La basura
La basura se ha convertido en un problema mundial. Cada día hay más basura y cada día es más difícil disponer de ella, sobre todo en países como el nuestro en que se bota todo, no hay cultura de reciclaje ni de clasificación de los desechos; donde hay municipios en los que la recolección está a cargo de cooperativas improvisadas que hacen sus viajes en «pick ups», sin que el personal esté provisto de equipo alguno, sin uniformes, guantes, máscaras y otros implementos que los protejan contra enfermedades derivadas del contacto con la basura. Lo digo porque específicamente en mi casa en Maracay -y durante un buen tiempo- la basura fue recolectada en estas condiciones de insalubridad. Y más de una vez, cuando la pick up salía a toda velocidad de mi callejón, o simplemente cuando iba muy llena, se le caían las bolsas a la calle, lugar donde los recogelatas y los perros hacían su agosto. En estas condiciones, por supuesto, todo es más difícil.
Hay, pues, problemas gravísimos de basura en toda Venezuela. Los centros de las principales ciudades dan dolor. Dígame, para seguir con el ejemplo del Municipio Girardot de Maracay, el Boulevard Pérez Almarza y la Avenida Bolívar. Y el centro de Caracas es el gran basurero. Ya ni el Metro se salva. Dentro de Caracas, Libertador y Sucre están desbordados de basura. Y ahora también Chacao y Baruta presentan problemas. Y es que los recolectores de basura de Chacao y Baruta tienen que llevar los desechos a un sitio tan lejano como La Bonanza, en la carretera nacional que une a la Autopista Regional del Centro con los Valles del Tuy. Allí se procesa diariamente 4000 toneladas de basura provenientes de nueve municipios. Antes de 2005 se recurría al botadero de Las Mayas, más cercano, pero el Alcalde Bernal prohibió expresamente que éste se siguiera utilizando. Eso, aunado al número creciente de vehículos y la eliminación del plan Pico y Placa, ha aumentado el tráfico y ha disminuido el número de viajes que podían hacer los camiones: menos viajes, menor recolección, así de simple, así de problemático.
Hace tres días, los concejales metropolitanos, con el voto salvado de Carlos Ciordia, declararon a Chacao «en emergencia sanitaria»… y habilitaron al Alcalde Mayor, Juan Barreto, para que se aboque a limpiar el municipio. Yo me imagino que los municipios que no están declarados en dicha situación de emergencia, es porque están considerados «limpios»… Si Chacao va a quedar tan «limpio» como está el resto de Caracas, en particular Libertador, la basura que hay hoy en Chacao no será nada comparada con la que podría llegar a haber. ¿Será que los concejales metropolitanos que decidieron otorgarle a Barreto la facultad de limpiar Chacao no se han paseado por el centro de Caracas?… ¡El centro de Caracas es el propio chiquero! También sería bueno que se echaran una pasadita por otros lugares que exhiben botaderos improvisados de basura muy cercanos a las casas, como en San Agustín del Sur, o en la entrada de los túneles del Cementerio… Y los olores que de allí emanan… ni hablar… El vivir en un ambiente libre de basura es un derecho humano elemental. Ni que fuéramos zamuros, o hienas…
Pero hay otra clase de basura, peor que cualquier tipo de basura que pueda haber en las calles. Ésa basura que no hiede, pero que apesta. Ésa basura que no se ve, pero que se intuye. Ésa basura que presentimos y no quisiéramos sentir, pero que está instalada en el seno de nuestra sociedad: la basura de las miserias humanas. Y los miserables son capaces de cualquier cosa.
Es obvio el desespero que existe por achacarle «algo» al Alcalde Leopoldo López. Lo que sea. Desde el manejo doloso de fondos públicos hasta responsabilizarlo porque no se recoge con la efectividad de antes la basura en Chacao, con tal de argumentar su injustificable inhabilitación política. La basura embasura. Todos sabemos que es la única manera que tiene el gobierno de evitar que arrase en las próximas elecciones regionales como Alcalde Mayor. Por eso no nos pueden meter gato por liebre.
Y es que sobre basura hemos cursado un PhD los últimos años.