Opinión Nacional

La balsa de hielo

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Una de las noticias más importantes de esta década, de analizarse los acontecimientos desde un punto de vista de trascendencia, más allá de lo cotidiano y mediático, es la separación del Polo Norte de tierra continental canadiense, convirtiéndolo en una gran isla, luego del derretimiento de varios de sus témpanos. En consecuencia, por primera vez en 400 años, esta masa de hielo se desplaza al interior del Océano Glaciar Ártico en dirección a la zona rusa de Siberia.

La noticia causó la inmediata reacción de los gobiernos de algunos países: Canadá anunció que todo barco que pretenda atravesar el ahora llamado “Paso del Noroeste” debe pedir permiso a su gobierno; Rusia respondió que es a su régimen al cual hay que pedir cuentas; y otras naciones reclaman que la nueva ruta marítima debería pertenecer a aguas internacionales de acuerdo a la Convención de la ONU sobre el Derecho del Mar. Para un imaginario ser humano inmortal, nacido en la era prehistórica, estas discusiones serían banales y perturbadoras, puesto que por experiencia, él sabría que el desplazamiento de bloques de tierra o hielo puede provocar consecuencias trágicas para toda la humanidad por el calentamiento de corrientes marítimas. Este suceso es otra evidencia de los peligros del calentamiento global ya son notorios en las costas de Oceanía y pequeñas islas del Pacífico. (Ver (%=Link(«http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=89620 «,»ipsnoticias.net»)%) y (%=Link(«http://www.avaaz.org/es/islands_climate_warning/?cl=124793266&v=2118″,»avaaz.org»)%)
).

En la novela La Balsa de Piedra, José Saramago ironiza sobre las disputas políticas que origina el desmembramiento de la Península Ibérica del resto de Europa. Los gobiernos de España, Francia e Inglaterra – por su soberanía sobre el Peñón de Gibraltar – reclaman la zona que quedó en el continente de acuerdo al paso de la grieta que los separó de aquello que, la prensa sensacionalista, bautiza como La Nueva Atlántida. Estados Unidos también se involucra, interesada en anexar a la gran roca aunque tome la dirección de Sudamérica, mientras que “(…) Algunos países miembros de la Comunidad Económica Europea llegaron a manifestar cierto desprendimiento, hasta el punto en que insinuaron que si la Península Ibérica quería marcharse, que se fuera, que el error fue haberla dejado entrar (…)». Y así, en esta obra, políticos y periodistas dedican sus esfuerzos a debatir las consecuencias políticas del desprendimiento de esta gran roca europea, en lugar de preocuparse por la causa del fenómeno tectónico que la causó y que podría reproducirse en otras partes del mundo.

Parece broma, pero no lo es, porque las primeras reacciones a nivel mundial sobre la balsa de hielo que ahora “navega’ por el Polo Norte son muy semejantes a las de la ficción de Saramago, con gobiernos que dan prioridad a reclamos nacionales en lugar de convocar a un debate mundial sobre las causas y consecuencias de semejante fenómeno tectónico.

Lo que separa a la humanidad no se ubica en ningún hemisferio geográfico del planeta, sino, en los vacíos de los hemisferios del cerebro de nuestra especie humana.

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