Juventud, Globalización y Sociedad del conocimiento
RENTISMO Y SOCIEDAD DE LA INFORMACION
Comencemos por aproximarnos al concepto de globalización:
El prodigioso desarrollo de la técnica de las comunicaciones, que ha empequeñecido el mundo y hecho fácil la circulación de los hombres, de las ideas y de las riquezas; que ha establecido contacto entre todas las razas y todas las civilizaciones…ha acabado ya la unidad económica de la Tierra y está componiendo en otros dominios una sociedad que la comprenderá toda entera…
Las comunicaciones y otros factores de unificación son todavía impotentes para hacer de la Tierra una patria única, pero las grandes agrupaciones de pueblos son o serán muy pronto una realidad…
Este pensamiento, que parece sacado de los tratadistas de la globalización del siglo XXI, fue escrito por el novel economista venezolano Alberto Adriani, en 1931, en la lejana población de Zea, Estado Mérida, cuando contaba 33 años. El agricultor del Alto Escalante, hijo de inmigrantes italianos, fue designado primer ministro de Agricultura y ministro de Hacienda de Venezuela por el presidente Eleazar López Contreras, en 1936. Fue el principal redactor del Programa de Febrero, que dio a la nación instituciones modernas como el Banco Central de Venezuela, y fue el inspirador de instrumentos legales como la primera Ley de Impuesto sobre la Renta.
El joven estadista, que se había preparado en el Liceo de la Universidad de los Andes, en la Facultad de Ciencias Políticas de Santa Capilla y en las Universidades de Ginebra y Cambridge, escribió dicho pensamiento en su ensayo La crisis política actual y el Estado orgánico (1931).
El trabajo, preparado en medio de la Gran Depresión de los años treinta, a poco del Great Crash de 1929, alerta sobre la inminente agonía de la agricultura venezolana, los peligros de la sobre-valuación del bolívar para la producción agropecuaria e industrial y la excesiva dependencia de la economía de los ingresos provenientes del petróleo.
Este hombre de Estado, prematuramente fallecido a los 38 años en el esplendor de su labor modernizadora después de la larga noche de la dictadura gomecista, propicia como solución el desarrollo de una industria agro-exportadora, la modernización de nuestra educación con los más avanzados estándares de calidad, la industrialización en sectores con ventajas comparativas, el fomento de una economía diversificada, la integración de Venezuela al mas amplio espacio económico latinoamericano y la inversión de capitales internacionales en el país conforme a un plan orientador del Estado, capaz de movilizar las energías privadas de la nación.
Ochenta años mas tarde, henos aquí padeciendo los mismos problemas que Alberto Adriani advertía en 1931, enfrentando una nueva crisis financiera internacional, con una elevada dependencia de los ingresos petroleros y un crecimiento económico considerable pero frágil, al no estar fundamentado en el ahorro y la inversión sino en la frenética carrera del gasto público y privado. Hemos avanzado; pero no hemos desterrado el modelo de desarrollo rentístico que tanto ha retenido las oportunidades de expansión sustentable de la sociedad venezolana. Seguimos siendo una sociedad más consumista que productora y más especuladora que inversora.
No me cuento sin embargo entre quienes piensan que el petróleo no se sembró durante el siglo XX. A partir del Programa de Febrero de 1936, Venezuela no sólo construyó una democracia civil de indudable vocación social, sino que modernizó las instituciones del Estado, universalizó la educación primaria, secundaria y universitaria, avanzó en la industrialización, fomentó la ciencia y la cultura, desarrolló las industrias básicas de Guayana y creó una infraestructura de vialidad, puertos, aeropuertos y de transporte subterráneo que esta entre las mas avanzadas de América Latina (aunque muy deteriorada en la actualidad).
En 1936 Venezuela tenía menos de 3,5 millones de habitantes y sólo contaba con dos universidades y unos mil estudiantes universitarios. Hoy Venezuela exhibe más de cien institutos de educación superior y más de un millón de estudiantes universitarios. Estos avances se consolidaron después de 1958, cuando fue derrocada la dictadura del general Pérez Jiménez. Pero a partir de la bonanza petrolera de los años 70, el rentismo alcanzó su máxima expresión. Entramos en ciclos recurrentes de expansión y contracción económica, caída sistemática de la inversión publica y privada, desinsitucionalización del Estado, aumento de la pobreza y conductas reñidas con la moral y la ética.
