Hybris y Némesis
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En el espacio para foristas de una conocida página de noticias digitales, un participante remitió una foto modificada del presidente Chávez donde lo personifica como El Guasón, siniestro personaje del reciente filme de Christopher Nolan “El caballero de la oscuridad”. Como una imagen vale más que mil palabras, ésta me hizo reflexionar y escribir, tratando de entender por qué esta persona había proyectado de esa forma la imagen de su Presidente y a la vez tratar de comprender el significado del personaje de esa historia.
El Guasón, había sido hasta el momento el villano de caricatura que asolaba Ciudad Gótica, pero en este filme es algo más. Nolan lo muestra como la apoteosis del caos, la Némesis de ese colectivo. El Guasón viene a ser el efecto producido por las causas engendradas en una sociedad (Gotham) que presencia impasible la destrucción de sus instituciones y normas, donde la violencia y la corrupción están ganando la batalla.
El Guasón, en sus diálogos exclama: «Algunos hombres no están buscando cosas lógicas, sólo quieren ver el mundo arder» y, “el verdadero caos se produce cuando no hay un plan. Si hay un plan no hay sorpresa en la destrucción”. No se si ese forista se inspiró en estas frases para caricaturizar el despropósito y el caos que observa en el país, pero el filme es la representación de un combate entre el orden y la anarquía, entre el bien y el mal, que en esta historia ha anidado en el corazón de muchos de sus ciudadanos, producto de la desunión y la falta de ética. El Guasón, aparece con su carga destructora para hacérselos ver. En dos palabras, una sociedad que proyecta su Hybris y es asolada por su Némesis hasta que logra de nuevo el equilibrio. Visto así, Chávez y la destrucción física y espiritual que ha producido su gobierno serían la némesis de Venezuela, el producto final de un proceso de descomposición gestado durante varias décadas, el efecto de la hybris de un país que ha venido actuando en forma insensata e ilusoria, fuerzas hoy desatadas que dejan que el azar y la diosa Fortuna hagan de las suyas.
En la antigua Grecia, el concepto de Hybris se asociaba a la irreflexión de los individuos. De allí que ésta provocaba el orgullo desmesurado, la ira, el desprecio a los otros seres, unido a la falta de control sobre los propios impulsos. En una sentencia, Eurípides sintetiza el concepto de Hybris, aplicable hoy por simple analogía: “Aquel a quien los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco”.
Némesis, por su parte, es la diosa de la justicia retributiva, la venganza, la persecusión y el infortunio. “La retribución venía dada por el nivel de daño causado, la cantidad de ventaja injustamente adquirida o por el «desequilibrio moral» provocado por un individuo o una colectividad”. Es la deidad que castiga la desmesura. Némesis a veces se confundía con la diosa Fortuna, a quien se le representaba jugando a tirar una pelota, a veces arriba, a veces abajo, como símbolo de lo azaroso de sus decisiones y lo mutable de la riqueza, la fama y la felicidad de los mortales. Por eso nadie debía vanagloriarse de sus riquezas o de su poder, pues esto podía provocar que Némesis interviniera ocasionando crueles pérdidas para hacer volver al individuo a los límites que el equilibrio de la vida le había asignado. Su pavorosa presencia en la literatura antigua griega se manifestaba en pestes y plagas, era personificada en tiranos, guerras y calamidades. Némesis, adquiere múltiples formas en la historia, algunas provocadas por excesos, desequilibrios o crímenes, otras causadas por la ignorancia, la ira o la estupidez. Algunos individuos, grupos y sociedades han tenido y tienen sus némesis particulares.
Podríamos hablar de una Némesis de occidente. Según André Glucksmann, el terrorismo absoluto, sea éste representado por un Estado, un grupo o un individuo, que se consideran eximidos por principio de cualquier regla, al desencadenar una violencia sin fronteras de la que no está libre nadie, se revela como una agresión contra la humanidad, contra la vida misma. Advierte además, que en nuestros días, producto de un vaciamiento de conciencia,“el terror por el terror” se está haciendo autónomo. Glucksmann afirma, que nos engañamos pensando que este fenómeno tiene su originalidad en los trastornados cerebros de los fundamentalistas islámicos. La voz que exclamaba “¡Jamás capitularemos, no, jamás! Nos pueden destruir, pero si lo hacen sepultaremos con nosotros al mundo, a un mundo en llamas”, no está tomada de un video de Bin Laden, eran los gritos de Hitler dirigiéndose a los jóvenes de las Hitler Jugend.
Según Glucksmann, existe una matriz común entre el nazismo y el régimen estalinista soviético, se refiere al “terror” como la ultima ratio de cualquier estrategia totalitaria. “El terror de las bombas no perdonará las casas de los ricos ni de los pobres, las últimas barreras entre clases desaparecerán” – exclamaba Goebbels en sus cadenas radiales – “Los últimos obstáculos para la realización de nuestra misión revolucionaria caen junto a los monumentos de la civilización”. Al igual que el expansionismo soviético, “el fascismo histórico conformó una sociedad totalitaria en su interior y se expresó como un imperialismo agresivo y destructor hacia fuera, expansionista y militarista” (Carlos Fazio, El fascismo clásico y los peligros actuales).
