¿Hacia dónde van nuestras fuerzas armadas?
Es preocupante lo que ocurre en la Fuerza Armada Nacional. No es como se piensa, que sus integrantes estén incursionando en la política partidista o que estén de acuerdo o no con un “proyecto” nacional personalista o institucional. La gravedad está en que se ha despertado en los venezolanos de uniforme militar, una suerte de nacionalismo inmaduro, informe e inculto, que los está llevando a la ruina institucional, con la consecuente pérdida de los verdaderos valores nacionales que la patria venezolana y todas las patrias, confían a su institución militar.
Pareciera que en su despertar, la conciencia del militar venezolano, hubiera regresado a estadios altamente superados por el devenir de los siglos y que, la escolástica translúcida de las enseñanzas en las aulas, pletóricas de modernos y actuales conocimientos de la política universal; de la ciencia y el arte militar desarrollados en el siglo cibernético; de la lengua amoldada a las vivencias que surgen del resultado histórico y no de su propio contenido, ya desfasado por voluntad de la experiencia, estuvieran martillando su conciencia, hasta conducirlas a un peligroso vacío ideológico, que pudiera dar al traste con su vocación institucional, necesaria en un régimen democrático.
Lo que está ocurriendo en la Fuerza Armada –repetimos- es grave. Grave de inminente atención y tratamiento, porque su perturbación nos está retrotrayendo a etapas superadas desde hace mucho tiempo, que creíamos que no volverían, al menos en un sistema democrático. Es inconcebible, que por idealizar sueños equivocados, se pervierta una institución y con ella a sus integrantes, tratando de emular momentos y personajes que tuvieron vigencia en su tiempo, pero que, como todo en la vida de los pueblos, dejan huellas y caminos a seguir, pero no tiene sentido rehacerlos cuando los hemos seguido y recorrido.
Estemos o no de acuerdo, la Institución militar en todo Estado tiene, al igual que las demás instituciones, su uso específico, que en este caso es la seguridad externa, aunque la mayoría de los países han concebido y están organizando su estructura militar, orientada al apoyo de los entes encargados de la seguridad y el orden público nacional. Es el caso de nuestro país, cuya nueva Constitución admite el apoyo militar en la Seguridad y el mantenimiento del Orden Interno, bajo la orientación y dirección de la Guardia Nacional, que desde hace mucho tiempo forma parte del estamento militar.
En el presente, todos los países ocupan el tiempo y la capacitación excedente de sus fuerzas armadas, en actividades productivas y de servicios poco rentables, con lo cual coadyuvan al cumplimiento de los fines del Estado y, en algunos casos, del desarrollo nacional, figura que ha sido mal entendida en nuestro medio, al extremo de creer que tareas de desarrollo, son todas las acciones, necesarias o no, cumplidas por las fuerzas armadas en bien o en apoyo de la ciudadanía. Es el caso de las llamadas operaciones de “acción cívica”, término de uso militar, consistentes en paliativos sanitarios, alimentarios, de vivienda, vestimenta, etc., que se llevan a cabo en apoyo de comunidades hostiles a la acción militar, comúnmente desarrolladas por tropas invasoras en territorios enemigos.
Desgraciadamente, en nuestro país se acuñó este concepto a la acción desplegada por las Fuerzas Armadas en nuestros campos y caseríos, cuya mayor vigencia la tuvo en la época de las guerrillas de los 60’. Acción necesaria para ayudar al campesino que fue salvajemente atacado por los grupos subversivos, a quienes éstos le producían daños y destrucción en sus siembras y cultivos de subsistencia, como forma de conquista (amedrentamiento) para su causa. Evidentemente, era una práctica similar a la doctrina bélica, necesaria en ese momento de desconfianza.
Mas grave aún, es como se ha hecho, involucrar a algunos mandos militares en el “proyecto” (¿?), catequizándolos como líderes políticos y gestores de la administración del Estado, en una suerte de salvavidas y salvapatria, con lo que se ha creado una grieta insalvable en lo interno y una animadversión en la mayor parte de la comunidad nacional, que se ve desplazada de sus puestos de trabajo. Injustificable, cuando existe la capacidad en la comunidad para su ejercicio, lo cual no puede justificarse por muy capacitado y experto que sea el militar asignado al cargo. Ya muchos lo han dicho y lo dijimos antes: la función militar es específica. Su empleo en otras actividades crea dos situaciones perversas: la primera es denotar la injustificación de la fuerza militar y; una segunda es dar la sensación de la militarización del Estado.
Quien escribe creía que su pensamiento era aislado, pero en la medida que nos hemos abierto a la crítica, consultando a oficiales de diversas jerarquías y situaciones, nos hemos percatado de que el pensamiento es generalizado. Es decir, la mayoría comparte el criterio como erróneo, aunque muchos le siguen el juego, algunos convencidos de que su acción es un aporte al desarrollo requerido por el pueblo, mientras que otros tienen como fundamento el beneficio personal. Huelgan los ejemplos.
Ojalá que estas inquietudes, emanadas de muchos militares y no militares, todos integrantes de la sociedad civil, sean consideradas y tomadas en cuenta por los conductores de la Fuerza Armada, como un aporte sincero y profesional, que trata de evitar el colapso peligroso de la Institución a la cual pertenecemos por ley, por empeño, por nacionalismo y por convicción. Es peligros que sigamos jugando a la división nacional e institucional. Una división con armas en ambos bandos, no deja de ser un sacrificio. Basta ya de divisiones y de desprestigios, en un país donde todos nos conocemos. No por destruir al enemigo seremos mas poderosos y mucho menos inteligentes.