Giro al timón de dirección
Para lograr la plataforma unitaria de la fuerza revolucionaria, hay que darle un giro al timón de la dirección del «proceso». Es un requerimiento impostergable que demanda la coyuntura convulsionada de hoy -realidad concreta en movimiento. El camino andado, con sus curvas, regresos y avances, obliga ahora a darle coherencia ideológica, sustento orgánico, prosperidad colectiva y encanto sublime al «proceso». Lo escribo así, entrecomillas, para resaltar lo que de inmediato vuelvo a definir. Definición simple que se hará repetitiva en mis escritos, hasta tanto se internalice. Se entienda y se asimile, al menos sus conceptos más sencillos, para estimular la inventiva de quienes luchan a su lado.
El proceso de transformación se materializa con base en cinco rasgos definitorios: (i) el gobierno se transforma en un instrumento real del pueblo, (ii) se sistematiza y se funda el poder constituyente, (iii) la democracia directa se asume como tesis ideológica para la teoría y práctica del sistema político, (iv) la lucha social se fundamenta en el bien común y (v) el rescate de la Agenda Alternativa Bolivariana, como cuerpo global de proyectos económicos para la prosperidad nacional.
Entonces, entendiendo perfectamente bien lo que es el «proceso», el giro que debe marcar su nuevo rumbo va directo hacia dos blancos: (a) los luchadores excluidos y (b) los potenciales adeptos. Los primeros son aquellos que, sintiéndose parte de las entrañas de ese «proceso», quienes habiendo peleado por lograrlo y lo defienden hasta con su vida, están fuera. Se encuentran en la total y más descarnada desatención. Carecen de puestos de trabajo, no se les escuchan sus planteamientos existenciales, se les ignora su valor como seres pensantes, se les aisla de la toma de decisiones, políticas y comunitarias. En fin, se les utiliza como artefacto material de masa, para un fin de uso circunstancial. En retribución a su lealtad y su aporte desinteresado, no se les gratifica con nada que satisfaga sus más elementales expectativas. Los luchadores excluidos, pivote de la plataforma unitaria y de soporte al gobierno, no tienen acceso a los factores reales de poder.
Valga decir, aparato del estado (nacional, estadal, municipal y parroquial); entes económicos, productivos y financieros; medios de comunicación social; estructuras de dirección de la sociedad. Acceso que se viabiliza por el empleo en los cargos de responsabilidad sustantiva. No obstante, lo grave es que a ese poder si acceden los oponentes al «proceso» y adversarios del gobierno. Imposible entender y construir un proceso revolucionario con el enemigo adentro y el aliado afuera. He ahí el primer cambio significativo y urgente que se le debe dar al timón de dirección.
El otro blanco sobre el cual hay que apuntar son los potenciales adeptos. Esto es la clase media, profesional y técnica. Sector que simpatizaba con el «proceso» en sus inicios, pero se desencantó por la incapacidad de brindarle prosperidad. ¿Qué hacer para rescatarlo? El sentido común y el buen juicio indican que se le tienen que canalizar sus proyectos de realización. Este es un sector muy creativo, cuya vida está en función a los logros alcanzados por el trabajo. Hecho que le conduce a trazar metas y a crear obras factibles de ejecutar. Inventiva que influye en la prosperidad nacional. Por lo tanto, si el gobierno se acopla en ser instrumento del pueblo, si se asume con convicción el concepto de poder constituyente y se practica la democracia directa, entonces, a este sector se le deben transferir los recursos económicos y la capacidad de tomar decisiones para materializar sus objetivos de bienestar colectivo.
Estimo por tanto, que si se le da respuesta inmediata a estos dos blancos, se marca un avance gigantesco en la consolidación del «proceso». Además, traerá como consecuencia: (i) desmontar la conspiración de la reacción, (ii) disminuir significativamente el nivel de conflictividad social, (iii) estimular el aparato productivo, (iv) fomentar la prosperidad nacional, (v) estimular la adhesión ideológica, (vi) crear la plataforma unitaria y (vii) un sin fin más de logros que se derivan de todos estos asuntos buenos que benefician a la sociedad.
El «proceso» no tiene vuelta atrás y el gobierno tiene que entender que entramos en otra fase del mismo, al que tiene que acoplarse inexorablemente.