Ingenuidad irresponsable
Contra la mayoría de los pronósticos, los partidos políticos de oposición, con el apoyo de la mayor parte de la sociedad civil, lograron un acuerdo unitario para las elecciones parlamentarias. Como todo acuerdo entre varios grupos, deja a muchos insatisfechos. Militantes de partido, que han trabajado duramente por su organización, protestan porque el puesto salidor al cual aspiraban se le dio a alguna personalidad independiente u a otro partido.
En cambio, fuera de los partidos, muchos no entienden porque no se les dio cabida a un mayor número de independientes “atractivos”. En realidad, el acuerdo fue una hazaña. En el pasado, era difícil conformar una plancha dentro de un solo partido, con muchos puestos salidores disponibles, imagínense lo que debe haber sido esta negociación entre demasiados partidos, grupitos e individualidades con una excesiva admiración por sus propios méritos.
A todos los insatisfechos, les recuerdo que Venezuela no está viviendo una democracia normal, estamos enfrentados a un proyecto militarista “socialistoide”, con un líder mesiánico y autoritario, alimentado por una bonanza petrolera. El régimen se ha radicalizado, por la estúpida fragmentación de la oposición. Sólo el poder limita al poder. Mi profesor en Harvard, Samuel Huntington, decía que en los países donde se debilitan los partidos políticos de masa resurgen los poderes fácticos tradicionales: el dinero, las armas y el caudillo carismático.
Sin la organización y la disciplina de partidos políticos fuertes, no hay alternativa exitosa al chavismo. Frente a la “chuleta entubada”oficialista, hay que apoyar disciplinadamente la lista unitaria. En caso contrario, se favorece al caudillo. Así de simple. No hay que repetir la ingenuidad irresponsable de las elecciones de la Constituyente, cuando gran parte de la oposición, en rechazo a los partidos, votó por listas confeccionadas individualmente. Como resultado, el chavismo obtuvo el 95% de los diputados, con el sesenta por ciento del voto. Hay personas respetables que, por principio, alegan no poder votar por una lista que incluye a “alguien” inadecuado. Les recuerdo que, en política, como bien decía Max Weber, debe privar la ética de la responsabilidad sobre la ética de la convicción. Si las consecuencias de mi acción, tomada de acuerdo a mis principios, acarrean un mal mayor, responsablemente debo modificar mi decisión. Así también nos enseña una de las más grandes voces del pasado: Santo Tomás de Aquino.