Opinión Nacional

La arepa cuadrada

El triunfo obtenido por el gobierno en las votaciones de la enmienda constitucional del 15 de febrero pasado ha envalentonado al palacio de misia Jacinta para arremeter, con todas sus fuerzas y abusos, contra las bases económicas de la nación.

Se incrementan las acciones contra fundos productivos que en poco tiempo serán rastrojos. Se intervienen plantas productoras de alimentos pues no cumplen con disposiciones futuras. Se inspecciona con fines terroríficos o terroristas a empresas que tienen todo un historial de competencia y buenos resultados para con el mercado venezolano.

Más la gota que rebasa el vaso la conforma el deseo del nuevo ministro de comercio que aspira a regular el precio de las arepas rellenas, que nosotros llamamos tostadas, en un bolívar cincuenta.

Para ello, el ministro, divide el precio regulado de un kilo de harina de maíz entre las supuestas veinte arepas que se pueden fabricar con él. Además divide el precio de un kilo de cochino entre las porciones que deben salir de ese kilo y suma esos dos resultados.

Ahora bien, ¿cuanto cuestan los empleados que una arepera debe tener para fabricar y comercializar sus productos? ¿Cuánto paga el propietario de la arepera por el alquiler del local? ¿Cuánto cuesta la vigilancia, imprescindible, para que su local no sea asaltado por los malandros que pululan en la ciudad? ¿A cuanto ascienden los impuestos nacionales, estadales y municipales, amén de contribuciones parafiscales a los que está sometida toda empresa venezolana? ¿Sigue siendo lícito que ese empresario obtenga una ganancia razonable?
Hemos escuchado que solo el rubro de impuestos, en el sector de comercialización de alimentos, léase, restoranes y afines, asciende a algo que se acerca peligrosamente al cincuenta por ciento. Es decir, el Estado, pobre excusa, que recibe emolumentos para la administración central, para la administración del estado y la del municipio, es “socio” a partes casi iguales, no solo con el empresario, sino que comparte la nómina, los costos directos variables y los fijos de toda la empresa. Además, luego participa en la recolección del impuesto sobre la renta.

Ya vivimos esta experiencia. Por la insensatez de algún miembro del primer gobierno de Carlos Andrés también se regularon las tostadas. El resultado no se hizo esperar. Desaparecieron las areperas por algo así como diez años.

Vemos que esta administración lee y sigue con fidelidad todos los errores que cometieron nuestros gobiernos anteriores y, entre otras cosas, olvida que los empresarios de las areperas, sus trabajadores y la inmensa mayoría de sus clientes son venezolanos, generalmente, de las clases menos pudientes.

Cada día, este gobierno, se parece más, no solo al de Carlos Andrés I, sino a todo lo pernicioso de todos los gobiernos anteriores.

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