Importante lección
Afrontar las circunstancias actuales no impide mirar hacia atrás y constatar el mal hábito de las repeticiones: por ejemplo, la dura experiencia chilena que desembocó en una ejemplar transición democrática, ya a 20 años del consabido referendo, con todos los inconvenientes del caso. O, más atrás, por todo lo ocurrido en la plena y contradictoria etapa allendista, sacudida por los Carlos Altamirano o Andrés Pascal.
Ejercicio indispensable, “El mandato de la historia y las exigencias del porvenir” de Eduardo Frei Montalvo, ofrece pistas seguras de una experiencia que, para remedar al propio Marx, sucedió como tragedia y hoy se repite como farsa. Acotemos, los venezolanos no sólo dimos acogida al exilio chileno, sino – además – nos permitimos desplegar una activa solidaridad que incluyó el intercambio de pareceres en torno a la amarga experiencia y, así, no por azar, Luis Herrera Campins prologó la edición caraqueña de la obra en cuestión (Ediciones Nueva Política, 1976).
Intercambio o debate, por cierto, que legitimaba la existencia de sendas internacionales políticas continentales en clarísima defensa de la democracia y de sus instituciones. Personalmente, aunque ha habido manifestaciones muy vehementes de solidaridad, las estimamos insuficientes en el marco de la crisis – propiamente – experimentada por los más universales discursos políticos e ideológicos.
Frei observó que la iniciativa opositora al allendismo fue semejante a la que se le hubiese hecho a un gobierno desde cualquier parlamento del mundo, más aún cuando en tres años la devaluación representó 15.000% con una inflación galopando 400%. Anotemos que tales experiencias neo-autoritarias, camino al totalitarismo, pasan por el esfuerzo de deslegitimar toda disidencia, criminalizar a la oposición y descalificar a sus voceros reales o imaginarios, pues, no puede olvidarse – a modo de ilustración – que un joven dirigente estudiantil obtiene un importante premio de una institución extranjera y se apresura a donar el dinero a una obra altruista, mientras que la maquinaria propagandística del chavismo, soportada por el erario público, prontamente edita sendos afiches de colores exhibiéndolo como un entreguista mercader de la política.
A principios del chavismo, se dictó una Ley de Desarme evidentemente incumplida y, otra de las coincidencias, el allendismo no hizo caso de un instrumento similar. Refiere el ex – presidente chileno que la Democracia Cristiana “combatió el violentismo y propició la ley de Control de Armas, que no fue aplicada con oportunidad y energía a pesar de sus protestas, lo que habría podido evitar graves situaciones posteriores”.
Menciona igualmente la lucha contra la tentativa de controlar los medios de comunicación social y la educación, los sindicatos y las universidades, algo de lo que nosotros muy bien sabemos en la Venezuela actual. Y recuerda la propuesta de la llamada “doble vuelta” en las elecciones presidenciales que nos retrotrae al año 2002, cuando fue planteada una enmienda constitucional que recibió el rechazo de los más “duros” opositores, ya que – arguyeron – esperar tres o seis meses era “demasiado” para salir de Chávez. Empero, nos permitimos invocar una lección magistral como fue la de mantener la identidad política e ideológica de los socialcristianos que aportaron a la causa común de defender la democracia y la libertad, sin prestarse a la confusa protección de los intereses privilegiados.
En efecto, el siguiente párrafo es demasiado elocuente: “Para los sectores de la extrema derecha sería ideal poder dividir la opinión pública entre comunistas y anticomunistas, entre marxistas y nacionalistas, sin ninguna otra alternativa. El mayor peligro, la más grave amenaza para ellos, es que el país sepa que no está abocado a ese dilema, y que existen diversas agrupaciones, con distinta inspiración ideológica que piensan al igual que la mayoría de los chilenos, que sólo la democracia garantiza la paz y la justicia, el ejercicio de la autoridad y una razonable convivencia”.
Y, por si fuese poco, añadimos: “No vivimos del anti-comunismo. Vivimos de una afirmación en nuestra propia fe en el hombre, en su destino, en sus derechos, en su esencia inmortal. Tenemos fe en la justicia y en la libertad. Tenemos otra interpretación de la historia y otro concepto de los métodos y de los fines que debe alcanzar una sociedad verdaderamente humana”.
Una importante lección, necesaria de reflexionar. Y un llamado a las organizaciones o entidades que reclaman un patrimonio ético e histórico para que no distraigan la necesarísimo consistencia de sus posturas, más allá de los instantes mediáticos que le roban o – a veces – les concede el régimen.