Opinión Nacional

La abstención cumplió sus objetivos

La Historia (con mayúscula), ya lo registró: el principal objetivo de la abstención, fue mostrarle a todos en forma contundente; dentro y fuera del país, que el actual régimen venezolano—al contrario de lo que afirma su propaganda, y la propaganda de sus aliados comunistas de Venezuela, América y Europa—no es apoyado políticamente, por los habitantes de menores ingresos (ya sean éstos llamados despectivamente “clases bajas” ó “estratos socio-económicos D y E”)—no lo ha logrado ni despilfarrando dinero a través de diversos programas populistas, ni subliminalmente prometiendo impunidad a quienes le sean incondicionales, como un vil estribillo los invita a declarar: “con hambre y sin empleo con Chávez me resteo”.

Completamente desnuda quedó la mediocridad de los “políticos” oficialistas y “de oposición”—así como de no pocos “analistas políticos” y firmas “encuestadoras”—que aseguraban que con las misiones, las becas, y las nacionalizaciones a granel, el régimen había comprado el apoyo político de entre el 60 y el 70 % de los venezolanos sumidos en la pobreza y la miseria, y a quienes hasta las propias estadísticas del régimen ubican en no menos del 52 % de los hogares venezolanos ó hasta el 80 % de la totalidad de la población. Los venezolanos—en su clara mayoría de escasos ingresos—abofetearon por igual, a los politiqueros oficialistas y “de oposición”, demostrándoles contundentemente, que la dignidad no puede comprarse.

Demostrándoles que el pueblo venezolano, que desde 1958 ha estado aprendiendo sobre democracia, es muy distinto al cubano, que nunca la ha conocido, al pasar de colonia española (dictadura eclesiástica), a dictaduras militares y comunistas que nunca le han permitido ejercer sus derechos humanos.

Patéticamente en evidencia ante todo el mundo quedó expuesta la grotesca diferencia—en cuanto a valores morales—que existe entre la inmensa mayoría de los venezolanos (los que se abstuvieron de votar) y los grupos de politiqueros sin escrúpulos, asociados para las “elecciones” locales del 7 de agosto de 2005, en… ¡ 906 ! “partidos políticos” y “grupos de electores” ; ya que, hasta el “más poderoso” de todos ellos—el Movimiento Quinta República (MVR)—apenas logró captar el apoyo (según las cifras oficiales del CNE), de 1 millón 321 mil 571 de los electores inscritos (estos últimos contabilizados oficialmente en 14 millones 363 mil 390), lo que equivale a apenas al 9,20 %.

La amoralidad de algunos curas, militares y civiles, quienes por sus bajos y mezquinos intereses personales, cantan loas al régimen—es aparentemente incurable—como lo indica el hecho de que los politiqueros, tanto oficialistas como “de oposición”, ya están tratando de llegar a acuerdos “políticos” para escoger a los candidatos a diputados para las próximas “elecciones” de diciembre de 2005… ¡ Hasta Tulio Alvarez está llamando a votar !…, a pesar de que el segundo principal objetivo de la abstención también se cumplió: desconocer al poder electoral, como manda el Artículo 350 de la Constitución, por su totalmente pública y transparente, ilegitimidad e ilegalidad–públicamente demostrada por la ONG Súmate.

El primer indicio de que en Venezuela no existe una verdadera autoridad electoral, sino aparentemente, una instancia dedicada a impedir el libre ejercicio del derecho al voto, ocurrió el 15 de agosto de 2004, durante el referéndum revocatorio; (cuando oficialmente fueron contabilizados 5 millones 895 mil 189 votos a favor del «NO» equivalentes al 42% de los 14.037.900 electores oficialmente inscritos para votar, lo que significó un enorme incremento de la popularidad del régimen–un 10%–equivalentes a 2 millones 137 mil 416 votos más que los que obtuvo en julio de 2000, a pesar de las masivas y constantes protestas de todo tipo en su contra para el momento del revocatorio); el segundo indicio fue expuesto al mundo, el 31 de octubre de 2004, cuando se “eligieron” alcaldes y gobernadores, y–por ejemplo,–los gobernadores en ejercicio de los estados Anzoátegui, Carabobo, Miranda y Yaracuy, (todos de la «oposición»), perdieron las elecciones ante candidatos (todos del oficialismo) a todas luces ampliamente rechazados por los habitantes de esos estados; y el tercer indicio acaba de ser expuesto ante el mundo, el 7 de agosto de 2005, durante las “elecciones” de concejales y miembros de las juntas parroquiales; cuando hasta los partidos minoritarios aliados del régimen, todavía hoy continúan voceando sus denunciadas irregularidades electorales.

¿Porqué entonces siguen los politiqueros llamando a votar?. Es simple: su mediocridad, su amoralidad y su evidente cobardía, no les permiten hacer lo que debe hacerse: liderar a esa inmensa mayoría de venezolanos—que hasta el propio régimen ubicó el 7 de agosto en un 68% del país político—para que proteste en las calles, exigiendo ausencia total de elecciones, hasta que un verdadero poder electoral sea electo como manda la Constitución.

Esta penosa realidad es sabida no solamente por la inmensa mayoría de los venezolanos—innegablemente evidenciado esto, por la abstención—sino también por la comunidad internacional; evidenciado esto último, por el hecho de que el Presidente de los Estados Unidos de América recibió en audiencia pública, a una de las dos únicas instancias ciudadanas que en Venezuela están defendiendo la legalidad y la democracia: la organización no gubernamental Súmate, sin que haya extendido igual invitación a ninguno de los partidos—o “líderes”—políticos del país. [La otra instancia ciudadana es el líder del partido Alianza Bravo Pueblo (ABP), Antonio Ledezma].

Lastimosamente, el actual régimen—como lo registran todavía muchos medios de comunicación social—está totalmente de espaldas a la nación venezolana (el pueblo), y dedicado únicamente a exportar no la “revolución bolivariana” que nunca ha existido, sino la paranoia del casi octogenario déspota cubano: usar el petróleo de Venezuela para exportar la patéticamente fracasada revolución cubana y «combatir» en todos los frentes internacionales a un molino de viento llamado «imperialismo yanqui».

Todos los politiqueros “de oposición” tienen seis años y medio viendo—cada vez más de cerca—el futuro de Venezuela, el cual ha estado descarnadamente expuesto desde el Cabo San Antonio, hasta Baracoa; desde La Habana, hasta la Bahía de Guantánamo; desde Pinar del Río a Santa Clara; y hasta en Matanzas, Cienfuegos, Camagüey, Holguín y Santiago de Cuba: ésta es una innegable prueba de que el pueblo venezolano PENSANTE está solo (a pesar de que como nos mostró la abstención, abunda entre los sectores de menores ingresos)—sin líderes y sin partidos políticos que lo representen legítimamente—y por ello debe apresurarse a escoger nuevos líderes y a fundar nuevos partidos.

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