Institucionalizar la dictadura
En declaración desde Maracaibo dijimos que la iniciativa de Chávez en materia constitucional tiene como objetivo institucionalizar la dictadura. Construir el marco jurídico que legitime las violaciones legales y éticas derivadas del golpe de estado de ejecución progresiva cumplido en Venezuela en estos ocho largos años. Por supuesto, esa nueva legalidad constitucional es la base para la aberración socialista de la revolución a la cubana que el régimen impulsa. El proceso avanza y no es tiempo precisamente lo que nos sobra a los demócratas. La intención del oficialismo es clara, abierta y retadora. Nuestra será la responsabilidad del futuro inmediato. Democracia o dictadura, libertad o totalitarismo, comunismo o humanismo integral. Las opciones están abiertas. Lo cierto es que nuestros principios y valores primarios están en peligro. De continuar como vamos desaparecerán. La amenaza existirá con Chávez a la cabeza de este régimen forajido y apátrida.
Venezuela está siendo literalmente destruida por la mediocridad y la venalidad que la gobiernan. Los más encumbrados temen el juicio que seguirá a esta izquierda estéril e inmoral, protagonista del más terrible fracaso de que tenga memoria el hemisferio occidental. En casi nueve años ha empantanado toda la vida pública, defraudado la esperanza de los más pobres, convertido al país en hilachas raídas y desprestigiado al máximo a la izquierda decente y democrática que no termina de rechazar vigorosamente al causante de su desgracia. Al perder todo respeto por la verdad, Hugo Chávez le perdió el respeto a la gente. En consecuencia, no puede esperar el respeto de la Venezuela decente que lo rechaza como a ningún otro dirigente del pasado. La única forma de retener el poder es mediante artificios legales y constitucionales que siempre serán insuficientes. Por eso apela progresivamente a la represión, a la violencia física e institucional para ahogar por el temor el anhelo nacional de libertad y de cambio. Lo más democrático del mundo es pedir y luchar para cambiar a un gobierno pernicioso e impedir la comunización del país.
El rotundo fracaso de los esquemas socialistas, esta vez en Venezuela, ratifica nuestras convicciones sobre las bondades del humanismo liberal, el pluralismo, la libertad económica y el mercado, el equilibrio y la separación de las distintas ramas del poder público, el esquema federal y descentralizado, la justicia independiente, la propiedad, la familia, la libertad religiosa, la orientación del aparato productivo hacia las exportaciones y, entre otras cosas, la globalización como instrumento para crecer y generar oportunidades. Este es el camino para garantizar la dignidad de los ciudadanos. Jamás haremos concesiones a la demagogia populista de quien ya eligió el terror, la muerte y el odio en vez del diálogo y la vida. Venezolano siempre, comunista nunca. Esta consigna está más vigente que nunca. ¡No a la dictadura constitucional!