Venezuela sucumbió, desde 1974, a lo que los economistas del desarrollo denominan la Maldición de los Recursos (Resource Curse) y la Enfermedad Holandesa (Dutch Desease). Desde entonces hasta nuestros días, paradójicamente, la economía creció menos y generó menos empleos y más pobreza durante los períodos de mayor ingreso petrolero. Sufrimos lo que otro eminente venezolano, el Dr. Juan Pablo Pérez Alfonzo, calificó como intoxicación económica. La abundancia financiera producto de la explotación intensiva de un recurso natural puede convertirse en un serio obstáculo para el crecimiento y el desarrollo equitativo y sustentable de una nación.
Hoy el reto de los jóvenes venezolanos es derrotar el esquema rentístico del desarrollo, armonizar la explotación petrolera con la expansión sustentable del ahorro y la inversión en actividades reales generadoras de empleo, para modernizar la educación primaria, secundaria, técnica, artesanal, universitaria y postuniversitaria, y colocarla a la par de las mas avanzadas del mundo.
Podremos desterrar el modelo rentístico si nosotros los venezolanos, especialmente los jóvenes que hoy cursan estudios de bachillerato y universitarios, adoptamos los principios del desarrollo sustentable para superar nuestras carencias institucionales, consolidar la democracia social y económica, eliminar la pobreza y forjar una sociedad productiva y no consumista.
La Sociedad de la Información del siglo XXI ofrece oportunidades extraordinarias para alcanzar estas metas. La eficiencia económica para la pequeña, mediana y gran empresa, la preservación del ambiente y la equidad social deben ser los principios rectores dentro de un sistema democrático y una economía social de mercado, siguiendo el ejemplo del modelo social europeo, particularmente el de los países escandinavos, como Dinamarca, Finlandia, Noruega y Suecia.
JUVENTUD PLANETARIA Y GLOBALIZACION DESIGUAL
Entendemos la globalización como el proceso de integración de las economías mundiales y de las sociedades. La revolución tecnológica, las telecomunicaciones, las tecnologías de información, el Internet, la bio-medicina, las nuevas tecnologías de producción y procesos y la expansión de los flujos globales de bienes, servicios, capitales y personas, han transformado la manera como los jóvenes de hoy aprecian el mundo.
Estamos en presencia de una naciente juventud planetaria, interconectada por el Internet, el celular y el Facebook. De la juventud de hoy puede estar naciendo una ciudadanía auténticamente mundial. Esa juventud global comparte principios democráticos y libertarios que trascienden las fronteras de sus países. Las protestas estudiantiles contra la mundializacion perniciosa y a favor de las libertades ciudadanas no se convocan en mítines improvisados sino a través del celular. El padecimiento de violaciones a los derechos humanos ya no puede esconderse pues instantáneamente pueden originarse en Birmania o Zimbabwe y conocerse en Lima o Budapest.
Los antiguos nacionalismos irracionales y racistas no tienen cabida entre un joven de Beijing, San Petersburgo, Kyoto, Ciudad del Cabo, San Francisco o Caracas. La globalización les ha permitido viajar, trabajar en diversos continentes, acceder a las mejores escuelas, leer los más reputados tratadistas de las ciencias y las artes, realizar visitas virtuales al Museo del Louvre en Paris, al Museo Van Gogh en Ámsterdam o a la Pinacoteca de Sao Paolo.
Es posible que no haya una juventud mejor preparada en la historia que la que ahora estudia y ha salido de las universidades durante la última década. Pero no es menos cierto que en muchos países en desarrollo, especialmente los más pobres, la juventud ha quedado marginada de la digitalización universal y de la revolución tecnológica por carecer de los medios económicos para beneficiarse de la ellas. Se estima que de los 6.500 millones de personas que convivimos en el planeta Tierra, 2.000 millones habitan en países que prácticamente tienen poco o ningún acceso al Internet u a otras formas modernas de comunicación, especialmente en los países del África sub-sahariana, de Asia occidental y varias naciones de la desaparecida Unión Soviética.
