Opinión Nacional

Johnson Delgado

Táchira ha sido una de las entidades donde más fuerte y sistemáticamente se ha sentido la vocación totalitaria del régimen. No hay un milímetro de espacio de la disidencia que no reciba la mordida de persecución de la gobernación, por sí misma, a través de los órganos dependientes del poder público y de los irregulares del vecino país tan respetados y reverenciados por el oficialismo.

Recordemos, cuando se realizaron las elecciones inaugurales de la Constitución de 1999, contra los parlamentarios popularmente electos de la oposición fueron organizadas distintas jornadas de agresión por el poder establecido, pulverizando toda noción de democracia y de representatividad (elementos que posiblemente la síntesis de representatividad democrática), proclamada cínicamente como piedra inaugural de la otra república. Luego, reconocido hasta el 40% de la votación opositora, apenas entra un único parlamentario adverso en el concierto del oficialismo, gracias al perverso sistema electoral vigente en la era pretendidamente protagónica y participativa.

La entidad andina ha operado quizá como el laboratorio de vitrina de la experiencia actualmente padecida por todos los venezolanos. La peligrosa mezcla de la arbitrariedad y el sectarismo que no impide la asombrosa desorientación de los que acumulan un exceso de poder, incluyendo no pocas denuncias en torno a la corrupción doméstica, junto a las modalidades represivas empleadas por el gobierno regional, arroja un saldo de secuestros, muertos, heridos, prisioneros, amenazas y efectivas persecuciones con todo disidente. No obstante, ha servido para evidenciar la calidad y el coraje de una oposición que bien ejemplifican el diputado nacional César Pérez Vivas y el diputado regional Jonson Delgado.

El parlamentario regional, desde el primer instante de la reelección, ha sido objeto de toda suerte de amenazas. No olvidemos que, a pesar de la inmunidad, en anteriores ocasiones fue arrestado y perseguido en cualquier rincón de la montaña, no precisamente para extenderle un saludo caluroso y cordial. Y, como suele ocurrir en cualquier parte del mundo, una comisión como la de contraloría ha de presidirla una figura representativa de la oposición, pero –siendo el único adversario del gobierno- hay una campaña que ha extremado el ensañamiento no sólo para borrarlo de tan importante comisión, sino para levantarle la inmunidad, imputarlo y enjuiciarlo nada más y nada menos porque solicitó la renuncia del gobernador Ronald Blanco La Cruz, delito tipificado únicamente en los manuales de supervivencia a cualquier precio de quienes ejercen el poder.

La cobarde persecución de Jonson Delgado, ilustra muy bien no sólo la vocación totalitaria del régimen, sino el valor que tiene una oposición que hace historia. Y los socialcristianos sentimos el orgullo de aportar tamaño testimonio en la era donde la angustia y el miedo naturalmente se extiende al mostrar el poder sus fauces.

II.- Mediática Santidad

Apreciamos altamente el aporte realizado por Karol Wojtyla a los esfuerzos consignados por Juan XXIII y Pablo VI, en esta era de inmensas dificultades. De coraje, reflexión y kilometraje se hizo un camino que sigue interpelándonos, siendo o no creyentes. No obstante, tras el obvio despliegue mediático de tan lamentable desaparición física, flotan como corchos en la corriente los comentarios más banales, incluyendo la postura artificial del alto gobierno venezolano que, para el momento de suscribir las presentes notas, no ha estampado sus condolencias en la Nunciatura, al menos, como una diligencia diplomática de rutina.

Las matizadas posturas conservadoras o progresistas, emergen con facilidad en la conversación cotidiana. Pareciera de mayor impacto “teológico”, el tratamiento noticioso y tecnológico del acontecimiento, consecuencia involuntaria del despliegue que ha corrido con la afortunada atención de las agencias, antes que la meditación que debe suscitar.

Podrá aseverarse que el espectáculo no reside tanto en los medios que, por una parte, inevitablemente tienden a espectacularizar todo evento, y, por otra, encuentran una fuerte limitación en el rigor y la sobriedad de las ceremonias, sino en los propios receptores que reclaman su cristiandad. Está vivo el debate planteado por Juan Pablo II e, imagino, incomodará a aquellos que hoy se rasgan las vestiduras emocionales, pero hacen de la reencarnación y otras creencias, una profesión de fe anómica, o literalmente apuestan por un sucesor, despreocupados ante la importancia estratégica de quien ha de seguir el rumbo de universalización o catolicidad de la iglesia.

El creyente orará porque el Espíritu Santo ilumine a los cardenales electores y el no creyente solicitará responsabilidad y sensatez. Nos atrevemos a asegurar que los comentaristas, opinadores y otros gimnastas del instante, por más ortodoxamente cristianos que digan ser, mentalizarán una suerte de caja de detergente y el envidiable y afortunado cupón.

III.- La (des)unión opositora

Distintas organizaciones realizan difíciles diligencias para la unidad, en contraste con otras que juegan a un definitivo despedazamiento de la cívica resistencia que debemos hacer ante el régimen. Los socialcristianos ofrecemos nuestra contribución para tan urgente esfuerzo, aunque lamentamos que algunas expresiones crean vivir tiempos de normalidad democrática, acaso antojados de salvarse a solas por desarrollar un juego en el que el único interesado es el gobierno.

Debemos apuntar a aquellos que no participaron de las conversaciones entre los partidos de la oposición, pero si de los trabajos técnicos de consolidación y proyección de escenarios. Luego de recaudadas las proyecciones compartidas, no se hicieron parte de esas conversaciones unitarias, y volcaron algunos litros e ácido opinante sobre los posibles compañeros de la trinchera opositora, en lugar del gobierno mismo como si bastara para relevarlos de compartir en un futuro celda con aquellos.

Creemos que la situación amerita de una mayor responsabilidad. El actual, no es un gobierno más, aunque –como dijo alguien en profundo trance de inspiración literaria y escatológica- el miedo es libre.

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