Hitler y el nazismo podríamos decir que constituyeron la Némesis de Europa. Aparte de la destrucción de todo un continente, Theodor Adorno señala que lo sucedido en Auschwitz “convirtió la brillantez y riqueza de la cultura occidental en excremento”. El Holocausto, no sólo es la historia del asesinato sistemático de la población judía a manos de los nazis, guiados por la Hybris de Adolf Hitler, sino también el reflejo de la crueldad con la que el hombre puede actuar contra sus semejantes. Manuel Reyes Mate, filósofo español expresó que “hay un antes y un después de Auschwitz, ya no se puede vivir, ni pensar, ni sentir como si no hubiese existido. Auschwitz significa la quiebra de la civilización europea, es el fracaso de Europa y de Occidente. Europa, sobre todo, desde la modernidad se había propuesto un proyecto político y moral fundado en la razón que permitiera reglas de juego de convivencia benéficas para todos. Esto se quiebra en Auschwitz, por ello es el fracaso de ese proyecto”.
Por más que el cine intente reproducir la violencia, la crueldad y el caos, la realidad supera con creces a la ficción. Luego de haber consolidado en su persona todo el poder de la nación alemana y sus instituciones, los objetivos de destrucción de Hitler fueron la gente y las ciudades. Mientras su ejército devastaba a Europa (cuarenta millones de personas murieron en la Segunda Guerra Mundial), desde su sala de cine privada dedicaba horas a mirar documentales que le llegaban a diario sobre las matanzas y atrocidades en los frentes de batalla y de los montones de cadáveres producidos por sus campos de exterminio siendo arrastrados por las palas de los tractores. Cuando ya la derrota era inminente, desde su bunker promulgó el Decreto de Tierra Quemada o Tierra Arrasada: “Antes que el enemigo ocupe el territorio alemán, todo, sencillamente todo cuanto es esencial para la continuidad de la vida será destruido. Todo será quemado, abatido o demolido, incluyendo registros, archivos, granjas, el ganado, los monumentos, palacios y edificios de ópera. Y si el pueblo alemán no está dispuesto a luchar por su supervivencia, tendrá que desaparecer también”. En su “Anatomía de la destructividad humana”, Fromm afirma que sus acciones, desde el asesinato sistemático de millones de judíos y disidentes, hasta la orden final para el aniquilamiento de todos los alemanes, “no pueden explicarse por motivos estratégicos, sino que son productos de la pasión de un hombre hondamente necrófilo. Hitler odiaba a los judíos, pero igualmente odiaba a los alemanes. Odiaba a los hombres, a las mujeres, a los jóvenes, a los niños, al género humano entero, a la vida misma”. Cuando las tropas rusas estaban a punto de tomar el bunker donde se refugiaba, mató de un balazo a su fiel perro. Suicidarse ante él fue la prueba del amor nunca correspondido que Eva Braun le dio a este ser inestable que sólo vivió para satisfacer su ego. Él mismo y parte de su estado mayor militar se suicidaron ese día, los que sobrevivieron fueron juzgados y condenados a muerte en Núremberg.
Es una verdadera tragedia que la juventud alemana haya seguido a un líder necrófilo y encontrado un propósito en el nazismo, su organización y terrible eficiencia estadística para la muerte. Los aspectos esquizofrénicos (schizo, dividir, escindir y phrenos, mente) notorios en Hitler, Stalin y otros déspotas totalitarios y fascistas, así como en esta nueva raza de psicópatas y necrófilos que amenazan a la democracia y a nuestras vidas, se caracterizan por una total escisión entre pensamiento, afecto y voluntad.
El mal convertido en némesis, se hace presente al separar al yo del otro. “La esencia del bien es la aspiración a la unidad mientras que el mal se dirige hacia la división o a la escisión. La esencia del mal es crear fisuras en el corazón humano» (D. Ikeda).
Este militarismo fascista que nos amenaza, encuentra su anidamiento y alimento en cualquier individuo cuando en su corazón existe rencor, subestima, incomunicación, ignorancia, intolerancia, egoísmo, arrogancia, ira, estupidez, miedo, ausencia de amor. La némesis que se ha posado sobre Venezuela ha destruido instituciones y normas, ha sembrado la separación y la exclusión entre hermanos y con su discurso de agresión permanente y sus efectos de odio, violencia y muerte, está llevando a la ruina al país, física y espiritualmente.
¿Cómo erradicar esta Némesis y encontrar el equilibrio? Todo dependerá del coraje con el que rechacemos la dictadura del caos que se nos pretende imponer, entender que su poder proviene de nuestra pasividad y resignación, que exijamos se respete de una vez por todas la Constitución, que construyamos más y mejor democracia, más y mejor ciudadanía y que no nos conformemos solo con votar. De allí, que debemos superar las frases fabricadas, las creencias aprendidas, los dogmas anacrónicos y las conjeturas confusas sin esperanza de realización. Pero lo más importante es que cada uno de nosotros tome conciencia que la némesis es la consecuencia de nuestra propia oscuridad y que necesitamos hacer un cambio interior de manera de actuar por encima de nuestro egoismo, esa es la verdadera revolución. Depende de que adoptemos una perspectiva moderna y coherente sin ambigüedades y una fuerte determinación para diseñar en forma creativa planes y proyectos racionales que se traduzcan en políticas públicas viables, una idea de desarrollo humano sustentable que encaje en este mundo real, globalizado y competitivo y a la vez frágil y expoliado donde estamos insertos. Decir no al neodarwinismo económico y un no rotundo a este militarismo fascista sustentado por una facción de la izquierda anacrónica y desquiciada que ha llevado al país a saltar al vacío. Debemos, entonces, ir a una batalla armados de una renovada fuerza interior, de ideas y palabras que nos ayuden a detener esta espiral de odio, violencia y destructividad que se ha anidado en el corazón de los venezolanos. Desterremos nuestra Némesis, aunque sea en un combate desigual. Aún estamos a tiempo.