Las ventajas y desventajas de la globalización son particularmente apremiantes para los países en desarrollo. 1.400 millones de niños vendrán al mundo antes del 2010, de los cuales el 92% verá la luz en los países en desarrollo. Para el 2025 nacerán 2.700 millones de niños. Casi el 50% de la población del mundo esta constituido por niños y jóvenes menores de 25 años. 85% de los jóvenes tiene una edad entre 15 y 24 años.
Las cifras son más reveladoras si se miden en términos de pobreza: 238 millones de jóvenes subsisten con menos de un dólar de ingreso por día, representando el 25% de la población del mundo que vive en condiciones de extrema pobreza. Alrededor de 130 millones de niños no asisten a la escuela y 133 millones de los jóvenes con edades de entre 15 y 24 anos no saben leer ni escribir. Entre un tercio y la mitad de ellos carece de empleo y el paro juvenil representa el 41% del total de desempleados.
Los jóvenes del mundo que se integran al mercado laboral con poca formación son los más vulnerables. Las nuevas tecnologías, según la Organización de las Naciones Unidas, han reemplazado el trabajo manual y los jóvenes con poca especialización encuentran difícil insertarse en la actividad productiva. En los países asiáticos recién industrializados, la demanda de mano de obra manufacturera y de servicios, ha afectado al joven trabajador rural. Esta externalidad negativa de la globalización puede ser un efecto transitorio que podrá ser superado con políticas educativas que permitan la incorporación de los jóvenes al vertiginoso proceso de industrialización asiático.
La industrialización genera también un proceso de urbanización. La ONU estima que para 2007 la población rural del planeta alcance a un 50% del total, frente a un 48% en 2003. Y la pobreza genera migraciones. La ONU calcula que en 2002 los emigrantes internacionales se elevaron a 175 millones, de los cuales el 15% -26 millones- eran jóvenes. Estos emigrantes proceden de países pobres que buscan mejores condiciones de vida en naciones ricas. Se ha constatado en las ultimas dos décadas un aumento significativo de la trata de niñas y mujeres jóvenes, quienes proceden no solo de países pobres sino de minoriza étnicas originarias, grupos rurales o de refugiados.
Los jóvenes en los países pobres están también sujetos a la trans-culturización y al consumismo. Adoptan los patrones de consumo de países ricos a través de los videos de música, la televisión y las producciones cinematográficas con un alto contenido de violencia. Los jóvenes de las barriadas marginales son particularmente vulnerables a esta ampliación masiva del consumismo, adecuando sus propias realidades y costumbres a los hábitos de naciones hiper-industrializadas y forjando una suerte de culturas hibridas que no aportan ningún beneficio a la formación integral del individuo sobre los valores del trabajo, la educación, la moral y la ética.
Ante estas consecuencias negativas de la globalización, han despuntado nuevas actitudes frente a la civilización consumista, como son la conservación del ambiente, la protección de los eco-sistemas y de las especies vegetales y animales en peligro de extinción, la búsqueda de un comercio justo y equitativo y la lucha por una distribución más equitativa de la riqueza mundial. Los jóvenes son los principales integrantes de organizaciones no gubernamentales, de organizaciones políticas ecologistas y de derechos civiles y de movimientos estudiantiles renovadores que combaten las pocas tiranías que quedan en el planeta.
RETOS DE LA JUVENTUD LATINOAMERICANA
La juventud latinoamericana muestra avances y enfrenta carencias similares a las de otras regiones emergentes del mundo. América Latina es el continente con la peor distribución del ingreso en el mundo. Las familias de más bajos recursos entran en un círculo vicioso, pues habitan en ciudades y poblaciones donde las escuelas no proporcionan la cantidad y calidad que deben tener, los profesores no son los mejor preparados, las condiciones físicas de las instalaciones educativas son las peores y los jóvenes sin especiales destrezas se ven obligados a abandonar los estudios de primaria o secundaria para ingresar al mercado de trabajo a temprana edad en labores de baja remuneración para complementar el ingreso familiar.
