La banalidad del Hombre Nuevo
Para escoger a sus candidatos a alcaldes, al menos en ciertos municipios de la región capital, el chavismo no hace elecciones internas, hacecastings. Eso fue lo que, palabras más, palabras menos, leímos el pasado lunes en las redes sociales a raíz de la proclamación del Potro Álvarez y Winston Vallenilla como candidatos a las Alcaldías de Sucre y Baruta, respectivamente.
Tiene mucha razón quien acuñó la frase. Casting es el anglicismo utilizado para designar el proceso de selección del reparto de una película o de los participantes en un concurso o espectáculo. Los aspirantes se presentan y una persona o un jurado los selecciona de acuerdo a criterios prefijados.
La selección del Potro y de Vallenilla remite de alguna manera al casting de los reinados de belleza. Como en las ferias de pueblo, donde las candidatas se promocionaban bajo el lema de «Simpatía, belleza y popularidad», los candidatos en este caso han sido escogidos por su condición de «Sexys, ricos y famosos». Condición que según cálculos de la maquinaria roja podría arrastrar, a fuerza de seducción mediática, los votos de los sectores populares que se alimentan espiritualmente con la televisión banal y el ensueño erótico del reggaetón.
No hay más méritos. Ni el Potro, ni Vallenilla, han hecho carrera política alguna. No tienen experiencia en la administración pública. Tampoco se han destacado como luchadores comunitarios o militantes de base del PSUV. Ni siquiera viven en los municipios donde se les postula.
El Potro Álvarez es un cantante. Pero no un cantautor a lo Nueva Trova o un músico popular tradicional como altamente valora el chavismo. El Potro es un reggeatonero y un producto típico del showbusiness globalizado, capitalista y salvaje. Sus costosísimos videoclips son de los más convencionales de la industria y están plagados de imágenes opulentas veleros de lujo, copas de cristal, botellas de champán, mujeres espectaculares, Ferraris, helicópteros y hangares más propias de la estética narco que del igualitarismo socialista.
Igual ocurre con Winston Vallenilla. Él también es un hombre del showbusiness. Un «animador» de televisión. Una de las figuras más acabadas de cierta estética juguetona- sexista hecha a lo Venevisión. Entre sus trabajos más conocidos se encuentra la conducción de La guerra de los sexos,haber sido la imagen de McDonald’s y, en el presente, promover el juego de azar, tres cosas que no concuerdan para nada con las prédicas igualitarias, antiimperialistas y anti riqueza del jefe que se fue.
Lo que hagan Álvarez y Vallenilla con sus vidas privadas es su problema personal y su derecho. Pero lo que ha hecho el chavismo nombrándolos candidatos es un acto de desprecio por el oficio de gobierno, un bofetón a la democracia municipal, y un gran subestimación a su dirigencia, sus bases locales y, en general, a los electores.
Desprecio con el oficio de gobierno porque estamos seguros que ningún jefe chavista llevaría a operar a un familiar con alguien que no sea medico, ni entregaría sus asuntos legales a alguien que no sea abogado, pero si son capaces de entregarle el gobierno local ¡la complejidad de alcaldías como Sucre o Baruta! a personas sin la más mínima experiencia.
Y bofetón a la democracia municipal porque los chavistas dicen defender la democracia participativa pero son capaces de echar a un lado a los activistas locales que habían hecho méritos para esos cargos, conocen las zonas y han trabajo en sus comunidades.
Al final tratan como tontos, de una parte, a los electores, a quienes le quieren cambiar el oro de los votos por espejitos mediáticos, y; de la otra, a los seguidores del comandante a quienes les han predicado que «ser rico es malo» y ahora se ven obligados a agregar: «Salvo cuando los ricos son nuestros candidatos».
Tal vez lo hemos encontrado.
Winston Vallenilla y el Potro Álvarez son el Hombre Nuevo. A uno de ellos se le puede ver en Internet, feliz en su piscina, en la portada la revistaCaras de marzo del 2013. Tiempos de hipocresía.