Opinión Nacional

Gulliver en Lilliput

El 15 de agosto podría quedar inscrito en los anales de la historia patria y universal como el día en que los venezolanos comenzamos a sufrir un proceso de enanización colectiva. Si admitiéramos que Chávez ganó en buena lid ese proceso y que los resultados ofrecidos por el Consejo Nacional Electoral fueron veraces y legítimos; había para esa fecha algo más de un 40% de electores -casi la mitad del país- que corrió todos los riesgos (tipo lista Tascón) soportó todos los atropellos y se enfrentó a la violencia oficialista, con tal de sacar a Hugo Chávez de la presidencia. Pero ahora, cuando este gobierno se ha despojado de la máscara democrática y aprieta las tuercas para cerrar todos los espacios libertarios, cuando la sumisión del poder judicial a los designios presidenciales es propalada a los cuatro vientos por el propio presidente del Tribunal Supremo, cuando la reforma del Código Penal y la promulgación de leyes y decretos tienen como único objetivo perseguir, encarcelar y aterrorizar a los disidentes, cuando está en terapia intensiva la libertad de los padres de elegir la educación de sus hijos, amenazada de muerte la autonomía universitaria y muchos etcéteras; todas las encuestas coinciden en asegurarnos que la popularidad o aceptación de Chávez supera el 70%.

¿Puede el miedo por sí solo provocar ese encogimiento en la dignidad de tanta gente? ¿Es que a todos esos que brincaron la talanquera los sobornaron con alguna Misión, beca u otra forma de caridad revolucionaria? ¿O será que se vieron de pronto, en sus espejos, como seres pequeñitos, diminutos, mientras la figura de Chávez se agigantaba y alcanzaba dimensiones mayores que las de su descomunal retrato en el despacho del Alcalde Juan Barreto?
Observando lo que ocurre en las filas del chavismo uno puede intuir la respuesta a tales interrogantes, y es que esa clase de enanismo, ese que reduce la vergüenza, el sentido del ridículo y el amor propio a elementos microscópicos, es una patología que puede llegar a ser contagiosa. La misma tiene distintos niveles de gravedad como cualquier otra dolencia; por ejemplo, alguien que proclame -como el vicecanciller William Izarra- que “Chávez es el líder y que por eso hay que amarlo más que a nuestra pareja, para darle energías positivas y para que no se sienta solo” (El Universal, 8-05-05) padece lo que se podría diagnosticar como enanismo terminal. Está muy bien que rechacemos la homofobia de Bernal pero esto de Izarra –además de liliputiensismo grave- es un caso de homofilia in extremis.

Al más frecuente de los enanismos que es el crematístico, habría que añadir el egocéntrico y el amnésico que parecen haber afectado al artista gráfico Santiago Pol, cuando se atreve a declarar lo siguiente: “Muchos creadores mantienen un discurso contra el Estado porque se sienten incomprendidos; yo no puedo decir eso. Nunca se había visto en Venezuela un respeto como el que me demostró el CNE al llamarme para hacer el nuevo logo” (El Nacional 10-05-05) Atacado por esos males, Pol olvidó que el logo anterior -con una vigencia de siete años- también fue diseñado por él. Lo que no sabemos es a cuánto ascendió este nuevo respeto comparado con el otro y con todos los que le prodigó la Cuarta República.

En ese Lilliput que son el MVR y los partiduchos parásitos que conforman la plataforma política del Teniente Coronel, hay odios, envidias y enfrentamientos que podrían llegar a hechos de sangre sino fuera porque todos admiten –sin rubores- que Chávez es el caudillo, el máximo, el supremo y por consiguiente el único con autoridad para obligarlos a entenderse o al menos tolerarse. Y como todo lo que ocurre y puede ocurrir en cualquier espacio de la vida nacional depende de ese Gulliver, se multiplican los enanitos que desean ser postulados para cargos de elección o requieren de contratos, empleos, créditos, favores, decisiones judiciales, becas, ayudas, libertad de sus familiares presos, pasaportes, cédulas, viajes, viáticos y pare usted de contar.

De pronto nos viene a la mente una canción del español Joaquín Sabina, llamada precisamente “Gulliver”, que dice así: “Un día los enanos se rebelaron contra Gulliver. Todos los hombres de corazón diminuto armados con palos y con hoces, asaltaron al único gigante, con sus pequeños rencores, con su bilis, con su rabia de enanos afeitados y miopes. Pobre de ti Gulliver el día que todos los enanos unan sus herramientas y su odio, sus costumbres, sus vicios, sus carteras, sus horarios: no podrán perdonarte que seas alto. Para ellos la generosidad no es más que un vicio que no pueden pagarse. Vienen alimentados por la envidia que los habita en forma de costumbre…”
“..Te acusarán de ser el tuerto en el país de los ciegos. De ser quien habla en el país de los mudos. De ser el loco en el país de los cuerdos. De andar, en el país de los cansados. De ser sabio en el país de los necios. De ser malo en el país de los buenos. De divertirte en el país de los serios. De estar libre en el país de los presos. De estar vivo en el país de los enanos. De ser la voz que clama en el desierto”.     
 

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