Gobierno delincuente
Los afiches que se observan en la ciudad con las fotografías de HCR, LL y MCM señalados como quienes “te quitan la comida, la luz y la paz”, constituyen el cuerpo del delito de difamación que el CP define así: “el que comunicándose con varias personas reunidas o separadas, hubiere imputado a algún individuo (en este caso a tres) un hecho determinado capaz de exponerlo al desprecio o al odio público, u ofensivo a su honor o reputación, será castigado con prisión…”.
Para que la fiscal Luisa Ortega proceda no se requiere denuncia, ni noticia criminis, ni mucho menos acusación de la parte agraviada: el delito se ha perpetrado mediante un “hecho público comunicacional” como gusta decir el TSJ. A la fiscal le corresponde incoar el procedimiento para establecer la autoría. La ciudadanía que sabe dónde se origina la falta de comida, de luz y de paz conoce a los autores sin necesidad de investigar, pero la fiscalía debe hacerlo para determinar si fue uno o fue otro.
La falta de procedimiento deriva en delito de encubrimiento que es aquel en que incurre quien, después de cometido un delito que amerite presidio o prisión, sin concierto con los autores, “ayude sin embargo, a asegurar su provecho, a eludir las averiguaciones de la autoridad o a que los reos se sustraigan a la persecución de ésta”. La fiscal quizá estima que su indolencia no es encubrimiento.
El delito es de alta factura, no es un agitador que acusa a alguien de ladrón y lo repite y pide que se riegue la voz. El delito es masivo, con despliegue de afiches en tarea de una noche que implica la participación de una empresa que los imprime a colores y un equipo encargado de fijarlos; y que por lo tanto comporta un costo no despreciable cuyo origen difícilmente sea atribuible a un particular que de su propio peculio lo financia porque odia a los difamados; razón por la cual se impone investigar de donde salieron los fondos no vaya a ser que el peculado muestre también su tipo delictual, un tres en uno, como para equilibrar la difamación que no es de uno sino de tres.
Me quedo corto, el manto que los ampara no se explica sino por concierto. Están agavillados, que el CP define así “se asocian con el fin de cometer delitos”.