Opinión Nacional

Hay que convertir en votos cada multitud

Mientras vuelven a multar a Globovisión por una falla eléctrica en una cadena del candidato presidente encargado no Constitucional, y declaran sin lugar el recurso de apelación interpuesto en contra de decisión que niega medida humanitaria a Iván Simonovis, una carta de la madre de los niños Fadoul estremece en la red recordando algunas expresiones del difunto ex mandatario como las emitidas a la muerte del presidente constitucional Carlos Andrés Pérez: “yo no pateo perro muerto. No habrá luto nacional porque murió un corrupto, un dictador” o la dirigida a la misma madre de los niños: “Deje la lloriqueadera y deje a esos muchachos descansar en paz”.

Capriles sigue contagiando de vigor y entusiasmo las concentraciones, asambleas y calles mientras un Maduro que cada vez se siente más asustado y perdido, parece no encontrarse, frente al difunto líder que lo nombrara “heredero” de su poder y de la Venezuela sumisa, ignorante y agobiada que nunca supo qué o cómo era en su realidad final.

Nicolás no puede soltarlo. NO puede enfrentarse a sí mismo en esta búsqueda inquietante de su propia identidad. NO se encuentra. Tiene que pedir el video, tiene que recurrir al fantasma que nadie sabe dónde está ni en qué estado está su cuerpo, que nadie sabe si ese féretro cerrado tiene un muñeco o está vacío. La mentira y la farsa como instrumento afectivo, el irrespeto al dolor sentido de quienes lo seguían fervorosos, apasionados.

Maduro no se detiene ante las evidencias que lo condenan en mentiras obvias. Ya no es el impuesto en legado personal que niega libertad al pueblo, es también, porque él quiere, su “hijo”. Y va a Barinas y pide la bendición a su tío, Adán, feliz en la farsa que avergüenza, que desnuda en toda su indecencia la mentira que corroe el alma del país que despierta de la pesadilla y comienza a manifestar ese despertar.

Un país que si encuentra en el muchacho seguro, la palabra que quería decir, que pelea su propia lucha, que reta como en el fondo de su corazón quería retar la opresión y el ultraje a principios y sentimientos.

El mundo se le hace chiquito a Maduro…ve un pajarito y en el pajarito ve a Chávez. El pajarito le canta y él le silba. Hasta allí está el “padre” que no es, el que ya no está. No puede soltarlo.

Pero este es un momento de dar el frente con coraje, con talento, con sentido de ubicación, con la verdad en la mano, porque todo este teatro barato y poderoso no convence a esta Venezuela distinta que despertó de su pesadilla.

Venezuela se siente acompañada con este muchacho “hijito de papá y mamá”, que sin temor desafía este estilo obsceno que lo ha herido sin consideración ni piedad.

Maduro no puede con ella…y ella lo sabe. Lo siente.

El domingo a la Avenida Bolívar. Hay que convertir en votos cada multitud. ES el compromiso vital para salvarnos.

 

 

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