Humanidades y Estadísticas
El lunes 16 de noviembre de 2009, leí una información difundida por el portal de internet; yahoo.com, que decía que “La propensidad al delito puede determinarse a partir de los 3 años de edad”, indicando que este había sido un hallazgo tras estudiar durante décadas a 1.800 niños de la isla de Mauritius, ubicada frente a África en el sureste del océano índico, y posteriormente ver cuantos de esos niños registraron comportamientos delictivos unos 30 años después.
Quienes condujeron el estudio afirmaron que aquellos niños que a la corta edad de 3 años no mostraron sentir miedo ante ruidos fuertes o sonidos estridentes, registraron más registros delictivos, que los niños que si se asustaron, décadas después.
Hay algo fundamentalmente erróneo en este tipo de estudios estadísticos.
Toma en cuenta una sola variable: el sonido, dejando por fuera a millones de otras, como a los padres, a la crianza, a la educación, a las amistades, al nivel académico alcanzado, a las circunstancias familiares, económicas, políticas, ambientales, la biografía de cada niño hasta su adultez, y miles de miles de otras más.
Adicionalmente puede sugerirle erróneamente a los lectores que todos los seres humanos son idénticos; como dos bolígrafos Bic, o dos licuadoras del mismo modelo y marca comercial: nada más falso que eso, porque no existen ni siquiera dos personas iguales; mucho menos idénticas, entre las casi 6 mil 800 millones que existen hoy en el planeta Tierra.
Estudios como éste no son científicos.
La realidad científica es ésta: Los seres humanos somos simios. Nuestros parientes silvestres más cercanos son el orangután, el gorila, el chimpancé y el bonobo—y no es que el ser humano haya evolucionado a partir de alguno de ellos, sino que todos juntos evolucionamos; con los monos y los lémures, de un antepasado común: Darwinius masillae, un lémur-mono que vivió hace unos 47 millones de años en la selva tropical que rodeaba al lugar conocido hoy como Foso de Messel, ubicado a 35 kilómetros al sureste de Frankfurt, Alemania.
Y como los seres humanos siempre hemos sido simios, y no hemos dejado de serlo hasta ahora, cada uno de nosotros—desde que nace—trae consigo todo lo que se necesita para comportarse como lo que es: un simio—una “bestia”.
¿Porqué entonces unos humanos delinquen y otros no? Eso está determinado por la biografía individual de cada quien, y por el genoma, epigenoma y cerebro que trae consigo al nacer.
Cuando podamos dejar de creer que “fuimos creados a imagen y semejanza de Dios” y aceptar tranquilamente la realidad de que somos simios, comenzaremos a diseñar familias, escuelas, leyes y penitenciarías, que nos permitan manejar más eficientemente el fenómeno delictivo—que nunca desaparecerá de la humanidad, porque viene incluido en el paquete genético y epigenético de cada quien.
Por más que las humanidades traten de homogeneizar al ser humano como las ciencias exactas (física, química y matemáticas) hacen con sus objetos de estudio, nunca podrán lograrlo, porque la naturaleza diseñó la reproducción sexual—no sólo del ser humano, sino de muchas otras formas de vida animal y vegetal—para que produzcan una infinita diversidad que aumenta considerablemente sus probabilidades de supervivencia en un siempre cambiante ambiente natural. Y los humanos; aunque nos auto denominemos “civilizados”, nunca hemos dejado de ser parte de la naturaleza en la que habitan el resto de las formas de vida que existen; han existido y existirán.