Gobiernos de Amplitud Democrática
Recordemos la severa amenaza de diciembre próximo pasado a propósito de la reforma constitucional, por más desordenado, desaliñado e injustificable que haya sido el proyecto oficialista fracasado. Sin embargo, sostenemos que los actores políticos de la oposición tienden a comportarse como si viviésemos una absoluta normalidad democrática.
Aquellos que, por distintas, complejas y hasta fortuitas circunstancias, acumularon una importante cantidad de votos en 2006, prontamente saltan a forzar acuerdos que pierden de vista la necesarísima posibilidad de levantar un muro de contención al proyecto totalitario que asomó sus costuras con motivo del referéndum. Y, los que tuvieron una notoria debilidad, intentan desarrollar todas sus destrezas para colarse en un vagón que no tiene todavía por garantía los rieles de la victoria.
Resulta difícil hallar criterios y mecanismos en el ámbito regional para solventar el protagonismo de unas fuerzas sobre otras, con la firmeza y objetiva que requieren para ser compartidas, pero tampoco es de alarmarse porque el juego político nos atrapa con todo el equipaje que llevemos a manos, incluyendo las miopes aspiraciones individuales o los intereses a futuro que buscan horizontes diferentes al chavezato. Y, tememos, no hay acción política que se desprenda de nuestra radical naturaleza humana, excepto que paguemos (como lo estamos pagando), por un mesianismo intergaláctico que ˆ tarde o temprano ˆ nos estrellará en el más rudo suelo de las realidades.
Estimamos necesario que un acuerdo eficaz y convincente entre las distintas corrientes políticas y sectores sociales, ha de centrarse en una Plataforma Electoral Común y en un Gobierno de Amplitud Democrática que permitan amortiguar los duros golpes del abusivo poder central, porque ˆ entiéndase bien ˆ el gobernador o el alcalde tendrá por fundamental adversario a Hugo Chávez, pero ˆ igualmente ˆ la inmensa deuda social que sus políticas han agravado. Huelga comentar que las candidaturas unitarias deben surgir con el respaldo de los partidos capaces de concertarlas, además, con la llamada sociedad civil, pero no luce obvio que los gobiernos surgidos regional y localmente deben sustentarse en todos ellos para alcanzar la viabilidad necesaria.
Puede decirse que no hay sistema político a nivel regional o local, reflejando la diversidad de intereses y demandas, planteamientos y diligencias susceptibles de una adecuada canalización institucional, mediante estructuras flexibles y homeostáticas. Ha ocurrido antes, el ganador de las elecciones regionales y locales se lo lleva todo y muy rápidamente tiende a enflaquecer y fenecer la oposición institucional.
Frente al chavezato es una locura que se imponga el suma-cero entre las fuerzas que se le oponen y aún frente a aquellos que lo votan desde 1999. Recuperar la democrática capacidad digestiva del debate político también constituye una exigencia de los tiempos que corren, por lo que fuerza alguna, partido, gremio, sindicato o lo que fuere, incluyendo ese terrible anófeles que es el sentimiento nepótico, puede monopolizar un eventual gobierno regional o local democrático.
Al lado de la plataforma electoral, debemos convencernos del acuerdo de sendos Gobiernos de Amplitud Democrática que no, reparto burocrático de los concursantes. La legitimidad y sostenibilidad de las opciones que desafian al centralismo impúdico, pasa por una coalición de esfuerzos, una representación de todos y cada uno de los sectores y un deliberado propósito de consolidar la esperanza democrática, que aseguren precisamente la gobernabilidad de la entidad, así deba posponerse el otro sentimiento, el mesiánico, característico de todo triunfo y triunfador electoral.
Un Gobierno de Amplitud Democrática significa la aceptación del gobernador o alcalde de ejercerlo con un secretario-de-gobierno o director-general representativo de un partido diferente al suyo (y así, sucesivamente), sin convertir la sede en una suerte de territorio y fuero familiar. Esta es la experiencia que podemos ganar para garantizar una futura transición en un Miraflores diferente, mediante el desarrollo de un programa de transformación social decididamente ambicioso.