Hugo Chávez: un caso clínico
De creerle a Nelson Bocaranda y las revelaciones que hiciera públicas en su columna de El Universal de este jueves 10 de enero ˆ y nada induce a no creerle, siendo como es el periodista mejor dateado del país ˆ Hugo Chávez es definitivamente un caso clínico.
Complementadas con las informaciones que se tiene de quienes fueran sus ministros y colaboradores cercanos, nos entregan el perfil de un iluso contumaz, de una irresponsabilidad suicida y de una absoluta carencia del sentido de la realidad. Todo lo cual, sumado al patológico narcisismo que diagnostican los más serios estudios de su personalidad adelantados embrionariamente por reconocidos psicólogos, psiquiatras y psicoanalistas, da por resultado un perfil caracterológico absolutamente incompatible con la más alta gerencia pública. Provoca recordar el slogan publicitario de una campaña política estadounidense en que se le preguntaba al elector: ¿le entregaría el mando de una locomotora a un niño? Venezuela, según los más serios indicios, ha sido durante esta última década el juguete de un niño caprichoso, ególatra e irresponsable.
Los resultados están a la vista. Y como sucede en casos semejantes y luego de una retahíla de desastres que cierran el ciclo afortunado de su destino como gobernante, ha tenido que ser su madre – siempre de acuerdo a la revelación de Nelson Bocaranda ˆ quien se ha visto obligada a regañarlo duramente y a culminar el regaño ˆ dado el carácter de su señora madre seguramente implacable y sin concesiones ˆ con viejos consentimientos maternales . El niño díscolo y monstruoso, culpable de innumerables y sangrientos desaguisados, llamado a terreno por su progenitora. Digno de una mala telenovela.
Lo grave del asunto es que la telenovela es un país y sus actores y extras veintiséis millones de seres humanos. El juguete, una nación de inmenso valor geoestratégico y primera reserva energética de Occidente. Y el destino, la vida de seres indefensos ante el omnímodo poder que en un gigantesco error le entregara atado de pies y manos una sociedad tan gravemente enferma como aquel a quien le ofrendara su destino. Porque esa es la otra parte de la ecuación: la sociedad venezolana. Y cabe decir, así nos duela en lo más profundo, que los pueblos tienen el gobierno que se merecen. ¿Nos hemos merecido al teniente coronel Hugo Rafael Chávez Frías?
Por quien fuera uno de sus más estrechos colaboradores me entero de que durante los dos años en que lo acompañó no asistió a un solo consejo de ministros. El país estuvo gobernado por sus inferiores. Así, hemos estado en manos de Isaías Rodríguez, José Vicente Rangel y Jorge Rodríguez. Y de allí hacia abajo: por seres como Diosdado Cabello, Juan Barreto, Freddy Bernal, Acosta Carlés, Tarek William Saaab y Johnny Yánez Rangel. Para terminar en Maiónica, Franklin Durán, Carlos Kaufmann, Antonini Wilson, los hermanos Del Nogal y los tiburones insaciables de la empresa, la banca y las finanzas. Quienes han tenido así el control real de la gerencia han podido meter los brazos hasta el hombro en los dineros públicos, se han enriquecido hasta extremos siderales y han hecho cuanto se les ha ocurrido. Dejándole al jefe los viajes, los sueños de grandeza, los delirios imperiales y sus impertinencias.
Cabe así la pregunta digna de un muy serio estudio clínico: ¿compensó verdaderamente la falta del padre que no pudo o no supo meterlo en cintura con la figura sustitutiva de Fidel Castro, que lo ha empujado al borde de esta catástrofe que evitamos el 2 de diciembre? ¿Qué hace Sánchez Otero, qué hace Rodríguez Chacín, que ha hecho Alí Rodríguez Araque tras del trono durante todos estos años?
Estamos ante un caso verdaderamente trágico: haber sufrido el influjo de una figura altamente conflictiva, que llevado por sus malsanos impulsos y sus graves desajustes emocionales sólo podría llevarnos al abismo. Salir de él y de todo lo que representa es una obligación de alta higiene nacional.