Opinión Nacional

I´ m Niní

Por supuesto no soy homofóbico, solo me desconcierta  a mis ya añejos años, la manía yanqui por el  “I´ m Gay”.

En Venezuela sigue siendo escandalosa esa afirmación de neutralidad de género, sobre todo desde que los chavistas inventaron  lo de diferenciar, incluso constitucionalmente, “alcaldeso” y alcaldesa, chicharrón  si es de cochino y chicharrona si es de cochina… el problema es como averiguarlo.

 Aquí en Venezuela la censura social,  que en la Cuba castrista después de 50 años de tiranía es aún peor,  sella la boca de los candidatos a salir del closet, como se dice refinadamente,  sobre el que resolvió “meterse a M……”   y de los que nunca se oirá:  “se salió de m….” de acuerdo al manido corolario cultural machista.

Me perdonarán los censurados venezolanos de condición gay,  porque las venezolanas a diferencia de las yanquis, de condición sexual ambigua, no usan ese cómodo término ambivalente y más bien  tienen  asignado su propio término en la vulgar  onomatopéyica  machista.

Todo  lo anterior  es para decir que siendo los venezolanos y venezolanas,  celosos y celosas de lo que queda  de su privacidad, en tiempos de Chávez,  y para que el gobierno no descubra su identidad, aunque estén obligados a dar su número de cédula hasta para comprar un kilo de cebolla, (más bien están, porque yo siempre doy un número falso) responden  en mayoría,  a la exigente definición de la preguntadera de los encuestadores: Yo Soy Ni Ni.

Podemos  imaginar que si aquí  pasara como en Noruega o Suiza, donde la  indiferencia o neutralidad  es un lujo común,  por lo  poco que  importa disentir,  dado que  la nación seguirá de todas formas marchando  de forma excelente,  no importando quien la gobierne, aquí si es importante y debe deducirse que la masa mayoritaria de NiNi  está diciendo a gritos algo que no es precisamente  ser neutral o indiferente.

Cuando esta respuesta: Soy Ni Ni ,  la da un  entrevistado de  aquí,  quiere eludir  que guarda  más bien una indignada  represalia verbal contra el gobierno de canallas,  que hunden el país,  y de  rechazo primario a quienes  creyendo  hablar en representación de las grandes mayorías; que incluyen gradaciones de personas  insatisfechas, indignadas y hasta iracundas,  se abrogaron el derecho a disfrutar una eterna cohabitación con esta crápula de régimen,  y para colmo en nombre de todos.

Ser Ni Ni en Venezuela no es como admitir  que son gays,  mediando la pavorosa censura social, pero si tiene  la misma radicalidad  de quien escogió su “situacionalidad” original y distinta al resto de identificados “normales”, aunque para variar aquí todo se confunde, porque el gobierno está lleno de gays lo cual no censuro, si ello les proporciona menos persecución.

Decir aquí en Venezuela que se es  Niní,  es adoptar el refugio de  toda mente  libre de alineamientos automáticos y  que,  en medio de la confusión general,  prefiere tomar distancia de ese supuesto país real,  donde un presidente y sus adláteres resolvieron, además de arruinarlo,  esquilmándolo como plaga de langostas, volver locos  a sus habitantes.

Ser Ni Ni Es  tratar de evadirse de  la pesadilla cotidiana donde se prefiere vivir el anonimato, permitiéndose asumir menos riesgos, para sobrellevar  las calamidades que  generan la malnacida torpeza y abusos del gobierno y su ruindad, que ellos bien disfrutan como  déspotas.

Por supuesto no me escapa,  que una minoría de  los tales Ni Ni son apenas avergonzados oportunistas que quieren ocultar a su medio social  que son partidarios en privado de que siga la fiesta,  porque son sus beneficiarios  subrepticios. Pero estos de doble moral no pueden ocultar el portentoso  fenómeno creciente, en la misma o mayor proporción, que ser Ni Ni es ante todo: estar asqueado de todos,  gobierno y oposición.

Para mi ese es un  fenómeno muy  progresivo,  para empezar  porque indigna a los  corifeos del partidismo chantajista,  que quiere arrinconarnos entre ellos o el abismo. Hay una rara intuición  muy perspicaz,  en los Niní sobre que buena parte de esta gentuza gobernante  les  resulta de igual catadura  que quienes se  proponen sustituirla para  volver al pasado.

Pero más aún  el “NiNiismo” es  sustancialmente una forma de  repudio,  que  incluye un desprecio por la llamada oposición,  precisamente por el hecho que también a ésta la hacen responsable de la calamidad de sentir  que se perdieron demasiadas cosas del sueño de futuro y no aparece en el horizonte  quienes nos permitan recuperarlas.

He estado pensando,  si no ha llegado el momento de  proponer un liderazgo del  NiNiismo para presentarle cara a los fraudes ya aceptados en el calendario de la cohabitación, sin caer en el simplismo de que se busca neutralidad,  sino otra manera de hacer oposición y resistencia,  de acuerdo a la gran urgencia de  imponer una salida de esta situación de desgracia nacional.

