Jugando a ser dios y/o ser dios 3
Continuamos con el cuento. Para lograr su objetivo, Peb comenzó por su propia casa. Adquirió una gran estatua del dios Ptah. Habilitó hornacinas, mensuras, frontales, etc., cubrió bien todos los resquicios de su vivienda hasta conseguir una atmósfera en adecuada penumbra y, junto a este santuario, creó una sala de reunión en donde poder hablar a sus seguidores.
Peb no perdía tiempo para ganar adeptos. Un día consideró que había llegado el momento adecuado y comentó a uno de sus más fieles seguidores, Khaemkhat, cuáles eran sus intenciones: abandonar el servicio en el Gran Templo y le contó cómo su experiencia en ese templo había abierto las puertas del conocimiento llegando a ser consciente de su propia divinidad. Peb narró, con todo lujo de detalles, cómo una de las mañanas que pasaba junto al Lago Sagrado escuchó una fuerte voz, la cual, después de llamarle por su propio nombre se presentó como el Creador, manifestándole que había llegado la hora de que conociese su verdadera naturaleza: Peb era el mismo dios Ptah personificado.
Su “mano derecha y zurda” quedó asombrado, y pensó en alta voz: “¿Cómo puede ser posible?, ¿estará diciéndome la verdad?, aunque por otra parte, ¿por qué me iba a mentir?”. ¿Acaso no había sido testigo de la grandeza de sus obras?, ¿acaso uno de sus superiores no había confiado en él mostrándole parte de los trabajos que le encomendaban y revelándole ciertos secretos?, ¿no era cierto que cada vez más personas se reunían bajo su mando?, ¿quién era él, humilde siervo para ponerlo en duda? Ciertamente, se convenció Khaemkhat, Peb desprendía un halo de divinidad y poder, sus palabras eran dulces y casi mágicas para quienes le entendían y adoraban. A él le escuchaban más que a todo el resto de personas que trabajaban en el Gran Templo.
Peb supo hacer muy bien su papel. En pocos días todos los artesanos del Gran Templo de Ptah partidarios suyos eran conocedores de su divinidad y se colocaron a su lado. Así puso en marcha todo lo que había tramado y preparado con sumo cuidado.
Escogió a sus íntimos colaboradores al servicio del nuevo dios Ptah-kheperu que, como les explicó, no era más que una manifestación del propio Ptah, él mismo, divinidad de la que participarían uniéndose a él, haciéndoles creer que ellos también tenían poder sobre el resto de los “íntimos” mientras fuesen su mano derecha. Fue tal su “magia” que hasta consiguió incluir en sus “adeptos” a importantes artesanos del Gran Templo de Amón.
Pero entre su “fieles” había varios que no se creían totalmente ese “cuento” de su divinidad, ni estaban conformes de cómo se desarrollaban los acontecimientos y, aunque así lo manifestaron en voz baja, esperaron junto a Peb para ver cómo pasaba todo. ¡Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia! Este relato esta en la historia antigua. Seguiremos.”La falsedad tiene alas y vuela, y la verdad la sigue arrastrándose, de modo que cuando las gentes se dan cuenta del engaño ya es demasiado tarde”, Miguel de Cervantes Saavedra, 1547-1616, Escritor Español.