Juan Carlos Rey
Hay honra, gratitud y afecto en lo que escribo con motivo del “Doctorado honoris causa” que le ha sido conferido por la Universidad Central de Venezuela a nuestro querido profesor Juan Carlos Rey el 7 de mayo reciente. Allí, en el Paraninfo de esa casa de estudios, pronunció un magnífico discurso que tituló expresivamente “(%=Link(«http://analitica.com/va/politica/opinion/1729969.asp»,»Elogio y apología de la política»)%)
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Hay honra, digo, porque si a alguien debe conferirse el título de “Padre de la Ciencia Política Venezolana”, es a él. Se que él mismo negará esta calificación que considerará presuntuosa, pero su prolífica bibliografía, su actividad docente, sus logros en el campo de la investigación, su labor como miembro del Instituto de Estudios Políticos fundado por el doctor Manuel García Pelayo, sus tareas dentro de la actual Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la UCV, su responsabilidad en la creación de la Escuela de Estudios Políticos y Administrativos, su autoridad e impacto intelectual en los diferentes foros nacionales e internacionales en los que le toca participar, ponen en evidencia que no hay espacio, en los múltiples territorios de la ciencia política venezolana contemporánea, que no esté sembrado por su pensamiento brillante, obra fecunda y huella orientadora.
Hay gratitud, digo, porque el país, la Universidad, colegas, alumnos y lectores, reconocen la labor de este intelectual venezolano que ha dedicado su vida a reflexionar sobre los valores a los que se puede acceder a través del ejercicio de la política como forma excelsa de búsqueda insistente para el bien colectivo. Como quien descubre un don, la política es para Rey instrumento especializado a través del cual se construye y ejerce la democracia como sistema de vida antípoda al totalitarismo y la dictadura. Su obra es un laboratorio vivo de estas afirmaciones y su lectura o relectura son recomendación honesta.
Hay afecto, digo, porque todos estamos en deuda con Juan Carlos Rey, por haber contribuido, y de qué forma, a crear conciencia política plural, visión crítica y perspectiva de lo que debemos hacer y podemos ser como ciudadanos libres vinculados a ideales democráticos más allá de personalismos invasivos. Hay afecto, insisto, en quienes tuvimos el privilegio y la responsabilidad de ser sus primeros alumnos en la Escuela de Estudios Políticos y Administrativos, de la cual es uno de sus pilares fundamentales. Y hay respeto y cariño además, en sus colegas antiguos y recientes y en la comunidad universitaria en general por haber recibido de su intelecto y de su compañía, una razón para seguir creyendo en los ideales de justicia, paz y libertad sin los cuales la democracia no es posible.
Hoy tal vez más que ayer hacen falta en Venezuela pensadores de su talla y voz, que otorguen tal emoción a las ideas, al estudio, a la creación, a la noción primera de que la política es fecunda para hacernos libres y soberanos. Es un orgullo para mí haber escrito estas palabras para nuestro maestro de siempre, Juan Carlos Rey, al que hoy abrazamos.