Inmaduro y descabellado
A tres meses de que los castro-chavistas en el poder anunciaran la partida de este mundo del Comandante Supremo, su impronta poco se siente en el ambiente venezolano, pese a la insistente y costosa propaganda gubernamental.
Es paradójico. Entre más vallas con su imagen, entre más programas de radio y TV y más libros y panfletos sobre su pensamiento y obra, entre más videos recreando su reencuentro con Bolívar y otros héroes «revolucionarios» en una especie de paraíso terrenal, más rápido se evapora su recuerdo.
¿Dónde están los grandes homenajes y manifestaciones realmente del pueblo chavista? Todo lo hace el Gobierno, nada espontáneo realiza el soberano. De allí que los buhoneros y comerciantes no se hayan visto en la necesidad de imprimir franelas con su rostro, lo que sí sucede aún con el Che y Evita, después de tantos años de fallecidos.
Chávez fue un líder popular. Sólo basta recordar las filas de personas que fueron a llorarlo cuando por fin las autoridades decidieron mostrar su féretro al público. ¿Por qué entonces no se palpa como suponíamos en las calles ni logra aún convertirse en un gran mito?
Buen tema para un análisis psicosociológico de los venezolanos en el acelerado mundo globalizador de hoy en día. Pero en el diagnóstico también deben tomarse en cuenta las insólitas e irresponsables conductas internas y externas que protagonizan los dos actores más influyentes del ilegítimo gobierno actual, el inmaduro y el descabellado.
El más reciente espectáculo de ambos fue el de la alharaca formada por la visita del líder opositor Henrique Capriles a Colombia, donde fue recibido por el «mejor amigo» Santos, y las directivas del Congreso. Si bien las amenazas duraron poco y ya el inmaduro está pidiendo pista para reconstruir las relaciones bilaterales, shows como éste en medio de la escasez, inflación, homicidios y demás situaciones críticas que vivimos, lo que consiguen es relegar al Supremo y sus supuestas bondades.
Maduro y Cabello están acabando hasta con su propio dios.