Opinión Nacional

¿Intentará Teodoro; otra vez, ser Presidente?

Mucho antes del 7 de agosto (en mayo de 2005), el director del vespertino Tal Cual publicó su “libro” Dos Izquierdas, el que en la parte interior de una de sus solapas, trae una fotografía suya—que lo muestra; por lo menos, veinte años más joven de lo que es hoy—y el miércoles 10 de agosto; cuando ya conocía el brutal nivel de abstención en las “elecciones” de concejales y miembros de juntas parroquiales—le escribió una carta a los jóvenes de 144 países del mundo que el chavismo invitó a Venezuela para que protestaran “contra el imperialismo” y apoyaran a la “revolución bolivariana”, detallándole a estos últimos, como Hugo Chávez y su desgobierno, no han construido nada en Venezuela; país donde abundan por doquier las obras públicas de los anteriores gobiernos adecos y copeyanos; y quizás una que otra del gobierno convergente (1994-1999) del cual Teodoro Petkoff formó parte—en sus estertores—. Y debido a que el 4 de diciembre de 2005; durante las elecciones de los diputados a la Asamblea Nacional, la abstención electoral—según cifras oficiales—superó la barrera del 75% de los electores inscritos, nos hacemos la pregunta del título de este escrito—la cual; de ser respondida afirmativamente—le habría ganado a Petkoff la acepción inventada por él mismo del adjetivo borbónico.

Charito Rojas, en su artículo del 10 de agosto de 2005, titulado: Matemática Pura, sacó las cuentas usando las cifras oficiales de votos del CNE y las estadísticas emeverristas de William Lara, sobre el porcentaje de cargos obtenidos por el chavismo en medio de la gigantesca abstención del domingo 7 de agosto de 2005: Hugo Chávez ya había visto mermar su popularidad durante los seis años y medio que habían transcurrido hasta ese entonces, de su desgobierno en más de un millón de votos. (si hubiese usado las cifras de abstención calculadas por Súmate o la Operación Lupa, hubiese hallado que la pérdida de popularidad había sido mucho mayor).

Pero Teodoro Petkoff, aparentemente cree, que la merma de popularidad no es debida al enésimo socialismo real que está ahora destruyendo a Venezuela, sino; quizás, a que Chávez no ha usado la receta que él mismo le vendió a los venezolanos en tiempos de Caldera II: “estamos mal, pero vamos bien”.

Si algo hay que reconocerle a Petkoff, es su consistencia en ser fiel a los postulados socialistas. Durante años militó en el Partido Comunista de Venezuela (PCV)—llegando al extremo de tomar las armas y convertirse en guerrillero en la década de 1960-1970, hasta que luego de la segunda invasión de Checoslovaquia por parte del gobierno socialista de la Unión Soviética en 1968, cuando Leonid Brezhnev era su Secretario General, renunció al PCV, pero para formar otro partido socialista: el MAS, el cual lo designó en dos oportunidades como su candidato presidencial (en 1983, cuando obtuvo 277 mil 498 votos equivalentes al 3,57 % de los 7 millones 777 mil 892 electores inscritos; y en 1988, cuando obtuvo 198 mil 361 votos equivalentes al 2,16 % de los 9 millones 185 mil 647 electores inscritos); y si uno lee su más reciente libro, en el cual Petkoff dice que existen dos izquierdas; es decir, dos socialismos, uno “borbónico” (porque no olvida ni aprende) representado—según él—por Fidel Castro y Hugo Chávez, y otro de “reformismo avanzado”, representado por los actuales presidentes de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva; Chile, Ricardo Lagos; y Uruguay, Tabaré Vásquez; comprobamos que Petkoff sigue incólume como el mismo socialista de siempre. Cuando Petkoff escribió ese libro, Juan Evo Morales Aima, aún no había sido electo Presidente de Bolivia, por lo que aún no sabemos, como califica Petkoff a este nuevo gobernante socialista ¿borbónico? ó ¿reformista de avanzada?.

Sin embargo, ya Petkoff—aparentemente—no sigue los lineamientos socialistas del Manifiesto Comunista de Marx y Engels, que propugna la eliminación de la propiedad privada, el monopolio de la economía en manos del Estado, y la eliminación de las libertades de prensa y de expresión del pensamiento; centralizando los medios de comunicación en manos del Estado, sino que define a su «nuevo socialismo» (“reformismo avanzado”) en los siguientes términos:
«…compatibiliza la sensibilidad social con la comprensión de que las transformaciones en la sociedad pasan por el desarrollo económico con equidad y por el fortalecimiento y profundización de la democracia.» [1] ¿Es o nó esta concepción de Petkoff, sobre el nuevo socialismo todo un galimatías?. Veamos:
Mantiene que la sociedad debe ser transformada, pero no dice en qué consiste esa transformación. Mantiene que el desarrollo económico debe ser con equidad, pero no define lo que él entiende por equidad—cuyo concepto en castellano es: 1. Igualdad de ánimo. 2. Bondadosa templanza habitual; propensión a dejarse guiar, o a fallar, por el sentimiento del deber o de la conciencia, más bien que por las prescripciones rigurosas de la justicia o por el texto terminante de la ley. 3. Justicia natural por oposición a la letra de la ley positiva. 4. Moderación en el precio de las cosas que se compran, o en las condiciones que se estipulan para los contratos—concepciones que de ser aplicadas en un hipotético gobierno de Petkoff—sin duda espantarían a los inversionistas privados. Afirma además—tangencialmente—que la sensibilidad social es incompatible con el fortalecimiento y profundización de la democracia: supuestamente, pareciera que—según Petkoff—hay que “forzar” la compatibilidad entre ellas.

