Opinión Nacional

Imperio o democracia

El último libro del historiador y politólogo estadounidense Chalmer A. Johnson se titula Némesis, los últimos días de la República Americana. Némesis, llamada también “la hija de la noche”, representa la justicia divina y la venganza de los dioses. Personifica su ira frente a la soberbia y la altivez de los transgresores de la ley.

La elección por el autor de este título responde a la idea de que el castigo se cierne sobre la soberbia y la altivez de EEUU en su actual evolución como una potencia imperial con intereses en todo el planeta. El tema básico desarrollado consiste en mostrar la actual validez del principio histórico-político de que la más inestable situación que pueda imaginarse, para una gran potencia, es la de intentar ser una democracia de puertas adentro y un imperio invencible de puertas afuera. En esa situación se encuentra hoy EEUU. El fracaso es inevitable, según Johnson. Ambas tendencias son incompatibles y una necesariamente dominará sobre la otra.

La derrota del partido republicano en las últimas elecciones, el fracaso de las armas en Irak, la necesidad de recurrir a la OTAN para salir del apuro en Afganistán y el desapego creciente de gran parte de la opinión pública estadounidense hacia los sueños imperiales de Bush y sus fanáticos neocons han frenado algo la deriva imperialista de la gran superpotencia, pero el peligro se cierne sobre EEUU y aumenta día a día, según Johnson.

Se advierte una crítica combinación de factores: unos enormes y poderosos ejércitos desplegados en todo el planeta. Johnson contabiliza una red de 737 bases militares en más de 130 países, según datos del Pentágono del 2005; la tendencia a entablar guerras sin fin, como la declarada por Bush contra el terrorismo; la dependencia económica de EEUU del complejo militar-industrial; los ruinosos gastos militares incluidos en un gigantesco presupuesto de defensa; y la creación de un segundo Departamento de Defensa —llamado de Seguridad Interior—, que agrava la militarización de la política. Todo ello, afirma Johnson, está destruyendo la tradicional estructura republicana de gobierno, acercándola a lo que podría considerarse una presidencia imperial, inédita en EEUU.

Peligra la supervivencia de aquella estructura política basada en una rigurosa separación de poderes y en los frenos y contrapesos que los fundadores de EEUU incluyeron en la Constitución, a modo de inexpugnables baluartes contra la dictadura y la tiranía que tanto temían y habían sufrido en la Europa de su época.

Así plantea Johnson el núcleo de la cuestión: “Estamos a punto de perder nuestra democracia para no perder nuestro imperio. En cuanto una nación se desliza por esa pendiente, entra en juego la dinámica común a todos los imperios: el aislamiento, la dilatación y sobreexpansión, y la cohesión de todas las fuerzas locales y globales opuestas al imperialismo, que conducen, al final, a la bancarrota”.

El ejemplo de la decadencia y caída del Imperio Romano salta a la vista, aunque no sea el único. Roma decidió mantener el imperio y abandonar la democracia, con el resultado por todos conocido. Por el contrario, se puede elegir la democracia y perder el imperio, como hizo Inglaterra tras la II Guerra Mundial. Inglaterra prefirió democracia a imperio, aunque al resultado final contribuyó también la política de EEUU y el enfrentamiento entre los bloques.

Como forma de gobierno, el imperialismo no necesita el consentimiento de los gobernados, pues es una tiranía. Intentar combinar una democracia interna con el control tiránico de los pueblos sometidos es una contradicción irresoluble. “Un país puede ser democrático o puede ser imperialista, pero no las dos cosas a la vez”, afirma el autor.

El mundo se halla hoy ante este dilema: o continúa la trayectoria imperial de EEUU, en detrimento de su democracia, o las voces críticas que nacen en el seno de ese país se dejan oír con fuerza y son capaces de frenar tan peligrosa tendencia. El problema reside en que en el actual panorama internacional no es EEUU la única gran potencia donde democracia e imperio forcejean. China y la Federación Rusa no le andan a la zaga, y en ninguna de ambas posee la democracia la fuerza que aún conserva en EEUU

General de Artillería en la Reserva

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