La avalancha silenciosa
La candidatura unitaria de Capriles le ha devuelto a gran parte de la oposición, el entusiasmo necesario para consolidar una opción victoriosa en las elecciones del 7 de octubre. Los venezolanoss encontraron un liderazgo al nivel de los tiempos que vivimos, con un discurso compenetrado con los sectores populares y de la clase media empobrecida, sin espantar al gran capital que espera un clima de seguridad jurídica para invertir e impulsar el desarrollo económico y el empleo. Con un lenguaje sencillo pero acertado para hacerse entender por la mayoría de un pueblo que se siente nuevamente engañado, Henrique Capriles le ha quitado la calle al Presidente Chávez, quien se limita al uso abusivo de los medios de comunicación social y al paseo en carroza por las avenidas de las principales ciudades del país, aún antes de su enfermedad.
La avalancha de votos conmovió a propios y extraños, incluyendo a un sector importante de abstencionistas, algunos de los cuales pudieran sumarse a la firme decisión de más de 3 millones de venezolanos, de reestablecer un régimen plural y de respeto a las diversas opiniones. Las dudas acerca de la disposición de la mayoría a participar en las elecciones, ganarlas y hacer respetar el triunfo, quedaron absolutamente disipadas. La avalancha de votos puede convertirse en un torrente humando que haga imposible cualquier intento de fraude por parte del oficialismo.
Un triunfo arrollador de Capriles debería hacer cambiar el pensamiento continuista del candidato presidente, quien debiera dedicarse a cuidar su salud, y de las instituciones fundamentales de la nación, para abrirle cauce a la alternabilidad democrática, para beneficio de los 28 millones de venezolanos que quieren convivir pacíficamente en libertad.
La sorpresa para la mayoría de los venezolanos e incluso para analistas internacionales, por la concurrencia de más de 3 millones de ciudadanos inscritos en el Registro Electoral Permanente (REP) a las elecciones primarias convocados por la Mesa de la Unidad Democrática, el pasado 12 de febrero, se debió a múltiples factores políticos y sociales del momento histórico que vive nuestro país y gran parte de las naciones conectadas no sólo con las nuevas redes sociales, sino también con las nuevas realidades políticas y culturales que marcan el presente y el futuro inmediato del mundo en que vivimos.
Los pueblos pueden soportar en silencio o bajo protesta, abierta para algunos, y solapada para otros, la acción represiva de regímenes totalitarios, o gobiernos autocráticos, generalmente arbitrarios en sus procedimientos, que discriminan, cuando no persiguen, a algunos y a otros no, que estimulan el culto a la personalidad del jefe, a condición de permitir toda clase de corruptelas y violaciones la ley, hasta que los más ignorantes logran informarse de que están siendo engañados o manipulados para beneficio de unos pocos, y deciden sumarse al torrente de quienes desafían la violencia y señalan el camino correcto para superar la exclusión, la pobreza y el atraso, y abrirle caminos al progreso y bienestar de la mayoría.
Lo hemos visto y hasta vivido, lo estamos viendo en nuestro tiempo, en naciones especial y lamentablemente subdesarrolladas, cómo han surgido regímenes dictatoriales en algunas naciones todavía dominadas por la superstición religiosa que las empujan a creer en el origen divino de algunos sátrapas que se hacen millonarios saqueando las riquezas de esas naciones, para enriquecerse en lo personal, y otras que han electo gobernantes que han escondido muy bien sus apetencias personalistas y sus garras de autócratas, que ponen en práctica una vez que logran controlar los Poderes Públicos y anulan el mandato constitucional del respeto a los Derechos Humanos, de la alternabilidad en el poder y del carácter federal y democrático de la República. Afortunadamente también estamos presenciando la caída violenta de algunos tiranos como los del Medio Oriente, y de algunos dictadores o aspirantes a tales, como, ayer con Augusto Pinochet en Chile, y como puede y debe suceder en el futuro inmediato, con Hugo Chávez o quien lo represente, el 7 de octubre, mediante el voto.
La avalancha silenciosa de votos a favor de Henrique Capriles Radonsky, es indicador de la búsqueda de una salida electoral y pacífica de un pueblo que ya considera agotadas sus esperanzas en las promesas de Hugo Chávez y sus compañeros de ruta. El mismo Hugo Chávez que apareció en 1998 como la posibilidad de un cambio progresista para millones de venezolanos abandonados por la élite gobernante del momento, que convirtió a los partidos políticos en maquinarias electorales para ganar elecciones y no para buscarle solución al desempleo, la falta de viviendas y otras carencias sociales, aparece hoy como la encarnación del fracaso, de una nueva frustración de los más pobres, que no han encontrado un líder y un equipo humanos que los guíe hacia el empleo seguro de quince y último con prestaciones sociales y una buena educación y salud para sus familiares. Ese será el rol histórico de Henrique Capriles Radonsky.