Si esto no es un galimatías, ¿qué lo es?. A mí me parece, que—en consecuencia—no existe diferencia entre el socialismo borbónico y el socialismo de reformismo avanzado , para usar el Petkoff dixit.

Como nos puede comprobar cualquier economista serio conocedor de las cifras venezolanas, el socialismo real de Hugo Chávez, ha recibido ingresos en los siete años transcurridos hasta febrero de 2006, que superan a los recibidos—en conjunto—por todos los presidentes que le precedieron durante los 41 años anteriores a su elección, para; no sólo no construir nada, como detalladamente enumera Petkoff en su carta a los jóvenes invitados por el chavismo, sino para incrementar la pobreza, el desempleo, la inseguridad patrimonial y personal, y la incertidumbre—no únicamente en la mente de los venezolanos—sino de Venezuela como país. Y es por ello, que a pesar de haber despilfarrado enormes cantidades de dinero en todo tipo de programas populistas, ha sucedido todo lo contrario a lo que creyó lograr con ese despilfarro: su popularidad se ha desplomado en vez de incrementarse—desplome que seguirá ocurriendo sin duda hasta el próximo 3 de diciembre de 2006—a pesar de la «regaladedra de real» que ya comenzó, si insiste—como claramente está insistiendo—en hacer un cambio gatopardiano, de la actual directiva del CNE.

Y no es por lo que aparentemente cree Petkoff: «porque debe cambiarse a un socialismo por otro», sino porque los venezolanos no queremos ser socialistas, como visionariamente imaginó Rómulo Betancourt, quien a pesar de haber fundado el partido Acción Democrática, tomando las ideas del partido APRA del Perú, a su vez fundamentado en las ideas marxistas y de la revolución mexicana de Emiliano Zapata—desde el mismísimo comienzo, hizo a un lado a los comunistas (que es lo mismo que socialistas, así no le guste admitirlo a Petkoff y a otros de sus camaradas ideológicos). Lamentablemente, sus herederos políticos—patéticamente ejemplarizados por Luis Alfaro Ucero, nunca tuvieron la misma capacidad visionaria—y cuando uno de los más furibundos adecos; la tuvo, (Carlos Andrés Pérez) y quiso enmendar los errores socialistas de su primer gobierno (1974-1979), para reorientar a Venezuela hacia la verdadera democracia y el libre mercado durante su segundo gobierno (1989-1993), lo sacaron del poder acusándolo de haber delinquido por cumplir un mandato contenido en el preámbulo de la Constitución de 1961; que textualmente establecía como uno de los objetivos fundamentales de Venezuela el de:
«[…] cooperar con las demás naciones y, de modo especial, con las Repúblicas hermanas del Continente, en los fines de la comunidad internacional, sobre la base del recíproco respeto de las soberanías, la autodeterminación de los pueblos, la garantía universal de los derechos individuales y sociales de la persona humana, y el repudio de la guerra, de la conquista y del predominio económico como instrumentos de política internacional […]»

Francis Fukuyama sigue teniendo razón: las ideologías fallecieron. Y la colega británica de Petkoff, la economista Diane Coyle [2], también la tiene: en los actuales momentos está ocurriendo en el mundo una nueva revolución industrial tan profunda como la original (1760-1840), y las posteriormente causadas por la electrificación de la economía, el motor de combustión interna, o la línea de ensamblaje, que tiene la capacidad cierta de masificar la prosperidad de todas las sociedades que sigan sus pasos; eso sí: hay que correr espantados del socialismo, sea este “borbónico”, de “reformismo de avanzada”, o de cualquier otro tipo.

[1] Teodoro Petkoff, Dos Izquierdas, editorial Alfadil, Caracas, 2005, Pág. 30.

[2] Ver: (a) Diane Coyle, The Weightless World, editorial MIT Press, Cambridge, Massachusetts, 1998, 250 páginas; y (b) Diane Coyle, Paradoxes of Prosperity, editorial TEXERE, Nueva York, Londres, 2001, 316 páginas.

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