Golpe a la civilidad
Es casi una tontería decir que el Cabildo es tan antiguo como la nacionalidad. Llegó con la espada del colonizador y la cruz de la Iglesia Católica. Le dio organicidad a los centros poblados fundados en medio de las inclemencias de la naturaleza y la hostilidad del conglomerado humano que, por instinto, resistía la invasión suplantadora de usos y costumbres.
El Cabildo se hizo comunal, pese a la segregación propia del momento histórico. El venezolano, en particular el de Caracas, enfrentó los desmanes de los representantes de la Corona cuantas veces pretendieron arrebatarle fueros previamente logrados y así ocurre desde 1564, cuando sale airosa en juicio incoado por ante la Real Audiencia de Santo Domingo. Caracas, la Venezuela que como tal aún no existía, en lenguaje coloquial, no se dejó pisotear. Libró una gran epopeya por la autonomía, la independencia.
Sin embargo, el militarismo cultivado al rescoldo de nuestras guerras fratricidas llegó, por momentos, a domeñar el ímpetu libertario representado en la Institución Municipal y, previa suspensión de garantías constitucionales, designó alcaldes y concejales. Pero en presencia de calamidades públicas o ante pretensiones indebidas del poder nacional, la reacción invariable ha sido de rechazo al mandonismo y en defensa de los intereses colectivos, de la Autonomía Municipal y Provincial.
Bien, ese militarismo atosigante desde los inicios del poblamiento territorial pretende torcer la voluntad colectiva y hacernos partícipes, como idiotas, de un proyecto de país inviable económica, social y políticamente. Para lograrlo, es su parecer, tiene que cercenar el cuello a la DESCENTRALIZACIÓN. De allí el sabotaje a la juramentación y toma de posesión de los líderes oposicionistas triunfadores en las votaciones del 23N.
Por hay más, ese militarismo bien representado por el bellaco rojo-rojito que, en ocasiones, firma algún documento comprometedor en Miraflores e inciensado por la cohorte de lambiscones que le hace rueda, enloquecido por las sucesivas derrotas del 2D y del 23N, decidió jugarse el todo por el todo. Pateando la Constitución propone una ENMIENDA CONSTITUCIONAL. Y digo pateando la Constitución, porque ya el 23N se le dijo NO. Los juristas dicen que no es posible consultar dos veces sobre un asunto en un mismo período; pero la notoria venalidad de los jueces del Tribunal Supremo de Justicia proclama el triunfo de la inconstitucionalidad, entonces no queda más que aceptar gustosos el reto, con todas las consecuencias, sin andar buscando argumentos jurídico-legales que ni al gobierno ni al T.S.J importan. Tenemos que ir directos al asunto. Lo “entrompamos” y le damos en el mero centro del lugar donde le duele. De lo contrario, triunfará la barbarie. Saldrá airoso el bellaco golpista derrotado en 1992. Nos hundiremos en la miseria que golpeará una nación monoproductora que ve languidecer el volumen y valor del petróleo, única fuente de divisas.
Es alentador contar con el saber ciudadano que profesa la democracia; con jóvenes preparados para ejercitarla en función de gobernantes o como opositores y con las “criadillas” colocadas en su justo lugar y en la temperatura que siempre han de tener, entre los cuales debe pervivir el espíritu de Francisco Salías, que brotará para decirle al Emparan redivivo: ¡Vuelva al Cabildo! Lo que siguió es bien sabido. Ni más ni menos.