estado o la Sociedad protejan su derecho a la vida.

Con mucha más frecuencia de lo que desearíamos, encontramos que se destruye en nombre de la igualdad, se expropia en nombre del pueblo, se arremete la integridad del ser humano en nombre de las mayorías, usadas como manadas de elefantes en medio de su ignorancia por los Goebbels de la propaganda y los Maquiavelos de la Política. Los operadores de la manipulación política y los sicarios de la extorsión y del chantaje, se encuentran a la orden del día completando la fauna maloliente que pulula en las ciudades con su hedor de putrefacción.

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