Opinión Nacional

Indonesia 1998. ¿Venezuela 2003?

A fines de 1997, a raíz de la crisis financiera que golpeó a Tailandia y que, entre otras cosas, causó una violenta devaluación del Baht, la Rupia indonesia empezó a sufrir fuertes ataques por parte de los especuladores internacionales. Su tasa de cambio pasó, en pocos meses, de 2400 a 15000 unidades por dólar de los Estados Unidos. Las causas que motivaron su rápida y totalmente imprevista depreciación no tuvieron nada en común con las que habían originado la caída de la moneda del país vecino. En efecto, en el caso tailandés, lo que causó principalmente la «debacle» fue la indigestión de capitales «golondrina», cuyo ingreso, incontrolado e indiscriminado, a los mercados financieros de ese país asiático contribuyó a inflar artificialmente sus valores accionarios e inmobiliarios. El importante aumento inflacionario que de ello se derivó, comenzó a hacer temer, a partir de mediados de 1997, que un Baht sobrevaluado no podía seguir anclado por mucho más tiempo a la moneda americana a la tasa de 25 unidades/$US. Esas expectativas produjeron la rápida salida de ingentes cantidades de capitales nacionales y de inversiones especulativas extranjeras, contribuyendo a la materialización aun más pronunciada de la caída del Baht. Dicho sea de paso, la política económica típicamente restrictiva, impuesta por las autoridades del FMI y del Banco Mundial para que ese país pudiese acceder al rescate financiero ofrecido por dichos organismos, no hizo sino agravar la crisis prolongada, de considerables proporciones, que afectó a Tailandia primero y al resto de los países emergentes del Sur Este asiático pocos meses después.

La crisis anterior se extendió luego a Indonesia pero por razones completamente diferentes. En 1997, ese país se encontraba aun gozando de un crecimiento económico sostenido, superior al 4,7% en promedio anual de su PIB per cápita, en términos reales, que duraba desde 1967, año en el cual el general Suharto había sido electo, con el apoyo de sus fuerzas armadas, presidente de Indonesia. Ese fue el resultado de un gran esfuerzo interno, coadyuvado por la colaboración activa de los Estados Unidos, Japón y Alemania. Ella había sido otorgada como premio al derrocamiento de Sukarno, cuyo régimen democrático»dirigista», pro-comunista, había adversado, entre 1955 y 1966, los intereses occidentales. En 1997, todos los principales índices macroeconómicos de Indonesia eran satisfactorios, estables, al igual que sus reservas internacionales y su signo monetario, por lo que ningún elemento objetivo podía hacer suponer que, a fines de ese mismo año, el país se encontraría ya inmerso en una crisis económica de grandes proporciones. Al comienzo, lo que dio origen a la misma fue, sin duda, el efecto dominó ocasionado por la crisis tailandesa.

No obstante, un análisis minucioso, ex-post, del caso indonesio reveló que lo que realmente le imprimió un efecto gravemente multiplicador (ripple effect) a la crisis de Indonesia fue el elevadísimo nivel de corrupción, presente en forma inusitada en todos los aspectos de la vida económica y política de ese país. Los familiares y amigos del Presidente de esa República, mayormente islámica de más de 200 millones de habitantes, poseían grandes intereses en los bancos, industrias y explotaciones agrícolas y mineras más importantes del país. Al ponerse al descubierto esa situación tan escandalosa, en medio de una profunda crisis, agravada por la maxi-devaluación de la moneda que redujo entre 30% y 40% el poder adquisitivo, por una tasa de desempleo cercana al 20%, todo lo cual empobreció súbita y gravemente a las grandes mayorías, promovió una reacción popular de tales dimensiones que condujo, en mayo de 1998, a la dimisión del presidente Suharto. Miles de muertos, víctimas de la ferocidad de las fuerzas armadas, precedieron la renuncia de quien había sido electo presidente de Indonesia, con poderes excepcionales, treinta años antes.

Al comparar la situación actual de nuestro país con la de Indonesia de 1997-98, encontramos algunos elementos comunes. Entre los de mayor importancia, hallamos el hecho que lo que dio origen en ambos países a las protestas populares, crecientes y cada vez más numerosas, fue el alto grado de impunidad resultante de las múltiples denuncias de corrupción y malversación de fondos, formalmente presentadas ante los organismos públicos correspondientes. Esta enojosa situación, aunada a la indiferencia altanera asumida por gobiernos autoritarios y poco democráticos, fue indignando en forma creciente, tanto en Indonesia como en Venezuela, al grueso de la población, abarcando progresivamente a todos sus estratos sociales pari passu al agravamiento de la crisis económica. En el caso venezolano, existe además el agravante que desde que el actual presidente asumió el poder en 1998, nuestro índice de desarrollo humano (IDH), el cual incluye el ingreso per cápita, se ha visto reducido en un 20% aproximadamente. En cambio, en 1997, Indonesia venía, como se señaló antes, de más de treinta años de alto crecimiento sostenido y de mejora de casi todos los índicadores de calidad de vida. Por otra parte, el sentimiento de frustración de nuestra población, producto de tantas promesas incumplidas, especialmente en los últimos cuatro años, introducen un factor negativo adicional que no existía en Indonesia al momento de estallar su crisis.

En consecuencia, podemos concluir que si, a pesar de encontrarse Indonesia en 1998 en una situación relativamente ventajosa, con respecto a la venezolana actual y de haber recibido el apoyo financiero masivo del FMI, del Banco Mundial, así como de los gobiernos de los Estados Unidos, Japón y Malasia, el desenlace de su crisis fue sangriento y terminó con la destitución de su presidente en apenas seis meses, no sería absurdo pronosticar un final similar para la Venezuela de hoy. No obstante, esperemos que al verse en ese espejo, un momento de gran lucidez, sabiduría y aprecio para el pueblo que sostiene tanto amar induzcan a nuestro Presidente y sus seguidores a adelantarse a unos acontecimientos, los cuales bien podrían revestir características similares a los que se verificaron en Indonesia en la primavera de 1998.

(*): Ingeniero Químico – University of Oklahoma, 1958 Dr. En Ciencias Económicas-Université Paris IX-Dauphine, 2000

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