Opinión Nacional

Guardias en Busetas = Módulos Policiales Móviles

Debido a que nuestra nación es mayoritariamente descendiente de la nación española, nuestro país siempre ha tenido su paisaje moteado aquí y allá de Alcabalas que son el “antepasado” de los módulos policiales—que tradicionalmente son exigidos por las comunidades; quienes al vivir cerca de un módulo policial se sienten más seguras. Sin embargo; la historia de nuestra nación registra muchas veces el ciclo de inauguración—abandono—desaparición de los módulos policiales; el mejor y más antiguo ejemplo de este ciclo pernicioso todavía puede verse en los laterales de la autopista que comunica a Caracas con La Guaira: todavía quedan por allí uno que otro de los módulos de vigilancia policial construidos de concreto armado y con su característico techo circular, quizás inspirado en el diseño de las garitas militares de vigilancia, ya que dichos módulos fueron construidos durante la dictadura militar del general de división del ejército; Marcos Evangelista Pérez Jiménez—pero también puede observarse ese ciclo pernicioso de los módulos policiales, casi en cada barrio, caserío o pueblo de cualquier lugar de Venezuela, construidos—y después abandonados—por políticos de todo cuño cuando ejercieron cargos de ministro, gobernador o alcalde.

En primer lugar; una cosa es la sensación de inseguridad y otra muy distinta la inseguridad real—ambos son fenómenos naturales reales que pueden medirse exactamente usando las ciencias estadísticas: la inseguridad real generalmente se mide por número de delitos perpetrados por cada 100 mil habitantes, (se lleva una estdística separada para todos y cada uno de los diferentes delitos que existen), el que generalmente es una cifra pequeña; mientras que la sensación de inseguridad puede llegar a ser una enorme cifra que representa a un alto número de personas por cada cien habitantes; y se mide mediante encuestas de opinión—y adicionalmente contabilizando cuantas residencias tienen sus puertas y ventanas protegidas por barrotes y / o mantienen en su interior a perros guardianes de las más “feroces” razas; además de personal de vigilancia privada—y otras medidas preventivas, como las más recientes cercas de alambre electrificado y sistemas de vigilancia mediante cámaras de video digitales—puede hacerse una lista similar de las medidas que adoptan las personas, para proteger del delito a sus vehículos (terrestres, acuáticos y aéreos), y a los valores que portan consigo mismos, como joyas, dinero en efectivo y otros valores.

Dicho eso; todo módulo policial debe operar—como se dice ahora—“24-7”—las veinticuatro horas del día y siete días a la semana, lo que quiere decir que cuando usted ve a un módulo con un solo policía, significa que emplea a tres policías—y sólo sirve para recibir quejas y denuncias, ya que el agente policial de servicio en cada turno de ocho horas, no puede abandonar el módulo, porque debe custodiar—como mínimo—los equipos de comunicación y los archivos y registros policiales y a cualquier persona que esté en el interior del módulo detenida preventivamente por ser el presunto autor de algún delito, en espera de una unidad de transporte policial que lo trasladará a su próximo destino, definido por las leyes vigentes.

Por lo dicho en el párrafo anterior; los módulos, difícilmente pueden resistir la presión popular—y de los mandos policiales—de incrementar el número de agentes a tres en cada turno: uno que se queda a cuidar el módulo, mientras la pareja restante sale a atender cualquier emergencia que requiera de su presencia—tiene que ser una pareja de agentes—porque un agente solitario es altamente vulnerable frente a la más “piche” de las bandas de delincuentes, que difícilmente podría resistir la tentación de atacar a un policía solitario que porta una muy valiosa arma de fuego, y posiblemente un radio policial, elementos muy codiciados en el mundo hamponil—y eso significa nueve policías por cada módulo, que nunca podrá proporcionar seguridad pública más allá de un perímetro que tenga como radio un máximo de 300 metros—por lo que hasta el más pequeño de los barrios, caseríos o pueblos, necesitaría de decenas de miles de policías, para dotar a todos los módulos—y sus comandos centrales—porque los policías—aunque usted no lo crea—se enferman y también salen de vacaciones y de permisos extraordinarios, como cualquier otra persona.

Esa innegable realidad de todo módulo policial, produce su inefable destino: su clausura originada por la perenne necesidad de movilizar agentes policiales de un lugar a otro del barrio, caserío, pueblo o ciudad, en respuesta a la inseguridad real.

Ahora piense en los guardias nacionales a bordo de busetas y en la mayor tentación para las bandas hamponiles de ponerle la mano a las armas largas (fusiles y ametralladoras) que portan esos funcionarios—y en la pesadilla logística que tienen ahora en sus manos los mandos de la Guardia Nacional, para alimentar, comunicarse, supervisar, relevar y hasta hallar una forma eficiente de permitirle a los guardias a bordo de las busetas, satisfacer sus necesidades de ir al baño o de beber un vaso de agua.

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