Historia de un disimulo
QUIEN SIEMBRA VIENTOS COSECHA TEMPESTADES DE FURIA dice un refrán popular que hoy podemos aplicar a nuestro gobernante de turno, portador de una ejecutoria política de carácter tribal y primitivo, cuyo asidero esencial fue la toma del poder a través de la violencia. Fracasado en su intento, y abonado el terreno político por unas circunstancias que le favorecieron, el asalto al poder se hizo entonces por las vías convencionales de una democracia electoral, que en el fondo desprecia. Desde entonces sólo ha existido un único propósito: la concentración sobre su persona de todo el poder imaginable que le garantice la perpetuidad en el mando de la Nación.
Para ello se ha valido de todo tipo de tretas y procesos camaleónicos apuntalados por una habilidad hacia lo mediático nada despreciable. El entramado legal lo utiliza discrecionalmente para perseguir y hostigar a sus adversarios, tanto los reales como los figurados. La política la entiende en un sentido muy primario y atroz: la confrontación perenne y estridente hasta el logro de sus objetivos. No hay medias tintas. Si hay que recular por razones tácticas no ha tenido ningún reparo en hacerlo, con tal de que el fin estratégico se pueda colmar. En la práctica ha sido exitoso en sus objetivos, más de diez años en el Poder así lo convalidan, aunque hoy luce un tanto apurado.
Las razones de esto ya fueron esbozadas por un genial pensador italiano de hace quinientos años atrás, Nicolás Maquiavelo (1469-1527). La Política moderna presupone la superación de la época en que vivió Maquiavelo, donde la política se expresaba de una forma salvaje, algo que aquí en Venezuela también se vivió en los tiempos de la Independencia y casi todo el siglo XIX con las matanzas civiles en manos de militares macheteros. Juan Vicente Gómez viene a representar el mejor espécimen de esa violencia que incita a más violencia.
Con el actual gobernante, ha ocurrido lo impensable, lo que históricamente ya suponíamos superado: la violencia estéril y destructiva se ha vuelto ha instalar en el país poniéndolo al borde de una confrontación trágica. Su indisimulada pretensión autoritaria ya no resiste más el juego de las apariencias y la teatralidad. Con las expropiaciones de más de tres millones de hectáreas, el secuestro institucional y la descalificación abierta y grosera de quienes no compartamos sus aspiraciones napoleónicas, se crean las condiciones de un cuadro de no retorno peligrosamente incierto para la estabilidad y progreso del país.
En Venezuela la política de partidos y de consensos tiende a desaparecer para dar paso a la confrontación violenta e hiriente que se solaza en la humillación del adversario. Y esto es realmente muy peligroso. Y en el caso de las expropiaciones en el Sur del Lago, en el Edo. Zulia, ya existen indicios descritos por Maquiavelo como pre-condición de unos odios desatados que pueden llevar al traste al mismísimo gobierno de El Príncipe:
Nunca un príncipe debe atentar contra la propiedad o la mujer de sus súbditos por avaricia o lujuria, esto provoca un odio profundo y el miedo entre los gobernados a ser las próximas víctimas los une contra su príncipe.