Hora de verdades

Ya, amigos, nuestro horizonte nacional se vislumbra claro. No queda mucho espacio para disquisiciones académicas sobre la realidad de este país. Lo hecho, hecho está, con sus errores y aciertos, con sus complicidades y grandes entregas; pleno de mezquindades y generosidad, de errores y aciertos, de miserias y grandezas, de fracasos y éxitos. En todo caso, esa definición que claramente asoma -para quien quiera verla, -desde luego no falta quien hace el avestruz- dista mucho del ideal libertario que como pueblo nos anima. No es más la hora de continuar actuando como -con razón o sin ella- la oposición democrática ha venido haciéndolo.

No es tampoco la hora de buscar y señalar culpables y menos aún lo es para impertinentes cultivadores de estériles «yo lo dije». Es, en cambio, el momento de develar en nuestras conciencias toda conjura de intereses o ambiciones que tengan por propósito ocultar verdades o sembrar falsas ilusiones. Es hora de verdades y sensatas decisiones: vamos por mal camino y es menester rectificar.

Es indispensable trabajar, con la misma ilusión y entusiasmo como la oposición toda lo ha venido haciendo, en organizar una resistencia sólida y eficaz para oponer todas nuestras fuerzas a la amenaza que acecha a nuestra patria. Una organización minuciosa que cuide contactos indispensables con quienes serán decisivos para que los conflictos se resuelvan según resultados favorables; una organización realista que opere sobre la base de sus posibilidades reales y descarte ilusorias expectativas; una organización paciente, que sepa esperar sus momentos y ocasiones oportunas; una oposición solidaria, que renuncie al pequeño egoísmo en aras del común propósito; una oposición con fe en ella misma, en la verdad de sus razones y en la justicia de sus actos; una oposición dura en la acción y generosa en la victoria.

¡Qué El Señor nos acompañe!