Intolerancia + Intolerancia = Odio
“En estos meses, me han bastado los ojos para sentir la enorme barbarie en que andamos metidos, y cualquier despropósito, cualquier episodio sangriento me parece ya cotidiano.” Así se expresa, con dolor y estupefacción, José Luis Ferris, el autor de la novela El amor y la nada, basada en la fratricida guerra civil española.
Los que nos sentimos convocados por la preservación de la paz, por la construcción del diálogo y la efectiva reconciliación del país; para aquellos que aspiramos a vivir por siempre en una Venezuela de todos para todos, vemos con estupor cómo nos vamos peligrosamente acercando a un lenguaje de balas y de sangre que viene antecedido de escupitajos, eructos, insultos, y crecientes muestras de desprecio e insensatez.
No creo que la bolivariana patria merezca nuevos centenares de muertos en calles o paredones para hacer efectiva la igualdad.
La intolerancia de los actores nacionales, en especial, la de los gobernantes, llamados a construir un país solidario que supere la crisis de fraternidad que nos carcome, será el inevitable detonante de una sangrienta explosión que muchos quieren, pero cuando ocurra ninguno la deseará.
En septiembre de 1973, a mis 23 años, por puro azar o destino, me tocó llegar a Chile, en uno de los primeros aviones, un colorido aparato de la desaparecida Braniff, que aterrizó, temeroso, en Pudahuel después del Golpe de Estado contra el Presidente Allende. El espectáculo que contemplé durante quince días fue dantesco: delaciones, pase de facturas, torturados, ajusticiados, asesinatos, desaparecidos, fueron el resultado del odio creciente que acunó, en uno y otro bando, una sociedad, que aún busca reencontrase para reconciliarse definitivamente y en paz, dejando atrás el perverso flagelo de la intolerancia.
Nuestros estudiantes insisten en leer un mensaje de reconciliación. ¿Es que la Plaza Caracas necesita de nuevos mártires o de repentinos héroes para que pueda ser leído en paz y sin exclusiones?
¿Será posible el diálogo y el encuentro entre los hijos de la misma patria?
Ojalá la sangre de ningún otro compatriota llegue a colorear el Güaire. ¡Nunca más! ¡Nunca más!