La alternativa democrática
“Cualquier legitimidad se deteriora después de una prolongada ineficiencia”. Recuerdo una vez más esta frase del politólogo Giovanni Sartori, porque describe acertadamente la actual situación de Venezuela. La legitimidad de Chávez se fundamenta, básicamente, en el carisma del Mesías militar y en la “fortuna” de USD 950.000 millones en ingresos, durante los 11 años de gobierno, que además de alimentar la corrupción de una nueva “burguesía”, le permitió distribuir entre los sectores más pobres una parte de esos recursos, aliviando en algo los efectos de la miseria, pero sin crear las condiciones de un desarrollo sustentable. Se repartieron los peces, pero no se enseñó a pescar. Pero ahora empiezan a escasear no sólo “los peces”, sino el agua y la luz. La “potencia energética mundial”, en palabras de Chávez, debe racionar la energía. El gobierno le echa la culpa al fenómeno climático del “niño, que afecta con la sequía a otros países de América Latina, pero sólo Venezuela está en emergencia absoluta. La incapacidad y la ineptitud del gobierno han producido el colapso de los servicios públicos de salud, transporte y educación. La inseguridad es aterradora y la inflación más alta del continente será agravada por la reciente devaluación del bolívar “fuerte”. El desabastecimiento de productos alimentarios es cada vez más recurrente y se “resuelve” espasmódicamente con importaciones masivas. El parque industrial venezolano está siendo destruido por la falta de inversión, las estatizaciones y la inseguridad jurídica. La industria petrolera, la “gallina de los huevos de oro”, ha disminuido considerablemente su producción e incrementado exponencialmente su deuda.
Esta “prolongada ineficiencia” ha provocado una relevante reducción del apoyo popular a Chávez, que recordemos ganó las elecciones del 2006 con el 63% de los votos y ahora su aprobación ronda alrededor del 40%, con una clara tendencia a la baja. Frente a esta situación, Chávez ha decidido acelerar la deriva totalitaria del régimen buscando ocupar más espacios en la sociedad, confiscando empresas, cerrando medios de comunicación e intimidando a los demás, secuestrando atribuciones de gobernadores y alcaldes opositores, reprimiendo violentamente las manifestaciones y arrestando u obligando al exilio a líderes democráticos.
Las encuestas serias nos muestran que la disminución de los chavistas no se refleja en un paralelo crecimiento de la oposición democrática, sino en el aumento de los no alineados (“ni-ni”), que son cada vez más críticos del presidente, pero no se ubican en la oposición. La oposición está en mejores condiciones que en el pasado, la llamada Mesa de Unidad Democrática ha conseguido unificar esfuerzos y está logrando la hazaña de presentar un frente unido de cara a las elecciones parlamentarias de septiembre. Sin embargo, para transformarse en una alternativa creíble debe fundamentalmente proyectar un mensaje de cambio y esperanza, entre el creciente número de desilusionados con la “revolución”. Las elecciones parlamentarias son cruciales no sólo por el número de escaños que el ventajismo oficial y la falta de imparcialidad del árbitro permitirán obtener, sino sobretodo para aprovechar la campaña electoral para organizar, movilizar y proyectar la alternativa democrática. Las elecciones son un paso insuficiente, pero necesario, en el camino del inexorable cambio democrático en Venezuela.