Opinión Nacional

Ingratitudes

Acerca de la “ingratitud” escribió en 1997,  Enrique Lomas:La definición de diferentes diccionarios de la lengua castellana acerca de la palabra INGRATITUD, es coincidente y su significado es: Olvido o desprecio de los beneficios recibidos. INGRATITUDE en el idioma inglés, significa lo mismo y sólo se le agrega la palabra cruel. Entonces la ingratitud ya como concepto es de lo más desagradable, cruel y despreciable en la vida de los seres humanos. Un hijo ingrato siempre es visto como un ente sujeto de redención, no se puede aceptar la ingratitud de los descendientes como algo natural o agradable, por lo tanto se exige una pronta y oportuna rectificación…”

De ingratitudes ha estado llena la historia de la humanidad; a veces actuamos pensando que la vida no nos cobrará ese olvido o desprecio que asumimos hacia nuestros semejantes. Todo se paga en vida y todo tiene su razón de ser en este inmenso cuerpo social en el cual vivimos.

En este sentido se aprecia algunas actuaciones que hablan muy mal de la condición humana; entre ellas el ataque desmedido a las actuaciones de los que aspiran ser servidores públicos. Permanece una acción desmedida en lo político, en lo social y hasta en lo cultural; el Rev. Martín N. Añorga, en uno de sus sermones acerca del carácter humano de la ingratitud, nos dice que hay varios factores que han intervenido en el proceso de la ingratitud en la historia humana; así se aprecia que parte de un desproporcionado sentido de superioridad personal que muchos alientan sin razones aparentes para justificarlo. Añorga nos cuenta que  alguien le mencionó que la característica de un hombre ingrato era que nunca daba las gracias por lo que recibía. Cuando por ello le llamaban la atención sobre esta descortesía, que iba en contra de él mismo, su atención se desviaba y continuaba impertérrito su camino. En cierta ocasión, sigue Añorga, “…logré una conversación con un típico hombre ingrato pueblerino, y de pronto le hice esta pregunta: ¿por qué nunca das las gracias por lo que te dan? Su respuesta no la olvido: Porque no me dan sino de lo que les sobra…”

Para ser agradecidos es necesario despojarse de la idea de que la gratitud exalta de forma indeseada al dador: ¿Para qué voy a darle las gracias? ¿Para inflarlo más de lo que está?  En algunos casos la gratitud es vista como servilismo, y en otros, la persona que la recibe siente un impulso hacia la superioridad; pero se trata de situaciones aisladas. En la vida cotidiana las cosas no tienden a suceder de esa forma. La ingratitud es un problema de comunicación más que de sentimiento; la gratitud que no se expresa, se disminuye; pero no nos damos cuenta.

Hay un aparte en el libro de San Lucas que nos narra la ocasión en que Jesús sanó a diez leprosos y uno solo regresó a darle gracias; el Maestro se limitó a preguntar dónde estaban los otros nueve… No podemos creer que no estuvieran agradecidos, pero de seguro que estaban tan contentos que corrieron a comunicar las buenas nuevas a familiares y a amigos; todos les decían lo agradecidos que estaban con Jesús; pero a él no volvieron para decírselo. El pecado de estos leprosos no estuvo en su ingratitud, sino en su silencio.

En estos días de reflexión y búsqueda de un necesario reencuentro con la familia y con quienes desde distintos espacios construimos una sociedad para el futuro, es necesario no guardar silencio. Expresar nuestras ilusiones, nuestros desencuentros, pero no callar para que así, en un proceso constante de diálogo, dejemos  los desencuentros a un lado y empecemos un camino donde la unidad hacia un horizonte de iguales sea nuestro Sur y nuestra esperanza.

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