En las últimas décadas, sin embargo, los gobiernos latinoamericanos y la sociedad civil, en general, han tomado mayor conciencia de la importancia de la educación en la generación de un crecimiento económico sostenido y un desarrollo sustentable. La experiencia histórica en Europa, Norteamérica y Japón, y la de los países asiáticos recientemente industrializados, así lo demuestran.
Cifras de las Naciones Unidas señalan que la matrícula a nivel de educación secundaria en América Latina se ha duplicado entre 1970 y la actualidad. La matrícula de educación primaria ha crecido a un 97% actualmente, frente a un 75% en 1980. Sin embargo, estos progresos pueden todavía mejorarse, de tal manera que la matricula infantil alcance el 100% en 2015, y además los niños puedan completar la educación primaria. Estos adelantos, no obstante, han sido lentos e insuficientes y los países asiáticos superan con creces a los latinoamericanos.
La educación no puede verse en forma aislada del entorno socio-económico, institucional y cultural en el cual se forman los niños y jóvenes latinoamericanos. La salud, el acceso a agua potable, la seguridad alimenticia, los bajos índices de inversión y ahorro nacional, el saneamiento ambiental, las precarias infraestructuras, la corrupción, la droga, la deficiente gerencia pública, el crimen organizado, la discriminación y la desigualdad social entorpecen el acceso de los jóvenes de bajos recursos a una educación que responda a las exigencias que suponen la revolución tecnológica y la mundialización.
El Consenso de Santiago, surgido de la Cumbre de las Naciones Unidas, celebrada en Chile en 1998, estableció los objetivos que en materia de educación fueron recogidos en la Cumbre del Milenio de 2000, a saber:
• Acceso universal a la educación primaria y su culminación para el ano 2010;
• Acceso a una educación secundaria de calidad para por lo menos el 70% de los jóvenes;
• Ampliación del acceso y calidad de la educación universitaria.
Para alcanzar estos objetivos, es necesario incrementar al gasto en educación como porcentaje del producto interno bruto (PIB). Aunque en los países industrializados este porcentaje es igual al del promedio de América Latina (5%), la experiencia del Asia, incluida China y la India, nos enseña que dicho porcentaje debe elevarse a entre un 8% y 10% del PIB de manera sostenida durante dos decadas por lo menos, sin dejar de mejorar la calidad misma de la educación.
CONCLUSIONES: LOS REFERENTES UTILES
1) La globalización ha traído consecuencias positivas para la juventud, sobre todo en la gestación de una cultura favorable al desarrollo sustentable y a la incipiente formación de una conciencia ciudadana planetaria. La distribución de los beneficios de la globalización ha sido desigual, particularmente en los países más pobres de África y América Latina.
2) Las mejoras en la educación en América Latina son limitadas en comparación con los avances que en las últimas décadas han registrado los países emergentes de Asia. La desigualdad social y la mala distribución del ingreso y la riqueza merman las posibilidades de ampliación de las oportunidades de desarrollo de la juventud latinoamericana. Las políticas educacionales de los países asiáticos y el cumplimiento de las metas del Consenso de Santiago son hoy más imperativos que nunca por el agravamiento de muchos de los problemas estructurales de las sociedades latinoamericanas.
3) Los retos de la juventud venezolana están asociados a la resolución del dilema entre abundancia y escasez en un país minero que sufre secularmente de la Maldición de los Recursos y de la Enfermedad Holandesa desde la bonanza petrolera de los anos 70 del siglo XX. La experiencia noruega, país que ha podido armonizar la explotación petrolera sin destruir valor en la agricultura y la industria, representa un referente para la juventud venezolana de hoy, que deberá muy pronto tomar las riendas de la conducción del país y evitar la intoxicación de los recursos y la ficción de que solo con ingentes ingresos mineros se puede alcanzar el desarrollo sin optimizar los beneficios de la sociedad del conocimiento del siglo XXI, que es hacia donde debemos apuntar.
Permítanme para terminar recordar el pensamiento de otro excepcional joven venezolano: Antonio José de Sucre. En Circular dirigida a los Cabildos, después de libertar Ecuador a los 27 años, El Abel de América declara sobre la misión superior de la educación:
“Este es el más sagrado deber de las autoridades delante de Dios y de los Hombres.”
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