La Asamblea y la calle
La Asamblea Nacional se instaló en un marco muy complicado para el país. Ese marco está constituido por los siguientes elementos:
1. Sustracción de la capacidad legislativa de la AN por vía de la «legislación express» impuesta por el gobierno en diciembre y por la Ley Habilitante. En la práctica mutilaron la posibilidad de legislar, la que sólo devolverán en retazos o en presencia de una fuerte presión en la calle.
2. Radicalización del gobierno sobre la base de la tesis según la cual la pérdida de popularidad no es porque se va muy rápido sino porque se va muy lento, tal como la izquierda radical del régimen sostiene.
3. Paquetazo económico que en forma inevitable e irreversible va a agregarle combustible a la inflación del país, la más alta de América Latina, y que por lo tanto va a incrementar el descontento social sin resolver el atasco suicida de las políticas prevalecientes, salvo con el auxilio siempre oportuno del mercado petrolero capitalista.
La AN representa una tribuna importante para la oposición. Hoy se demostró que la diferencia le es muy favorable, no sólo por el uso del lenguaje sino porque las limitaciones de un discurso subordinado contrastan con la frescura de un discurso libre. A esta comparación permanente le tiene temor el oficialismo, de allí que junto a otros propósitos, sea indispensable para el gobierno eliminar las sesiones frecuentes y abiertas a los medios de comunicación. No es que dentro de las filas rojas no haya diputados que piensen pero están incapacitados de expresarse con soltura y terminan como robots.
La mayor parte de la oposición ha comprendido la deriva dictatorial del gobierno, por tal razón hasta los más crédulos ya no se hacen ilusiones sobre la democracia en manos de Chávez y entienden que sin la resistencia popular no hay salida democrática posible. La disposición de los universitarios de no acatar la Ley de Universidades que cercena la autonomía fue terminante y el gobierno sabía que la rebelión venía. Por eso retrocedió. Idéntico ocurre con el malestar por la devaluación, a lo que se iba a agregar el programado aumento del IVA como bencina para la insubordinación. Por eso también retrocedió. En este panorama, la acción opositora seguramente se concentrará en trabajar desde la calle hacia el parlamento; por ejemplo, ahora sí parece que se va a discutir más ampliamente la Ley dada la actitud rebelde de los universitarios. Mientras que el oficialismo pretenderá salirse por la tangente, apelando al «poder popular» expresado en el poder comunal para evitar que la AN cumpla su papel.
Se puede estimar que el nuevo escenario después de la instalación de la AN será la calle. Para la oposición, porque sabe que sólo puede hacer valer su presencia institucional si hay resistencia social que obligue a que sus posiciones sean tomadas en cuenta. Para el gobierno, porque pretende subordinar la AN a un inconstitucional poder comunal que no es más que un mecanismo controlado financiera y políticamente por el régimen, para crear una ficción de participación social.
En su estrategia de control totalitario del país el propósito del gobierno es el de anular el funcionamiento de la AN. El de la oposición tendrá que ser el de insistir en la calle como su escenario central. El que los diputados opositores no hayan entrado escondidos -como algunos dirigentes propusieron- sino respaldados por una manifestación ciudadana, es una muestra de la tarea que tienen por delante.