Opinión Nacional

Increíble, pero cierto

Días atrás, suscribí unas notas que de algún modo tradujeron la preocupación. Circulaba el dato de una campaña ensamblada contra uno o más parlamentarios de la oposición desde –increíble- la misma oposición. La sospecha fue confirmada y César Pérez Vivas injustamente se ha hecho acreedor de toda suerte de suposiciones, olvidando lo que ha hecho en largos y difíciles seis años.

Cierto, prestándole un inmenso servicio a los intereses del gobierno, se le ha atacado con inigualable perfidia. El pretexto ha sido uno de los presos políticos del Táchira, quien ha sabido desde siempre de la solidaridad extrema del parlamentario. E, incluso, hay detalles que hablan de una cara oculta: la ambición de arribar a la Asamblea Nacional por los atajos más cómodos, manipulando a los prisioneros de consciencia.

En las circunstancias más adversas, en pleno auge del chavismo afilado, Pérez Vivas fue elegido como diputado nominal, no de la lista, reafirmando su liderazgo. Ha afrontado casos literalmente peligrosos, dando testimonio de un esfuerzo opositor responsable, serio, profundo. Y ganó la secretaría general de COPEI a punta de votos, pues, como ninguna otra organización, el partido realizó sus elecciones directas, universales, secretas y simultáneas en medio de la crisis.

El menos avisado de los observadores, puede descubrir las texturas filosas de una campaña orquestada contra uno de los más emblemáticos líderes de la oposición democrática. COPEI, que ha pagado un altísimo costo en el Táchira por sus posturas, es el centro de los disparos. Aparentemente, de nada valen sus ejercicios de democracia interna y su perseverante posición antiautoritaria. O que uno de los presos políticos haya dispuesto de una posibilidad real y cierta de alcanzar la inmunidad, a través del circuito de San Cristóbal, aunque ese alcance sea también incierto porque – antes de celebrarse las elecciones – puede ser ratificada la sentencia, inhabilitándolo políticamente, ocasionando la pérdida de un escaño para la oposición que, más adelante, afrontará una revisión de la Constitución para declarar por la calle del medio el carácter socialista del régimen, o lo que éste entiende por tal. Todo por la desesperada ambición de los que esperan trepar por encima de los prisioneros para conquistar una curul nacional, ya que la regional luce insuficiente para uno de los dardistas.

La democracia cristiana venezolana reconoce y se identifica plenamente con el testimonio de coraje de Pérez Vivas. Y ojalá rectificaran a tiempo los francotiradores y oportunistas, porque el adversario es el gobierno, el enemigo no es César.

II.- Arqueología de lo inmediato

El fracaso de la política de salubridad, salud y asistencia social del gobierno es evidente. Además, no se tapa con los paños calientes del operativo labrado sobre los estetoscopios cubanos. Lo ocurrido en un hospital público de Caracas, la muerte por falta de oxígenos de personas pertenecientes a los sectores más empobrecidos, desasistidos o vulnerables del país, coloca en el tapete la ausencia de una política pública que sea tal en la materia, la imposibilidad del Estado para atenderla (tiene por prioridad la adquisición de armas o líneas aéreas, por ejemplo). Valga añadir la desventajosa complementación médico-asistencial con la isla del Caribe.

Lo que acaece diariamente en el país tiene contundentes elementos de origen, arqueológicamente considerados, si se permite la expresión, en el desastre de un gobierno que no es tal, sino mero afán de poder. Simultáneamente surgen evidencias, en los más diversos campos, consagrado el carácter sistémico del error histórico: algunos billones de bolívares requiere el aparato eléctrico nacional para no colapsar, advierte el Colegio de Ingenieros, o 108% creció la deuda pública interna en el primer semestre del año, estima el economista José Guerra.

Al arrancar oficialmente la campaña parlamentaria que concluirá con la presidencial en 2006, saldrán a la calles los ahorros realizados por todos los venezolanos en el BCV, amén de otros cuantiosos recursos, manipulados hasta las náuseas por los maisanteros. Algunos sectores desprevenidos de la población, experimentarán la carnestolenda populista y saudita, creyendo en las bondades del régimen, mientras otros sopesarán las miserias de una fiesta que concluirá pronto, anclando frustraciones.

De nuevo, el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) versa sobre e cambio de criterio para ponderar la pobreza y, de hacerle caso, aplicándolo retrospectivamente, podrá surgir la falacia de que no existía por 1998. Un poco de gimnasia arqueológica nos permitirá constatar que hemos retrocedido a las condiciones de vida de finales de los cuarenta, muy a pesar de la prédica engañosa de un Estado que, por cierto, atenta contra el propio Estado.

III.- El (otro) hastío de poder

Al presidente de la República le fastidia profundamente el gobierno y, por ello, no lo ha ejercido. Gusta más de las bambalinas y todo lo que significa y sugiere el ejercicio del poder, menos las facetas y las responsabilidades más importantes: atender y resolver los problemas colectivos. Y es que la pereza, la improvisación, el cansancio del oficialismo pretende obviar la pesada carga, disciplina, creatividad, operatividad, paciencia, preparación, sentido estratégico, rendimiento y los otros requisitos a los que obliga la directa, cruda e irremediable realidad de cada día.

En su más reciente acto, celebrado en El Poliedro, el otro coso para el espectáculo de la revolución, Chávez soltó más hastío que irritación frente a los Comités de Tierras Urbanas, conformados con la habilidosa indefinición táctica que los convierte en una efectiva herramienta para la demagogia. Disfruta del escenario que lo aclama, del enorme recipiente para los gestos histriónicos y las repetidas palabras, pero inmediatamente advierte que no está disponible para considerar todos y cada uno de los problemas personalmente planteados y muchísimo menos para arriesgar la vida.

Ahora bien, tratando de victimizarse, eso de no atender todos y cada uno de los asuntos que aquejan a los venezolanos, contradice precisamente su mayor oferta y mejor acogida en el electorado, a partir de 1998: la del providencialismo. Bastaba que alguien tuviese la voluntad de resolver absoluta y personalmente todos los problemas para que se hiciese la luz, en lugar de generar las debidas instituciones, políticas y entidades organizadas, severas y eficientes del caso. La clave del centralismo como profesión –incluso- de fe, reside en que no hay el menor de los casos ni la más modesta de las materias que no pasen por las hordas caudinas de Miraflores. Pidió poder para ello y le fue concedido, pero se niega a gobernar y, a lo sumo, como ocurrió en la etapa más prolongada de su “Aló, Presidente”, administrar las soluciones de acuerdo a las llamadas telefónicas que tuvieron por suerte entrar a la cabina del gran dispensador.

Por lo demás, tornado el protocolo en celoso blindaje de guardaespaldas, cada vez es más difícil que el pueblo lo toque, le vea a los ojos y lo escuche personalmente, porque es demasiado pesada la lápida de la paranoia que lo caracteriza desde el primer instante en el poder, pues, el dispositivo y despliegue de seguridad lo ha emblematizado aún cuando no había denunciado que la oposición o Estados Unidos tenía interés en asesinarlo. De esta manera rompe con su estrategia de escena de los primeros tiempos y, como en el teatro de las experiencias totalitarias conocidas en el mundo, prácticamente serán actores los que tengan el privilegio de estrecharle la mano en nombre, representación y simulación del pueblo.

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