Hugo Chávez: cuatro señales de colapso
El régimen de Hugo Chávez se acerca a su final. Hay cuatro tipos de señales que lo confirman: (1), las abiertas agresiones y represalias contra miembros de la oposición; (2), la epidemia de expropiaciones, invasiones e intervenciones dictadas por el déspota, (3) La creciente tasa de deserción de sus seguidores; y,(4), la actitud de total desafío a las normas internacionales en el sector diplomático y en el sector petrolero.
Estas cuatro familias de señales son indicativas de una desesperada huída hacia adelante por parte de un líder fracasado, quien intuye su fracaso aunque siga hablando de victoria. De tratar de imponer una “revolución” ya ha pasado a un modo de sobrevivencia, como esos corredores que saben que no podrán correr el resto del maratón y empiezan a caminar trabajosamente hacia una meta inalcanzable.
Las agresiones contra, entre otros ciudadanos, Oswaldo Alvarez Paz, Carlos Andrés Pérez, César Pérez Vivas, Edgar Dao, Germán García Velutini e Italo del Valle Alliegro vienen a unirse a las agresiones pasadas contra Manuél Rosales, Leopoldo López y Raúl Baduel. Evidencian un deseo de dañar a quienes, como espejos, le reflejan su gran fracaso como golpista, como mandatario y como líder.
Las expropiaciones representan una manera de “vengarse” de los ricos, de los que el llama “oligarcas”, porque se considera despreciado por ellos desde sus años de oscuridad como incoloro tenientico de un ejército mediocre. El centro de sus ataques es ahora la empresa POLAR, propiedad de gente adinerada que trata a sus empleados mejor de lo que él trata a su pueblo, gente exitosa que le recuerda dolorosamente sus carencias sociales e intelectuales.
A esa gente, a los Mendoza, así como a Granier, dirá, hay que “bajarle la testuz, hay que humillarlos”. La respuesta cívica de Granier y la moderación que muestra la empresa POLAR ante sus abusos de poder lo sacan de sus escasas casillas remanentes y lo llevan a incrementar sus desmanes.
Sus seguidores lo están abandonando, tanto quienes lo siguieron de buena fé, como quienes piensan que ya no lo pueden exprimir más. Fermín Toro Jiménez, Luis Fuenmayor Toro, Henri Falcón, Ramón Carrizales y su esposa Yubirí, se unen, por instinto de conservación, a la legión de ex-chavistas quienes lo han pensado mejor y han decidido que no es una buena idea o ya no es rentable compartir el poder con un déspota ignorante. Cuando esto sucede es porque ya el líder se encuentra abiertamente cuestionado en su propio entorno, porque se advierte frágil y ya es posible ver las amplias grietas en su proyecto fracasado.
La vida civilizada entre naciones, así como las normas y organizaciones internacionales se le han tornado insoportables. El insulto es su lenguaje “diplomático”. Si la Comisión Interamericana de Derechos Humanos lo critica, dice que se saldrá de la OEA. Si las cortes españolas lo asocian con las FARC, dice que el juez es un vendido al imperialismo. La señora Clinton es solo “una Condoleeza blanca”. Petróleos de Venezuela comete fraudes en su declaración de reservas petrolíferas probadas porque ya no les importa lo que digan las organizaciones internacionales del sector, aunque OPEP debería rechazar de plano el fraude de las “reservas probadas”de la Faja del Orinoco. Las estadísticas del país, a cargo de un maleable señor Eljuri, presentan las cifras que deseé el déspota y describen un país sin pobreza, con pleno empleo y sin analfabetos, mentiras propias de un país politicamente feudal.
El final se acerca para Chávez. Sin embargo, el país que heredarán los venezolanos demócratas estará en ruinas. Habrá que reconstruirlo con mucho empeño y ello tomará más de una generación. Habrá que comenzar por la dificil tarea de re-educar a los miles, o millones de compatriotas quienes han llegado a creer que no hay deberes sino derechos, que somos un país rico y que somos un pueblo chévere que ha encontrado la fórmula de vivir sin trabajar, pegados de manera humillante a la teta del despotismo.