Se trataría de una propuesta que de hecho obligue moralmente  a la unidad detrás de esta repulsa A TODO,  propia del  NiiNiismo,  subsumiendo en un solo movimiento de opinión a todo el espectro de ciudadanos y ciudadanas, que nos oponemos a  esta plaga gobernante.

Sería una  unidad surgida  no de pactos, sino de lo que genera toda dinámica  envolvente, propia de toda estrategia correcta. Parece  mentira pero si los propios partidos tomasen como propia esa  estrategia,  de forma transparente y  genuina,  harían  solvente  su propio prestigio.

Por ejemplo el ATREVETE  y el COBRO,  tuvo esa cualidad independientemente de su ridículo protagonismo final.

Otra cosa hubiera resultado si lo del cobro iba en serio,  como muchos ingenua o estúpidamente creímos o aceptamos  sobre todo por los imponderables de su episodio final,  inclinándonos ante el “expontaneismo” que raras  veces desaparece tan radicalmente como esa noche,  o por lo menos sigue pendiente de análisis serio, por cuanto es un hito de nuestra historia moderna.

 Yo creo por ejemplo que  ese refugio casero de esa noche  de los escrutinios de Rosales,  son de idéntica naturaleza, a la de la fuga hacia la TV casera para ver  el juramento de Carmona del 12 de Abril. Hay cosas  que todavía debemos explicarnos y prometo mover ese avispero,  así  algunos salgan o salgamos picados.

Algo o mucho de eso mismo ocurrió con el abstencionismo de las pasadas “parlamentarias” que mas grave aún, se quedó  como si  no fuese para asumir sus  dramáticas consecuencias. *(1)

Esa unidad de todos  es muy difícil para las llamadas elecciones parlamentarias que escogerían solo a quienes  posarían de anti focas en la A.N. pero resignados al chavismo,  que se eterniza con sus tropelías electorales e institucionales.  

Yo vengo proponiendo para esas elecciones,  que quizá el abstencionismo pueda ceder si  se postulan  candidatos por los cuales puedan votar quienes consideramos  que  este sistema electoral es fraudulento y que deberíamos solo aprovechar,  la coyuntura de discusión nacional, para denunciar al régimen y proteger  nuestras  víctimas de las luchas,  con las candidaturas de presos políticos o de sus representantes familiares,   asumiendo ellos  la frontalidad de la oposición que queremos. 

Quizá sea más sencilla la unidad  respecto a las presidenciales, si es que llegamos allá, por cuanto quien  sea candidato deberá estar preparado para pelear contra un fraude seguro,  y deberá ganar en la calle  el verdadero escrutinio,  incluso antes del día de las votaciones, como hizo Toledo en Perú  contra Fujimori.

*(1)

(Sobre  la manida abstención de las últimas “parlamentarias”)

Había sido tal el derrumbe del espacio electoral del gobierno y fue tan escalofriante para ellos la deslegitimación de su régimen,  en su pata legislativa y originaria  de los otros  poderes constitucionales nacidos de esa  A.N,  que  allí se imponía exigir  y pelear en las calles  por la renuncia del propio Chávez, como  exigencia de ese  repudio general  y  no quedarse como maravillados,  como protagonistas de una travesura de niño tremendo,  que se oculta mientras pasa el efecto  de su inesperada peripecia, para estar ahora  en plan de nostálgicos  de las oportunidades de sueldos y tribunillas desperdiciados de estos años,  perteneciendo a ese antro del aclamacionismo  del gobierno.

El error garrafal es haberse asustado, más bien  la oposición y no el gobierno, de su propio éxito táctico, indicando que carecían  hasta  niveles irresponsables,  de  la visión de continuidad que emanaba de esa enorme victoria.

Toda  estrategia necesita  tener visualizado el objetivo final  que se persigue.  La abstención  en las parlamentarias anteriores careció bochornosamente  de su necesaria continuidad. Su única consecuencia era pelear por  la expulsión de los ridículamente minoritarios en las urnas, no suponer que  eran tan fuertes que  había que desaparecer después de humillarlos  con aquella abstención  casi total.

Nuestra tragedia no viene, entre otras causas, de no haber participado de aquel remedo de consulta electoral,  que sirve ahora de argumento para embellecer  la  participación que se estima obligatoria,  de acuerdo al balance de aquella  nimiedad que resultó del portentoso desierto electoral,  pero que se nos enrostra como sagrada lección histórica,  para ir de rodillas a estas elecciones anunciadas, cuando el error  no fue la abstención sino renunciar a usarla como palanca inmediata para reventar la podrida  institucionalidad roja, nacida de la destrucción de la Constitución del 61, por si no lo recuerdan, y lo que es igual no es trampa.

 

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