Justicia: ¿dónde estás?
Nuestro pueblo cree todavía en la justicia, la cual tiene como cometido hacer pagar por los agravios, por la violencia, por los abusos y por la violación de los derechos de los ciudadanos. Las madres que han perdido a sus hijos claman por justicia; las víctimas de estafas y atropellos esperan justicia; quien ha alquilado el único bien atesorado durante años, espera que la justicia le devuelva su apartamento o su casa; quien ha sido expropiado espera, al menos, que la justicia se imponga y se le pague una indemnización justa. Pero, esto no ocurre.
Los victimarios se desplazan sin problemas por las calles sin haber sufrido castigo alguno, ni reparado su agravio; quienes se han aprovechado de fondos públicos adquieren propiedades y poseen abultadas cuentas sin que se les exija responsabilidad; los beneficiarios del poder están por encima de las leyes; y solo un pequeño grupo de excluidos por diversas razones, económicas o políticas, pagan o expían culpas ajenas.
Esto nada tiene que ver con la justicia y con el derecho, valores que hacen posible la convivencia pacífica de los ciudadanos.
Todos los años, miles de jóvenes ingresan a nuestras escuelas de derecho, ahora diseminadas por todo el país y que llegan a cuarenta y seis, con la ilusión de conocer las leyes y convertirse en expertos abogados que luchen por la justicia.
La tarea de los profesores resulta dura y frustrante. Con la disertación sobre los hermosos principios del derecho y la discusión y análisis de los casos surge la contradicción entre lo que señalan las normas y la forma como se resuelven los conflictos que se presentan a diario y son recogidos por los medios de comunicación.
Profesor, ¿usted qué opina?, ¿es posible que se le dé una interpretación a las leyes contraria a la letra o a su espíritu?, ¿es posible que defendiendo una causa justa no encuentre la respuesta adecuada del sistema de justicia?, ¿es posible que un inocente resulte condenado y quienes merecen ser sancionados queden absueltos de toda culpa?
Las respuestas son todas afirmativas y, entonces, el desánimo se extiende y los estudiantes se preguntan por la razón de la escogencia de su carrera.
Entre renunciar a la búsqueda de la verdad, negar el imperio de la justicia y plegarse a los designios de los que trafican o comercian con el derecho, queda la angosta vía de luchar por la sociedad de los hombres justos que deben imponerse a los poderosos y valientes que encarnan los antivalores que se han impuesto.
En el derecho, como vía para llegar a una vida social en paz en la que impere la justicia debe centrarse nuestro esfuerzo. El cumplimiento del deber exige como contrapartida el estímulo; y la actuación contraria a la ley, debe tener la respuesta oportuna de la sanción ejemplarizante.
Por ello debemos luchar, ya que estas exigencias básicas se inscriben en el corazón de nuestros más humildes ciudadanos, desconcertados ante el triunfo de la injusticia y la impunidad.
Es el reto que enfrentamos como venezolanos y como fervientes creyentes en el Estado de derecho, que impone sujeción a la ley y respeto a los derechos de otros. El pueblo de Venezuela reclama justicia.