Indio bravo, Carambulé
Jamás supe y es imposible recordarlo después de tantos años, por qué cuando
niños jugábamos haciendo una rueda y procurando una danza como la que
veíamos en las películas del oeste norteamericano, mientras cantábamos
“indio bravo carambul锿De dónde sacamos esa expresión, qué significaba? La
respuesta, ya lo dije, no existe pero de alguna manera recordábamos el
pasado indígena de nuestro país. No el nuestro particular ya que siendo
hijos de inmigrantes no teníamos ascendientes aborígenes.
Nuestra escuela, la Experimental Venezuela, celebraba de manera muy original
el Día del Árbol: en el Patio de las Américas, un espacio lleno de arbolitos
cada uno con el nombre de un país del continente, se colocaban kioscos para
la venta de manjares de raigambre aborigen: majarete, chicha, mazorcas
sancochadas, caratos, casabe, y otros derivados del maíz, de la yuca, del
plátano o del coco. Era la apoteosis de la gastronomía indoamericana y una
manera de enseñar a los niños, por intermedio del paladar, a conocer esa
parte de la cultura primigenia.
Cursaba quinto grado cuando Juan Liscano organizó el inédito festival
folklórico en el Nuevo Circo de Caracas, con motivo de la toma de posesión
del Presidente Rómulo Gallegos. En aquellos cantos y bailes se mezclaban los
aportes del indio y del negro y también del español ¿acaso la fulía o el
galerón margariteños no tienen una evidente raíz andaluza? En ese festival
estaba representado no solo el crisol de razas que formaba la nacionalidad
venezolana sino la riqueza musical de cada región del país expuesta por
primera ante la mirada nacional. Nunca antes los adultos y menos aún los
niños, habían tenido contacto con ese conjunto de expresiones musicales y
dancísticas que iban de Los Andes a Guayana y del Oriente a Miranda pasando
por los Llanos. Y nunca como esa vez, vestida para bailar como una “Diabla
de Yare”, yo -una hija de musiúes- me sentí tan venezolana. ¿Quién podía
hacerme creer entonces que llegaría el momento en que ser o comportase como
indígena sería obligatorio?
El discurso indigenista de Chávez tiene un evidente propósito racista. Todos
los dictadores que han querido imponer una ideología de tinte nacionalista,
han recurrido al racismo como el mejor instrumento para aglutinar a las
masas en torno al odio al extranjero, al diferente. Es posible que Evo
Morales, quien gobierna el país de América con la mayor población indígena,
pueda utilizar el revanchismo racial como instrumento de dominación política
Pero eso en Venezuela es lo más traído por los cabellos que alguien pueda
imaginar. Y no en pocos casos lo que provoca es una carcajada. Por ejemplo,
un caballero con cierta figuración en la Cuarta República y amante de la
ópera, arte considerado por demás elitesco o elitista, es ahora el
presidente socialista del socialista Teatro Teresa Carreño. Además de
regalarnos la perla de sus vaticinios: “La humanidad construye el socialismo
o perecerá”, nos amenaza con “nuevas coreografías para que las óperas se
adecuen a la interpretación correcta de nuestra historia”.
Imaginemos cómo pueden llevarse a la práctica esos propósitos tomando como
experimento la muy popular ópera Rigoletto, de Giuseppe Verdi. Hay un
villano que seduce a cuanta dama se le pasa por los ojos que es el Duque de
Mantua a quien evidentemente habría que presentar como un despreciable
español. Rigoletto, quien además de bufón y adulante del Duque, es bastante
celestino; no podría ser otra cosa sino también español. Pero Gilda, la
heroína su hija, tendría que ser entonces una indiecita, quizá nieta de
Guaicaipuro, adoptada por el deforme y rastrero bufón. Sparafucile, el
matón a sueldo contratado por Rigoletto para liquidar al Duque de Mantua, es
un zambo, es decir que en él se mezclan las rabias vengativas del negro y
del indio. El problema surge cuando toda esa nueva trama deba cantarse en
italiano que es el idioma original de ésa y de muchas otras óperas. Ni
siquiera la traducción al español resolvería el problema porque es también
una lengua colonialista impuesta “a sangre y fuego”, para utilizar
textualmente las palabras del inefable José Luís Pacheco, presidente del TTC
Y si se traduce a cualquiera de las lenguas indígenas que se hablan en el
país, ni el mismo Chávez entendería una letra.
Para coronar su empeño en indigenizarnos, el presidente Chávez acaba de
lanzar la brillante propuesta de quitarnos ese sambenito de “latino” que
acompaña al continente americano y llamarnos Indo América o América India.
Pero aquí surge otro problema y es que América proviene de Américo, un
navegante italiano de apellido Vespucci o Vespucio que se pasó de vivo y le
arrebató a Cristóbal Colón el mérito del descubrimiento del nuevo continente
Si Cristóbal Colón ya no tiene ni estatua por haberse atrevido a traer
expoliación y exterminio a estas tierras, ¿qué podríamos decir de Américo
Vespucio que ni siquiera trajo los spaguettis?
Para colmo de inconvenientes, el idioma que hablamos todos, incluido el presidente
Chávez en sus peroratas casi diarias, es el español de España o castellano de Castilla,
es decir que por donde se lo agarre pertenece a la colonia depredadora y asesina.
Pero ahí no queda la cosa: todos, incluidos los revolucionarios que nos gobiernan, nos
desplazamos en automóviles extranjeros, muchos de ellos fabricados en países colonialistas
o imperialistas como EEUU, Francia o Italia. El petróleo que nos da de comer (más o menos)
y que le sirve a Chávez para regalarlo a manos llenas y colocarse como un líder continental,
se vende en dólares, moneda imperialista. Aún si se vendiera en euros, las cosas no
mejorarían desde el punto de vista de nuestros agredidos ancestros. Y como guinda de la
torta el Presidente de la reivindicación aborigen, el adalid de los sobrevivientes de la masacre
y de su legítima revancha, acaba de visitar al Rey de España y en vez de pasarle la factura
por los crímenes y saqueos de sus antepasados, fue a rendirle pleitesía y a recibir camisetas
de regalo como cualquiera de los indiecitos engañados por los conquistadores hace más
de cinco siglos. ¿Indio bravo? !!Carambulé!!